Relatos salvajes

Lo primero que puede decirse de Relatos salvajes es que está extraordinariamente bien titulada pues, en efecto, la película del argentino Damián Szifrón reúne seis historias brutales, políticamente incorrectas o incluso moralmente reprobables. Una historia muy divertida por osada, por disparatada, por romper todas las convenciones sociales. En todas ellas personajes normales, gente corriente, se deja llevar por la ira, el odio, la venganza o el despecho, y cruza la línea del cabreo para actuar. Con violencia. Con mala leche. Con instintos criminales, incluso. Lógico que las risas que provoca la película, con un ritmo muy ágil y francamente divertida, queden más de una vez congeladas en la cara del espectador, que a fin de cuentas se está rienda con situaciones muy bestiales. Humor negro, disparatado, brutal, en una película notable.

Como digo, Relatos salvajes reúne seis historias distintas. Suele suceder en esta clase de películas, y aquí en cierta forma también ocurre, que los relatos están algo descompensados. Los hay mucho más redondos que otros. Es algo casi inevitable en las películas que son, en realidad, un compendio de cortometrajes, como es el caso. Pero en esta cinta sí es cierto que los seis relatos están bien unidas por un hilo conductor, el de perder la paciencia y desatarse contra la injusticia o lo que desagrada a los personajes, contra quien les ataca o engaña. En todos los relatos es esta la cuestión de fondo y en todos ellos uno espera el momento en el que los personajes se desaten y, fuera de sí, se dejen llevar por impulsos salvajes, bárbaros, ciertamente incivilizados. Es, claro, el momento más divertido de cada historia. 

No quiero destripar las historias contenidas en la película, así que sólo haré una breve sinopsis de cada una de ellas. En un caso, el primer relato, vemos a pasajeros de avión que, casualmente, conocen a una persona de la que, en general, ninguno tiene un buen recuerdo. Es el relato más breve de todos y sirve de introducción de la película. Deja muy a las claras el tono alocado y surrealista que adoptará. En otro nos encontramos con una joven que, también de forma accidental, se enfrenta a alguien que le provocó un gran daño en el pasado y que se siente tentada, con la inestimable ayuda de su compañera (ojo a esa cocinera del segundo relato), a vengarse de esa persona. En otro relato, este protagonizado por Ricardo Darín, un ciudadano normal y corriente se ve envuelto en una serie de multas por el sistema de grúas y de aparcamiento en la ciudad que le cambiará, literalmente, la vida. También nos encontramos con otras dos historias relacionadas con la automoción, una es el clásico enfrentamiento de dos conductores lenguaraces en la carretera y otro, un atropello grave que provoca dos víctimas. El último relato, quizá el más salvaje y loco de todos, sucede en una boda donde todo empieza siendo felicidad, risas y bailes despreocupados. 

Como decía, una de las carencias que suelen presentar las películas que reúnen varios relatos es que estos no están siempre a la misma altura, puede que simplemente incluso por una cuestión de los propios gustos del espectador. En mi caso, hay dos historias de la película que me dicen mucho menos que las otras, aunque reconozco que todas me divierten y que las cerca de dos horas de filme se me pasan muy rápido y quedo con ganas de más historias bárbaras en la que ciudadanos normales se vean arrastrados por la ira y sus más bajos instintos en este provocador y valiente juego de Damián Szifrón, director y guionista de la película. 

Otro de los defectos que suelen presentar estas películas con historias cortas es que no da tiempo a profundizar en los personajes. Y eso resulta casi inevitable. La película se centra más en las historias que en los personajes, más en la acción que en la personalidad de los protagonistas. Nada serio, porque en una cinta con un planteamiento como este se asume que así será y se antepondrán las peripecias a las historias y los sentimientos de los personajes. Se echa algo en falta, cierto, pero, por lo general, sí acierta le director a la hora de exponer la evolución de los personajes, ese momento en el que, por decirlo de forma llana, se les va la pinza y la lían. Vemos en los créditos de la película que entre los productores se encuentra Pedro Almodóvar y parecen claras las razones por las que el cineasta manchego se sintió atraído por esta cinta. Es una historia muy atrevida, transgresora y extravagante, como lo son las mejores cintas suyas. Tienen ese punto de locura, de genialidad, de atrevimiento de las (buenas) películas de Almodóvar. Habrá que seguir de cerca a Damián Szifrón. 

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