Blue Jasmine

Woody Allen sigue en plena forma. El genial cineasta continúa con su envidiable ritmo de un estreno cada año. Esta vez, Blue Jasmine, una película con menos tono de comedia que anteriores cintas del director y más hondura en los conflictos abordados en el filme. En la película se narra la historia de Jasmine, la mujer de un rico y mafioso empresario con el que vive una vida de lujos y ostentación hasta que él es detenido por sus estafas y prácticas ilegales (un personaje, ya ven, muy verosímil y reconocible en nuestros días). Jasmine se muestra totalmente incapaz de olvidar ese pasado, de dejar atrás su gran vida de riqueza al lado de su esposo en la que era perfectamente capaz de mirar para otro lado y hacer como que no se enteraba de los chanchullos de su marido (otro persona de nuevo muy verosímil y reconocible en nuestros días).

No es una película sobre la crisis, dijo Allen en las entrevistas de promoción del filme, porque si hubiera querido hacerla contaría la historia de alguien de clase baja que lo ha perdido todo, las auténticas víctimas de la crisis. De acuerdo, no es una película de la crisis. Pero sí parece una película hija de su tiempo. En efecto, nos muestra ese mundo paralelo, totalmente distinto al del resto de los mortales, que viven los empresarios millonarios. A través de flashback, vemos el lujo en el que vivía Jasmine, la absoluta irrealidad en la que se movía. Irrealidad y fantasía de la que no logra deshacerse la protagonista de la película cuando su mundo se ha derrumbado y su esposo es detenido. Continúa hablando a quien quiere escucharla, y también a quien no, de su pasado, de su marido. Repite incluso las mismas milongas sobre filantropía, generosidad y responsabilidad de la gente con mucho dinero que su esposo contaba mientras hacía estafas y engañaba al fisco. 

Jasmine es una persona desquiciada, alejada de la realidad, presa del dinero y de los lujos, egoísta... Y sin embargo el espectador llega a conectar, al menos en parte, con ella. Llega a intentar ponerse en su piel, a comprender su dilema e incluso a sentir lástima por ella, una rica que vivió la gran vida mientras gente como ella y su marido arruinaban a millones de familias humildes. Sin duda, gran culpa de ello lo tiene la espléndida interpretación de Cate Blanchett, sublime durante toda la película. Jasmine es un personaje complejo que la actriz borda. Blanchett debe de estar muy agradecida a Allen por este papel y el director ha de estar también satisfecho por lo bien que ha resuelto la actriz este complejo personaje de Jasmine. La película es mucho más que un apabullante despliegue interpretativo de Blanchett, desde luego, pero también lo es. Vale la pena verla sólo por eso. 

Acompañan al inteligente guión marca de la casa unas buenas interpretaciones del resto del reparto (en especial, de la hermana de la protagonista y su novio). Jasmine viaja de Nueva York a San Francisco para vivir junto a su hermana en su humilde casa después de haberlo perdido todo. Un choque entre dos mundos, el de la riqueza y el lujo de Jasmine con el sencillo y humilde de su hermana, cajera de un supermercado. Jasmine no dejará de llamar fracasado y perdedor al novio de su hermana, dirá que lo que hace la inmensa mayoría de la gente (trabajar, vaya) es algo mediocre. Entrará a trabajar en una consulta de un dentista como recepcionista y se encontrará incómoda, fuera de lugar. Está en otro mundo. No sólo se aprecia en el filme el choque entre los mundos de las dos hermanas, también entre dos conceptos de la ética, entre dos formas de ver el mundo. 

Jasmine vive atrapada en su pasado glorioso, pero falso, y buscará repetirlo. No sé si la cinta pretende lanzar ese mensaje, pero al final lo que queda es algo así como que los ricos también lloran, también sufren e incluso que tienen una notable incapacidad para disfrutar de las cosas pequeñas de la vida, obsesionados con el último modelo de bolso de esta o aquella marca lujosa. En el otro lado está la hermana de Jasmine, humilde, pero feliz con su vida, mientras ella está perdida. El mundo de Jasmine se ha derrumbado y no puede mirar hacia delante. Está desequilibrada y sigue hablando y actuando como si siguiera viviendo esa vida artificial de derroche y caprichos que llevaba con su esposo. 

Según avanza el filme, a través de esos flashback, comprobamos cómo se produce el comienzo del fin, qué ocurre para que la policía detenga al marido de Jasmine. También conocemos al hijo del esposo de la protagonista, cuyo papel, pequeño, también tiene una considerable importancia en la historia. En suma, lo que podría ser una historia alejada del común de los mortales, un drama de ricos sufriendo, se convierte en una historia muy atractiva e interesante donde, como es habitual en la filmografía de Allen, los sentimientos y las motivaciones psicológicas y emocionales de los personajes juegan un papel clave. El espectador se compadece de una mujer egoísta y perturbada por haber caído de esa clase alta donde el sufrimiento de la mayoría de la población da igual, sencillamente no existe, donde la máxima preocupación vital es si se veranea en el Ritz de París o en Viena. Una mujer que dice querer iniciar una nueva vida, pero no logra pasar página de ese irreal pasado en el que las mentiras y los delitos financieros de su esposo le proporcionaban todo lo que quería. 

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