Ébola

En África han muerto ya más de 900 personas por un brote de ébola, enfermedad infecciosa que no tiene cura, pero en nuestro país casi podemos decir, salvo honrosas excepciones, que hemos empezado a preocuparnos e interesarnos por este virus cuando un sacerdote español infectado por ébola ha sido trasladado a un hospital de Madrid para recibir tratamiento. Y, ojo, no ha sido por compasión, sino por miedo, por una alarma social que, desde ciertos medios de comunicación, no se hace sino alimentar. Se juntan en este caso muchos aspectos turbios. El sensacionalismo más espantoso en el que, por lo visto, es sencillo caer cuando se trata de asuntos de salud que preocupan mucho a los ciudadanos, va estos días de la mano del egoísmo de quienes critican que el cura infectado haya pedido la repatriación a España y  del sectarismo y la politización más pueriles, cualidades estas más españolas que ninguna.

El padre Jesús Pajares es un referente ético, una persona admirable que se jugó su vida para ayudar a personas necesitadas. Como tantos cooperantes y voluntarios que viajan allí donde se necesita ayuda, allí donde la desigualdad y la injusticia del mundo en que vivimos tienen rostros y nombres, merecen toda nuestra admiración. Me asombra y me entristece la soltura con la que no pocas personas critican abiertamente al párroco y se atreven incluso a sugerir que, puesto que nadie le obligó a ser lo contrario a lo que somos la mayoría, es decir, a ser solidario y dedicar su vida a los demás, ahora el cura no tiene derecho a pedir que se le traslada a España. No pocos comentarios así se leen estos días en las redes sociales. De gente, en apariencia, inteligente, incluso. Es obsceno.

Esto, por lo que se ve, funciona así. Hay una persona que se entregan a los demás y que viaja a países necesitados para ayudar a quienes no tienen nada. Esta personas que pone en riesgo su salud, se contagia de la enfermedad de ébola. Pide ser repatriada a casa, como ya ha ocurrido con cooperantes de otros países como Estados Unidos, y sus insolidarios compatriotas, lejos de alabar su acción altruista, critican abiertamente al enfermo por puro egoísmo, por haber visto muchas películas y temer que, a pesar del protocolo sanitario de aislamiento, este hombre introduzca el virus en España. Puede que sea demasiado cándido, pero estoy convencido de que los controles de seguridad y de aislamiento son máximos y de que no hay riesgo de contagio. Aquí, claro, ayudan poco ciertos tratamientos mediáticos al asunto. Es verano, hay pocas noticias y, de repente, nos encontramos con una información que lo tiene todo para, aderezado con un punto de alarma social, atraer al personal. 

El gobierno, y vamos ya con la politización y el sectarismo que jamás pueden faltar en nuestro país, porque no seríamos España, ha dicho que la orden del religioso repatriado tendrá que correr con parte de los gastos del traslado. El PSOE, IU y UPyD han criticado al ejecutivo por esta decisión y han pedido que sea el Estado quien se haga cargo del traslado. ¿Alguien duda de que estas formaciones habrían hecho exactamente lo contrario, reclamar que fuera la orden religiosa la que se hiciera cargo de los gastos, si el gobierno hubiera anunciado que el Estado pagaría la repatriación? Yo no tengo la menor duda de que habrían actuado así. Por puro partidismo, vemos a partidos de izquierda defendiendo a órdenes religiosas. Y por puro sectarismo leemos en redes sociales repugnantes comentarios en los que se insinúa que el padre Pajares ha recibido un trato de favor por ser cura. Como si los cooperantes que ha repatriado Estados Unidos fueran sacerdotes. Vienen a decir que si mañana un cooperante de una ONG está en una situación similar, el gobierno no lo repatriará. Es un juego sectario muy sucio. 

Creo que tenemos mucho que aprender del padre Pajares y de tantas personas, religiosas o no porque eso da exactamente lo mismo, que viajan a los países más necesitados para ayudar a quienes no tienen nada. Este caso, por supuesto, nos invita también a una reflexión sobre el lamentable egoísmo que tenemos en Occidente. El ébola ha causado cientos de muertes en África y allí no tienen medios para prevenir la enfermedad, para tratar a los infectados ni para limitar la expansión del virus. Es triste y dice muy poco de nosotros que el momento en el que de verdad empiece a preocuparnos esta situación sea cuando un cura español infectado es trasladado a nuestro país, y además, sobre todo por el miedo a que introduzca el virus.  

De forma injusta e ignorante, no pocas personas han empleado este argumento, el de los escasos medios con los que cuentan en África para combatir el ébola, para censurar la petición del padre Pajares de ser trasladado a casa. Son críticas carentes de la menor humanidad, pero las estamos leyendo y escuchando mucho estos días. Ellos, sentados cómodamente en su sofá, insolidarios, lamentando lo que pasa en África delante de la pantalla del ordenador, pontificando sobre lo que está bien o mal desde su cómoda vida de mundo desarrollado, vienen a decirle al padre Pajares, que ha estado años en países pobres y que se ha jugado la vida por ayudar a los más necesitados, que es injusto que pida ser traslado a España porque en África no hay medios para tratar el ébola. Cómo se puede tener tanta desfachatez. Es impresentable que se ataque al padre Pajares con el argumento demagogo de la falta de medios en África. ¿Quién ha hecho más para combatir la desigualdad en África, los que critican al padre Pajares desde sus casas de primer mundo porque, en el fondo, tienen miedo de que este señor traiga un virus contagioso cerca de sus casas, o el sacerdote que trabajó con los infectados en Liberia? 

Creo que ni los medios de comunicación (muchos de ellos) ni los ciudadanos (al menos, un buen grupo de ellos) están a la altura. Los primeros, porque deben informar e intentar no contribuir a generar una alarma social con el ébola, algo que no siempre se está haciendo. Los segundos, porque no sólo no reconocen la inmensa labor del padre Pajares en África, sino que además lo critican por ser egoísta, y lo dicen ellos, y pedir que se le trasladara a España una vez fue contagiado por la enfermedad. No es tampoco muy edificante, por cierto, que los sindicatos de la sanidad de Madrid aprovechen esta ocasión para sus reivindicaciones y sus cuitas con el gobierno. Poco parece importarles fomentar la alarma social a costa de desacreditar al ejecutivo. No todo vale. 

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