Concierto de Año Nuevo

Vaya por delante que no soy un entendido de la música clásica. Quede claro que la cultura de este estilo de música de quien esto escribe es escasísima, muy reducida. Pero, dicho hecho, cada año no encuentro mejor forma de comenzar una nueva aventura que disfrutando a través de la televisión del concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena. No entiendo de compositores ni sinfonías, carezco de los conocimientos para saber si una interpretación ha sido magistral o ha tenido algún fallo. Pero me emociona profundamente lo que cada año veo y escucho a través de Televisión Española. Hay tradiciones que son una delicia, un ritual que uno sigue encantado, fascinado. El concierto del 1 de enero de la Filarmónica de Viena es una de esas tradiciones irrenunciables que nos permiten comenzar un nuevo año en un oasis de armonía. 

Es esa cualidad de la música clásica de aislarte del mundo, de llevarte de viaje a otros lugares más placenteros, más habitables, lo que hace de este concierto algo único. Al comenzar un nuevo año a todos, en mayor o menor medida, nos envuelven pensamientos de cambios, buenos propósitos, deseos. Luego tarda poco el nuevo año en demostrarnos que el mundo que nos rodea sigue siendo igual, que las miserias no se han marchado con las campanadas, que todo lo que en 2014 estaba podrido lo sigue estando en 215. Y sin embargo, con una realización televisiva impecable, con una belleza en cada plano, en cada acorde, en cada instante mágico de vals y polkas, sentimos por un rato mientras disfrutamos del concierto de Año Nuevo que sí, que esta vez sí puede cambiar el mundo, que si el ser humano es capaz de componer sinfonías alegres y vitales como la de los Strauss, la esperanza no está perdida. Nos sentimos cómodos en esa burbuja de belleza, de armonía, de paz, en el que nos envuelven con su buen hacer  los componentes de la Filarmónica de Viena.

Este año el director del concierto ha sido el indio Zubin Metha, quien ya había deseado en su nombre y en el de los músicos de Viena un feliz año nuevo a todo el mundo desde el majestuoso escenario de la Musikverein de la capital austriaca. Él trasmitió la emoción por la música, la pasión por lo que hace. El concierto de Año Nuevo es el mayor escaparate de promoción de la música clásica, pues para muchos ciudadanos en todo el mundo este es casi el único contacto con ella en todo el año. Supone también una promoción sin par de Viena, pues en varias obras se emiten imágenes de la ciudad. 

En el descanso ya es tradicional que se emita un documental de la capital austriana. En este caso vimos a músicos y miembros de la Filarmónica de Viena ensayando en distintos lugares de la ciudad, a los componentes del ballet ensayando sus actuaciones... Todo ello con imágenes de una belleza arrolladora. Otra vez esa sensación de entrar en un oasis al disfrutar del concierto. De ver las flores más coloridas, la sala más dorada de cuantas puedan existir, los músicos más brillantes, las composiciones más vitalistas para empezar el año. La sensación de poder elevarse espiritualmente, de comenzar esta página en blanco, esta partitura vacía que es un nuevo año, en la mejor compañía, gozando de la música clásica, admirando la satisfacción plena que reflejan en su rostro el director y los miembros de la Filarmónica de Viena por empezar el año con lo que aman y, además, transmitiéndolo a millones de personas en todo el mundo. 

Fascina la coordinación excepcional de todos los miembros de la Filarmónica, los ritmos acompasados a la perfección como miembros de una máquina exquisitamente engrasada. Maravilla el ritmo del ballet en aquellas piezas donde su baile acompaña a través de la televisión a la música. Este año sorprendieron los instrumentos peculiares como una carraca o un vaso lleno de agua para imitar el canto de los pájaros que empleó la orquesta. Hace sonreír la sensación de que se está combatiendo contra el tópico de que la música clásica es monótona o aburrida. 

Del concierto de ayer me quedo con esa sensación general de evasión del feo mundo en que vivimos que he comentado. Con la vitalidad de su director. Con las piezas dedicadas a la universidad (me encantó la polka de los estudiantes, que tuvo el acompañamiento del ballet de Viena). Por supuesto, creo que cada año se supera la pulcra realización televisiva del concierto de la televisión de Austria. Por lo que respecta a TVE, es una delicia escuchar al locutor de cada año explicando cada composición que se interpreta, cada detalle que sucede en el teatro vienés donde algún año me encantaría poder recibir el año. La inclusión del tango Por una cabeza, de Gardel, en el documental del descanso fue otro de los grandes momentos de la retransmisión, como también la lluvia de confetis que activó el director o, por supuesto, las dos últimas piezas, el Danubio Azul y la Marcha Radetzky, que son la banda sonora original de cada 1 de enero desde hace 75 años. Una delicia empezar 2015 en esta burbuja de cultura, excelencia, armonía y belleza. 

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