Mi primer Sant Jordi

Hace tiempo leí a alguien, siento no recordar ni quién ni dónde lo dijo, explicando que envidiaba a aquellas personas que aún no han leído los grandes clásicos, a los que aún no conocen esta o aquella sinfonía, a todos los que tienen por descubrir las obras maestras del séptimo arte... Porque nada hay equiparable a la primera vez. En ese sentido, todos somos envidiables porque hay muchos autores, obras o películas por descubrir, de esas que parecerán escritas o rodadas para nosotros y de las que tal vez ni siquiera hemos oído hablar, o quizá de las que llevamos mucho tiempo queriendo conocer. Esa sensación única del que descubre, del aventurero en tierra inexplorada, esa primera vez sentí ayer en Sant Jordi, la fiesta de los libros y la rosa, de las letras y los sentimientos, de la cultura y el amor, en Barcelona

Si la ciudad condal ya es cautivadora de por sí en cualquier circunstancia, cuesta describir con palabras lo hermosa que luce el 23 de abril. La arrebatadora belleza de una fiesta ciudadana en torno a la cultura de esta fiesta enamora. Así que, lo único malo, evidentemente con unas gigantescas comillas, es que ya nunca descubriré por primera vez lo que es vivir un día de Sant Jordi en Barcelona. Pero lo que está claro es que habrá una segunda, y una tercera, y una cuarta... Cambiaremos la pasión desbordada del primer encuentro por el afecto y el amor prolongado. 

Ya desde primera hora todo está preparado en La Rambla en cualquier calle próxima para asombrar al visitante que recorre Barcelona con los ojos abiertos con los que uno se acerca a una gran obra, esa mirada despierta, con esas ganas de dejarse sorprender. Es la de Sant Jordi en Barcelona una fiesta en torno a la más irrenunciable de las pasiones, la de la lectura, Pocas sensaciones hay más poderosas, más bellas, que la de recorrer los mil y un puestos de libros en busca de aquella novela que te sorprenda, tal vez por su título, por su sinopsis, por que quieras explorar más a fondo la obra de ese autor que te sorprendió... Y, dentro de esta hermosura de letras impresas, de sueños esperando a ser vividos, de aventuras por recorrer y reflexiones por digerir que son todos esos montones de libros, están las casetas de obras de segunda mano donde uno puede perderse por largo tiempo en busca de novelas o ensayos que te atraigan. Una invitación a comprar ávidamente libros que ya han hecho vibrar a otras personas antes y que ahora están ahí dispuestos a cambiarte, a removerte, a hacerte sentir emociones si te dejas envolver por su historia. 

Rodeado de tantísima gente que comparte la pasión por la literatura, en una ciudad invadida por la cultura, por los libros y las rosas, por un sentimiento lúdico y festivo mires por donde mires, uno observa que hay personas que buscan libros concretos. Los clásicos best seller o libros más vendidos. Alguna obra de este o aquel autor. La última novela de su escritor de cabecera. También están quienes esperan largas colas para poder charlar unos minutos con el autor de sus novelas preferidas. Una legión de seguidores de Ken Follet, por ejemplo, esperan para que el escritor estampara su firma en una de sus novelas. Es otro de los muchos momentos mágicos que regala Sant Jordi, el encuentro entre escritor y lectores. 

Recorriendo ayer las calles de Barcelona, en especial La Rambla, arteria principal de las letras, te invade la sensación , ciertamente más gozosa que molesta, de estar dejándote llevar, de no tener del todo (o en absoluto) el control de lo que te rodea, de adónde te dirigen tus pasos. Una magnífica sensación de ser consciente de que algo se te está escapando, por fuerza, pero que, por esa misma razón, en cualquier momento puedes encontrar una sorpresa en cada esquina. Tantos puestos, tantos autores firmando sus obras... En cada plaza o rincón surge algo inesperado, algo nuevo que te emociona. Por ejemplo, los conciertos organizados por las radios (M80 y Catalunya Radio) en la Plaza de Catalunya, o la retransmisión en directo de la programación de TV3 desde ese mismo escenario, la música en directo en plena Rambla gracias al Club de Cultura TR3C. 

Otra de las grandes sorpresas del día fue el puesto en la plaza Real de 1010 ways to buy without money (1010 maneras de comprar sin dinero). Es una preciosa iniciativa que permite comprar libros de segunda mano sin pagar con dinero. ¿Cómo se paga entonces? Con precios "sociales", con compromisos y acciones que hagan un poco mejor el mundo que te rodea y, de paso, que te hagan un poco mejor a ti. Son pagos como "abraza a un desconocido", "abraza a 20 personas", "llama a tu madre y dile que la quieres", "lee este libro a una persona ciega", "baila en la calle", "dona sangre" o  "un mes sin comida rápida". El comprador se compromete a llevar a cabo esta acción, cada una con una pequeña ficha dentro de cada libro, y debe enviar a través de las redes sociales o el correo electrónico el testimonio gráfico de que ha cumplido con su palabra en el plazo de un mes. 

El ambiente festivo que recorre toda la ciudad es contagioso. Hombres con sus rosas y sus libros, igual que las mujeres (todas las estadísticas muestran que ellas leen más que ellos), grupos de jóvenes y niños en busca de rosas para sus madres o abuelas y de libros con los que disfrutar, turistas con una hoja con preguntas (qué quieren, uno que es un poco mirón) sobre la tradición de Sant Jordi que, suponemos, deberán después responder con el grupo del viaje... Es un día muy especial que uno termina extasiado por haber vivido tanto en tan poco tiempo y también por haber reservado, al comprar unos cuantos libros, tantos buenos ratos, tantos personajes que calarán hondo (o no, la literatura es imprevisible), tantas experiencias, tantos refugios ante el frío de ahí fuera y tantas armas contra las injusticias, contra la intolerancia, contra los prejuicios, tantas armaduras de conocimiento, tantos retos. 

De las rosas, el otro gran protagonista del día junto a los libros, no he dicho nada hasta ahora. Rosas predominantemente rojas, pero también de otros colores (hasta azules vi), y a lo largo de multitud de puestos, algunos de instituciones solidarias como la Cruz Roja. En la Rambla, junto a ellas, los puestos de libros (la cabra tira al monte) de distintas librerías y editoriales, pero también de asociaciones culturales, instituciones como la ONCE o Greenpeace y partidos políticos (últimamente me sobran bastante en todos lados, pero ahí estaban también, y derecho tienen a ello, claro). Por cierto, la caseta del PSC estaba como a mitad de Rambla y con escasa afluencia de gente, lo cual es una doble metáfora de su situación actual. Me sorprendió (y me agradó) ver que la caseta de ERC estaba situada a escasos 10 metros de la Sociedad Civil Catalana. 

El proceso independentista, evidentemente, también ha dado estos últimos meses para muchos libros de ensayos, historia y reflexiones políticas. Razón por la cual también estaba presente ayer en las casetas de libros, si bien su presencia no era ni mucho menos dominante, claramente inferior a la de las novelas. Celebro comprobar que las fábulas genuinas y las invenciones más depuradas, las de las novelas o la poesía, cuentan con mucha más presencia (y quiero pensar que predicamento entre los lectores también) que esas otras baratijas de los discursos políticos

 Vivir Sant Jordi en Barcelona es, en fin, una experiencia extraordinaria. Llevaba mucho tiempo queriendo acercarme a esta fiesta y, lejos de ver defraudadas mis expectativas, estas han sido superadas con creces por estos ríos de gentes felices, por ese espíritu lúdico y cultural de cada evento alrededor de La Rambla, por tantos libros e historias, por esa hermosa combinación de las novelas con las rosas, por las sonrisas infantiles ante los tebeos (una sociedad que cuida a los lectores futuros es una sociedad con una razonable esperanza), por la emoción de los lectores a la espera del encuentro con su escritor favorito, por asistir a programas de radio en la cale (si de Barcelona decíamos que ya es hermosa de por sí, pero en días como el de ayer directamente se rompe de belleza, lo mismo exactamente podemos afirmar de la radio, medio mágico, cuando sale a la calle)... Por tantos momentos inolvidables, en fin, por ese celebrar la vida y el arte, la cultura y lo que le da sentido a la existencia, Sant Jordi es un día formidable que espero volver a vivir cada año en Barcelona. 

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