Picasso-Dalí, Dalí-Picasso

"Picasso es español; yo, también. Picasso es un genio; yo, también. Picasso es comunista; yo, tampoco". Con estas palabras reflejaba Salvador Dalí en una conferencia titulada Picasso y yo en noviembre de 1951 el distanciamiento ideológico entre los dos artistas. Se llevaban 24 años, pero tenían muchos puntos en común. De entrada, en efecto, como con esa pose de nula humildad que le caracterizaba afirmó el propio Dalí, que fueron dos genios. La política, la Guerra Civil español, les separó, pero su relación, tanto personal como artística, fue estrecha durante muchos años. De ese desencuentro final, pero sobre todo de las influencias y la admiración mutuas entre dos de los más grandes referentes del arte español del siglo XX, trata la prodigiosa exposición Picasso-Dalí, Dalí-Picasso organizada por el Museo Picasso de Barcelona. 

Hay que agradecer a esta pinacoteca la cuidada presentación de esta exposición temporal, que estará abierta al público hasta el 28 de junio. Para quienes son expertos del arte, la muestra posee un enorme valor por la cantidad de obras de ambos genios y por ese hilo conductor permanente de la influencia mutua, sobre todo de Picasso a Dalí, por el diálogo constante entre sus obras. En cada sala se detallan algunos de esos intereses temáticos y artísticos comunes. El autoretrato, la pasión por Velázquez que ambos compartían, su experimentación con las formas y los nuevos estilos artísticos, el empleo de objetos corrientes como obras de arte, incluso el retrato del horror y la atrocidad de la guerra en los albores del conflicto civil que terminaría deteriorando esta amistad, como tantas otras en nuestros país, como el país en su conjunto, cabría decir. Sin caer en la tentación obscena y cegata de etiquetar a los artistas en función de sus planteamientos políticos, la muestra expone el talento descomunal de ambos. Picasso, leal a la República. Dalí, comprensivo con el franquismo. Pero ambos dos genios, dos de los mayores artistas de la historia reciente de España. Dos genios cuyo arte, obviamente, está muy por encima de sus posiciones políticas. 

Decía que quienes sean expertos del arte gozarán del buen número de obras de enorme calidad de Picasso y Dalí. Para quienes estamos muy lejos de ser expertos, el Museo Picasso de Barcelona incluye en cada sala un panel explicativo de la época a la que pertenece cada obra y de la relación entre los dos artistas que se agradece mucho. Como se explica al comienzo de la exposición, donde se incluyen también publicaciones de medios de comunicación de la época de ambos artistas, alguna edición del Dalí News que el artista ampurdanés publicaba para su mayor gloria, así como correspondencia privada entre ambos genios (siempre con Dalí como remitente), "Picasso ayudó a Dalí durante los primeros años de la carrera del joven artista y, en los años treinta, tanto Dalí como Picasso participaron en el proyecto surrealista". 

En ese diálogo sugerente y atractivo que plantea el museo entre los dos artistas, quizá una de las influencias más claras de Picasso sobre Dalí se muestra en la comparación entre Retrato de Olga, bella pintura de Picasso, y Retrato de mi hermana, que Salvador Dalí revisó y sobre el que volvió a trabajar después de visitar el taller de Picasso en 1926. Para el genio ampurdanés, Picasso, 24 años mayor que él, fue una referencia, un pintor admirado con el que no sólo entabló una amistad y una entrañable relación personal durante muchos años, sino también un fluir constante de ideas y planteamientos artísticos, de retos a lo convencional. Para el joven Dalí aquel encuentro, se explica en la exposición, marcó un antes y un después. 

Otra de las salas donde se refleja de forma más clara los intereses comunes entre los dos genios es aquella en la que se muestra cómo ambos derivan hacia el surrealismo en sus obras y reflejan los sueños, la sexualidad, el simbolismo, las formas irreales que representan ideas de un modo nunca antes visto. También es muy divertido el apartado en el que se exponen obras de arte formadas por objetos normales, como la Chaqueta afrodisiaca de Dalí, recubierta de vasos de licor con Pippermint y un sujetador. 

El collage como técnica artística, simbolizada en la obra de Dalí Los primeros días de la primavera, que incluye muchos pequeños cuadros en uno, da paso a la parte más amarga de la exposición, aquela en la que nos encontramos con lo bocetos y dibujos de ambos artistas representando los horrores de la Guerra Civil. Por cierto, se incluye un dibujo de una de las figuras que Picasso empleó en el Guernica, tal vez la obra cumbre de este artista y una de las más importantes de nuestra historia. 

Dalí y Picasso también compartieron admiración por Diego Velázquez. La exposición incluye, precisamente, un artículo escrito por el artista catalán en La Vanguardia en el que afirma que las dos obras de arte más importante de la historia de España son La rendición de Breda de Velázquez, y el Guernica de Picasso. Los dos artistas cuya relación es analizada al detalle en esta sensacional exposición que se nutre en parte de obras que hacía mucho que no se podían disfrutar en España, como varias procedentes del Museo Dalí de San Petersburg (Florida), mostraron esa devoción por Velázquez en sus obras, algunas de las cuales están expuestas en esta muestra. 

Una de ellas, quizá la que más me fascinó de cuantas recoge esta deliciosa muestra, es Velázquez pintando a la infanta Margarita con las luces y las sombras de su propia gloria. Es un cuadro excepcional, perturbador, apasionante. De esos delante de los cuales uno puede estar mucho, mucho tiempo y no terminar de descifrar todo lo que esconde. Es este cuadro de la derecha. En él, como se ve, aparece en primer plano la infanta Margarita, retratada en las Meninas. Pero la obra cuenta con distintas dimensiones. A la izquierda podemos ver un largo pasillo con cuadros de Veláquez. En la parte izquierda del cuadro, abajo, aparece la sombra del propio pintor y delante de él, un lienzo donde aparece la propia infanta Margarita. Una obra impresionante, laberíntica, rompedora, que desafía la lógica, perfecto colofón a una exposición deslumbrante, un diálogo amistoso entre dos de los mayores genios del pasado siglo. 

Y es quizá esa cualidad, la de desafiar a la lógica, la de romper con los esquemas clásicos, con los modos tradicionales de representación, lo que más une a Picasso y a Dalí, supongo que tanto a ellos en su momento como a sus obras ahora y siempre, porque son inmortales. Como muestran muchas de sus obras, ambos dominaban a la perfección esos estilos clásicos. La maestría de sus trazos, la belleza armoniosa de sus cuadros más convencionales así lo acreditan. Pero no les sirvió y, una vez que dominaban lo posible, decidieron abordar lo osado, lo rompedor. Se trata, en fin, de conocer a la perfección cómo se debe hacer algo para, acto seguido, destrozar cada norma y hacer exactamente lo contrario. Porque el arte es experimentación, desafíos, retos, provocaciones. Y de ello sabían mucho ambos. De ahí la asombrosa variedad de sus obras, correspondientes a sus distintas etapas creativas. Eran, lo dijo Dalí en 1955, dos genios, reunidos ahora en el Museo Picasso de Barcelona. 

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