El laberinto de las aceitunas

Cuando un gran autor pone al servicio de una obra paródica su enorme talento y su desbordante imaginación, el resultado es terriblemente divertido. Es lo que ocurre con Eduardo Mendoza en El laberinto de las aceitunas, novela que es a la literatura negra lo que el Quijote fue a las obras de caballería. Leo que forma parte esta obra de una serie con el mismo protagonista y el mismo tono. Antes de ella publicó El misterio de la cripta embrujada (1978) y después, La aventura del tocador de señoras (2001) y El enredo de la bolsa y la vida (2012). No creo que tarden en aparecer por aquí sendas reseñas de cada una de estas novelas, porque he disfrutado mucho con la lectura de esta obra. Divertida, hilarante, magnífica. Hacer reír con una novela, hacer reír a secas, pero es cierto que la literatura tiene unos códigos que lo hacen aún más meritorio que, por ejemplo, en el cine, no es sencillo y está sólo al alcance de grandes autores. Le sobra chispa e ironía a Eduardo Mendoza, virtudes estas que se adueñan de El laberinto de las aceitunas y que, combinado con un lenguaje muy apropiado y que capta a la perfección la jerga de sus personajes, hace del libro una obra muy recomendable. 

Narra en primera persona la historia un hombre del que desconocemos el nombre a quien saca de un manicomio un policía para que le ayude en un caso ultrasecreto. Son personajes que infunden ternura por su patetismo. Gente sin suerte, antihéroes, personajes marginales. Las novelas negras suelen estar protagonizadas por detectives heterodoxos, cínicos, siempre con la frase adecuada en la boca, astutos, al margen de la ley, con sus propias normas. El protagonista de esta novela, una parodia espléndida de las novelas negras, tiene algo de eso. Pero se toma menos en serio al género, aunque lo hace cumpliendo con sus cánones. Hay crímenes, delitos, muertes, malos, tramas organizadas... El protagonista se rodeará de actorzuelos de tercera, de su hermana prostituta y de un anciano historiador algo pervertido, entre otros, para intentar resolver un turbio asunto en el que se ve envuelto sin querer. Otro clásico de la literatura, el hombre corriente que de pronto se mete en un buen lío e intenta salir de él. 

Cuenta también esta novela con la voluntad decidida de hacer parodia no sólo del género negro, sino también en gran medida de la sociedad española de la época. Se muestran a policías casposos, empresarios corruptos, gente de la calle sufriendo el paro, la crisis, el aumento de los precios (la crisis de los años 80, época en la que se publicó esta novela). Hay referencias también a este aspecto, a la sociedad del momento. Intuyo que en la siguientes entregas de la saga, el protagonista de las novelas tendrá material de sobra para seguir narrando esos bajos fondos y esas miserias de nuestro tiempo. 

Lo más importante de la novela es su carácter humorístico. Es una obra con la que ríes a carcajadas en varios pasajes que plantea el autor como las vestimentas variopintas (o la inexistencia de ellas) en las que vemos al protagonista de la obra. O sus ocurrencias para intentar destapar un escándalo en el que se ve envuelto. Desde el comienzo, al personaje central le ocurren mil y una peripecias. Comienza la novela con el encargo de ir de Barcelona, donde reside, a Madrid para llevar un maletín cargado de dinero y entregarlo como rescate del secuestro de un personaje relevante de la sociedad. Lo que le ocurre con el maletín en el hostal pordiosero donde se hospeda es la primera de muchas situaciones hilarantes. Se va enredando el caso y para intentar resolverlo contará con la ayuda de "la Emilia", una actriz que no ha tenido suerte en su carrera (algún que otro anuncio) y que busca trabajillos de dudosa moralidad con la que vivir. 

Personajes marginales, en suma. Suele gustar más la imperfección, los personajes con problemas, aquellos que jamás pegarían como héroes clásicos de ninguna historia. Los más desgraciados, los que no tienen dónde caerse muertos. Por esa situación en la que viven y por los peligros que afrontan, por la forma en la que deciden afrontarlo y por todo lo que les sucede por el camino, inspiran ternura y cariño. Todo ello, entre risas y carcajadas. Es una novela muy divertida, la obra de esta clase con la que más me he reído desde La conjura de los necios, un libro con el que no dejó pasar la ocasión de volver a recomendar. Obras brillantes y divertidas. Porque la literatura lo reúne todo, es capaz de darnos todo, también el mejor humor.  

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