Las incertidumbres

"Como lector he vivido, menos a menudo de lo que me gustaría, la desazón que me provoca finalizar la lectura de un libro que me ha seducido. Cierro el libro  en silencio, dejo que se escurran las últimas vivencias inducidas por las escenas finales, por las palabras dichas, por la atmósfera que me ha acompañado durante unos días o tal vez semanas. Y me noto intranquilo, porque a partir de entonces ya no conviviré con unos personajes con los que he gozado de una extraña intimidad, porque eran tan míos como mis pensamientos". Esa sensación tan hermosamente descrita por Jaume Cabré en su ensayo sobre el oficio de escritor y el gozoso papel de lector Las incertidumbres es exactamente la que viví tras cerrar la última página de Yo confieso, su última novela. Una formidable novela sobre la amistad, el pasado, el perdón, la maldad... Sobre la vida. En su momento, tras sumergirme en el mundo creado por Cabré en torno a un violín de gran valor, no recordaba ninguna novela que me hubiera conmovido tanto. Hoy sigue siendo una obra especial, única, completamente diferente al resto. 

Explica Jaume Cabré que tiene la costumbre de publicar un pequeño libros de reflexiones sobre su profesión, pero también sobre la cultura en general y sobre la sociedad actual, tras acabar la ardua tarea de redactar una novela, algo que le lleva años. Queda de algún modo vacío, porque como afirma en varios momentos de esta pequeña joya que es Las incertidumbres, una novela nunca es inocente, jamás deja indiferente, ni al que la lee ni a quien la escribe. Una novela transforma, ayuda a verbalizar aquello que se piensa, aunque sea a través de la vida de otros personajes, echa a volar la imaginación, despierta la curiosidad, hace reír o llorar. Cuenta Cabré que en ocasiones le ha afectado, incluso físicamente, el destino que le ha dado a alguno de sus personajes en la novela. Recuerda a aquella escena mil veces contadas sobre Gabriel García Márquez cuando lloró desconsolado tras escribir la muerte del personaje inspirado en su abuelo en Cien años de soledad. La literatura de verdad dista mucho de ser un mero entretenimiento. 

Como son muchas las reflexiones de Cabré en esta obra, tan sólo recogeré alguna de ellas, y de forma sucinta, porque de lo que se trata es de animar a la lectura de este libro chiquito, pero de gran valor, que creo que puede ser un regalo perfecto el jueves, en el Día del Libro, pues es una hermosa reivindicación del valor de la literatura, un canto de amor a la cultura. Es muy bello el modo en el que Cabré pone en valor a la figura del profesor de literatura, ese maestro que, afortunadamente, todos hemos tenido en la escuela. El que intenta transmitirnos la pasión por la lectura, el que en medio del embrutecimiento o el desinterés, de tantas distracciones al placer sin igual de un buen libro, logra ver en los ojos de un alumno el destello de una afición incipiente, de un amor por las letras. 

No es particularmente optimista la visión de Jaume Cabré sobre esta sociedad, pero sí muy lúcida, lo cual no nos llena de entusiasmo hacia el futuro, pero siempre ayuda para reflexionar sobre el mundo en que vivimos. Afirma en algún momento de la obra que "la sociedad occidental se está volviendo Homer Simpson, y esto es francamente preocupante". Reivindica la complejidad, el esfuerzo y la disciplina. También, algo maravilloso y absolutamente necesario, el silencio. Cuenta Cabré que en esta sociedad existe miedo al silencio, cuando nada hay más gozoso que ese momento de silencio con la compañía de un buen libro. Se teme a silencio hoy en día, pero es necesario para crecer como personas, para madurar, para pensar, para mirar al mundo frenético y alocado que nos rodea. 

Habla mucho, con pasión desbordante, Cabré de su oficio de escritor, de los mecanismos de construcción de una historia. De hecho, va construyendo un relato breve a lo largo de las páginas. Primero unos personajes, una escena inicial de intriga. Después decide el aspecto físico de los mismos, su profesión, el lugar en el que se conocieron, sus motivaciones, algún detalle que puede ser nimio o que puede resultar crucial en el relato. También cuenta vivencias y experiencias sobre el oficio, relatando en ocasiones historias de otros autores. Recorre toda la obra aquella del "hombre de Porlock", expresión que se emplea para aquellas distracciones de la labor creadora de un escritor y que Cabré explica así: "Porlock es un pueblecito cercano a Nether Sowey, en el condado de Somerset, en el sudoeste de Inglaterra, ¿Qué tienen los hombres de Porlock que los relacione con el acto creativo de la literatura? En Nether Sowey vivía Samuel Taylor Colerigde, ese al que un vecino de Porlock interrumpió en plena redacción del poema Kubla Khan". Cuando el vecino se fue y dejaron de hablar de banalidades, el autor fue incapaz de proseguir con el poema, que quedó a medias. 

Son tantas y tan sugerentes las reflexiones sobre la literatura del autor. Por ejemplo, esa afirmación bellísima y que tanta verdad encierra de que "la libertad es una librería", o las inevitables dudas sobre qué habría pasado con la carrera de este o aquel escritor o compositor musical (muestra Cabré en este libro su pasión por la música clásica) si no hubiera muerto joven, si hubiera perdido la vista o la audición, incluso si contara con ordenadores modernos como los de ahora y no tuviera que andar transcribiendo sus composiciones en cuartillas precarias... 

Uno siente al leer Las incertidumbres que está conversando tranquilamente con Jaume Cabré, que estamos compartiendo un café mientras charlamos sobre una pasión común, la literatura. Y el lector, aquel que quedó deslumbrado con Yo confieso, se siente un privilegiado por escuchar a Cabré hablar sobre su oficio. Contarle que la literatura no es mentira, que nada hay más serio y verdadero que la literatura. O decirle que "no se puede releer creyendo que no comporta riesgos". O contándole cómo un párrafo en un libro que el lector apenas lee una vez en su vida ha sido reescrito y releído decenas de veces por el escritor hasta que ha encontrado el ritmo, el tono y la musicalidad adecuadas. A Jaume Cabré, según cuenta en estas páginas, le sirve de ayuda tras acabar la escritura de una gran obra que tantas horas, años más bien, y esfuerzos le ha requerido, escribir breves ensayos sobre el proceso de creación literaria. Al lector le fascina y le hace enamorarse aún más de su talento y de esta pasión compartida por los libros. 

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