Inteligencia ecológica

"Tenemos que dejar de hablar de la curación de la Tierra. No es la Tierra, sino nosotros, quienes necesitamos ser curados". Con esta frase del médico y naturalista sudafricano Ian McCollum concluye y puede resumirse Inteligencia ecológica, un fascinante ensayo de Daniel Goleman. Esta obra pide poner el foco en las consecuencias sobre el medio ambiente de nuestras compras y de nuestro modo de vida. El libro sacude al lector, lo remueve. Mete el dedo en la llaga y supone una aproximación apasionante e inquietante a aquello que el ser humano está haciendo, que estamos haciendo, con la Tierra. Goleman busca en esta obra abrir los ojos del lector, que este pueda tomar conciencia de la importancia que tienen sus decisiones de compra. 

No concedemos, por lo general, al medio ambiente la importancia que merece. Explica Goleman que el ser humano está preparado para reaccionar ante amenazas palpables, próximas, evidentes, pero que le cuesta actuar de igual forma ante retos más lejanos y más desdibujados como el calentamiento global o la contaminación. El respeto al medio ambiente es de esa clase de asuntos de los que todos hacemos discursos llenos de buenas intenciones, pero sobre lo que rara vez nos comprometemos de verdad. Lo que este libro nos dice, de forma aplastante, realmente impactante, es que debemos cambiar nuestro modo de vida o, al menos, que debemos incluir entre los componentes que determinan nuestras decisiones vitales el esencial respeto al medio ambiente. No parece que, por lo general, actuemos así, ni vemos que este asunto sea central en la política. Todo eso debe cambiar, porque vamos camino de dejar un planeta mucho menos habitable y sostenible del que nos encontramos. 

Inteligencia ecológica está explicado de forma sencilla para que personas como yo que no hemos leído gran cosa sobre este asunto podamos entender los conceptos que maneja el autor. Impactan muchos de los ejemplos que pone de esas consecuencias de nuestras compras. Lo que defiende Goleman es que se avance hacia la transparencia radical en las empresas para que los consumidores podamos hacer compras más informadas. En este sentido, es ilustrativo el ejemplo con el que comienza la obra: un coche de juguete que compró para su nieto, pero que nunca le dio al leer que tenía una elevada concentración de plomo en la sustancia que le daba el color rojo al pequeño bólido. "Comprar menos y hacerlo de forma más inteligencia", propone Goleman, quien no se dedica a aconsejarnos cómo comportarnos, sino que pone ejemplos de empresas o cadenas de supermercados que han puesto ya en marcha campañas de información sobre el impacto medioambiental de sus productos. 

Este libro ha supuesto para mí un gran descubrimiento sobre una materia que, confieso, me preocupa e interesa, pero que miraré desde ya con otros ojos y con una mayor inquietud a raíz de acercarme a esta obra. Entre los conceptos interesantes que nos explica Goleman está el del análisis del ciclo vital, labor de la que se encarga el campo de la ecología industrial. El ciclo vital estudia el impacto sobre el medio ambiente de un producto desde que se extraen sus distintos componentes hasta que el producto se tira a la basura o se recicla. Es decir, se estudian todos los componentes del mismo y el efecto que tienen los distintos procesos (extracción de los componentes, transporte, ensamblaje, gasto de electricidad, consumo de gasolina en los traslados, efectos mientras se usa...). Es algo relevante porque, como explica Goleman, hay productos cuyo principal efecto contaminante se encuentra en la extracción de sus componentes y no tanto en el tiempo en el que son usados (ordenadores, aparatos electrónicos, etc.). Con el estudio del ciclo vital se puede determinar con detalle todo lo que ha contaminado o consumido ese objeto que empleamos en casa. Si los consumidores tuviéramos esa información, sostiene el autor, podríamos basar nuestras compras en ella y optar por alternativas más sostenibles. 

Pone muchos ejemplos el autor a lo largo del libro. Todos ellos realmente impactantes y estremecedores. Así, explica que las bolsas de plástico tardan entre 500 y 1.000 años en descomponerse. O relata el efecto que tienen los cañones de nieve artificial en las pistas de esquí sobre el cambio climático, así como el modo en el que algunos componentes químicos de ciertos  protectores solares dañan a los arrecifes de coral. Son innumerables los casos reales que Goleman emplea para concienciar a los lectores sobre el impacto directo que tiene nuestro modo de vida consumista en el medio ambiente. Otro de ellos, por ejempo, es un estudio en el que se apreció el daño que hace sobre algunas especies la eliminación inadecuada en ríos de medicamentos. El estrógeno empleado para el control de la natalidad, al ser vertido a un lago hizo que los peces gobio macho dejaran de fabricar esperma y empezaran a poner huevos. En tres años, casi habían desaparecido. 

En la obra se defiende que debe tenerse en cuenta el impacto de nuestras compras sobre tres ámbitos: geoesfera, el daño que pueden causar sobre la Tierra donde vivimos; bioesfera, relativo a las otras especies con las que convivimos y bioesfera, que se preocupa por el daño sobre nuestra propia salud y la de los trabajadores de las fábricas que producen esos objetos que consumimos. Si en el etiquetado de un producto apareciera que emplea a mano de obra infantil, una buena parte de los consumidores buscarían otros productos. El autor reconoce en la obra que, a día de hoy, el precio es la principal motivación de las personas para comprar este u otro artículo, pero también demuestra que muchos están dispuestos a pagar algo más por productos de comercio justo, por ejemplo, o más sostenibles con el medio ambiente. "La opacidad del mercado permite que las empresas se aprovechen de nuestro desconocimiento de los impactos ecológicos de sus productos", defiende el autor. 

Es una constante en todo el libro, que tiene una formidable vocación didáctica, el intento de hacer reflexionar al lector sobre los efectos, en apariencia no visibles, de sus compras. Por ejemplo, queremos vestir a la moda y nos encantan esas tiendas de ropa baratas y con nuevos modelos cada pocos meses. Pero debemos saber que en muchas plantas textiles de países en vías de desarrollo se registran más accidentes laborales de madrugada (en concreto, muchos dedos amputados) porque esa mano de obra barata, casi esclavizada, de la que se sirven las marcas textiles de moda trabaja extenuantes jornadas laborales. Todo con el fin de alimentar nuestro afán consumista. "Los mil millones de ciudadanos del primer mundo consumen a un ritmo 32 veces superior al de los ciudadanos más pobres del planeta", argumenta Goleman, quien alerta de lo insostenible de nuestro modelo de vida cuando en los países emergentes la sociedad adopte las mismas prácticas del primer mundo. 

Goleman afirma que hay muchos productos químicos que están prohibidos en Europa pero se usan en Estados Unidos. En este punto, elogia la mayor concienciación de las autoridades europeas sobre los efectos nocivos de ciertos productos tóxicos, o con sospechas de que pueden serlo. Lo importante de la obra, además de abrir los ojos al lector sobre cuestión de tan inmensa relevancia, es que lanza, al final, un mensaje optimista. Los consumidores tenemos poder, "votamos con nuestros dólares" (con nuestros euros, los lectores europeos). Nuestras decisiones de compra pueden hacer cambiar a las empresas si estas ven que tenemos en cuenta la protección del medio ambiente a la hora de elegir por uno u otro producto. Pone como ejemplo webs y campañas de crítica en redes sociales que ya han logrado cambios en algunas compañías. O el escándalo en una planta embotelladora de Coca-Cola en el estado de Kerala (India), dondeen 2004 y 2005 se descubrieron prácticas no sostenibles de la multinacional en el uso del agua mientras los habitantes de la región sufrían una terrible sequía. La visibilidad en los medios de las protestas ciudadanas forzaron a la compañía a cambiar su uso del agua y a contribuir a salvaguardar este bien tan preciado. 

Las empresas, sostiene Goleman, deben hacer el bien y hacer las cosas bien. Es decir, desde la perspectiva empresarial, deben buscar beneficios, como es lógico; pero también deben acompañar ese legítimo objetivo con el de hacer el bien, es decir, proteger el medio ambiente y preocuparse por las condiciones laborales de sus trabajadores y por la salud de los consumidores. Una actitud que resultará beneficiosa para la empresa cuando el consumidor observe que la responsabilidad social de la empresa es real y no una campaña de marketing. Inteligencia ecológica es un ensayo muy recomendable, en suma, que remueve al lector y le transforma. Excelente para tomar conciencia de las consecuencias nocivas sobre el medio ambiente de nuestro modo de vida y también para entender el poder de transformación que, como consumidores, tenemos. 

Comentarios