Pride

Pride es una de esas (pocas) películas de las que se sale del cine con ganas de compartir las emociones vividas, de las que inyectan buen rollo y optimismo en vena, de esas cintas vitalistas que se terminan de ver con una amplia sonrisa y con alguna que otra lágrima. Esta deliciosa película británica es, en fin, de esas que recomiendas a todo el mundo alrededor convencido de que gustara. Así que, a ello vamos. Pride está basado en una asombrosa, bella e increíble historia real que merece ser recordada. Durante una dura huelga de mineros en el Reino Unido contra el gobierno de Margaret Tatcher en 1984, un grupo de gays y lesbianas deciden recaudar fondos para ayudar a los mineros y a sus familias, por lo que forman el movimiento LGSM (Lesbianas y Gays Apoyan a los Mineros, por sus siglas en inglés). 

El entorno rural de los pueblos mineros británicos no es particularmente tolerante con los derechos de los homosexuales. Es una unión inverosímil, pero que sin embargo sucedió en realidad. Se muestra en la cinta, una adorable comedia coral, cómo los gays aprecian que los mineros están sufriendo la incomprensión de la prensa, la persecución gubernamental y la fragilidad como grupo que también les afecta a ellos como comunidad que reclama sus derechos. Es un bello canto a la solidaridad, A no luchar sólo por lo que te toca directamente, sino a comprometerse contra todas las injusticias que hay en tu mundo. Sobre todo porque, lo veas o no, todas te afectan. "Los policías han dejado de hacer redadas por nuestros locales. ¿Por qué será?", se escucha en un momento de la película. "Porque están en otra parte", amedrentando a los mineros. Así que el LGSM se decide a ayudar a los mineros, y eso que al principio no es una ayuda particularmente bien recibida por parte de estos, temerosos de ser asociados con los homosexuales.

El sindicato minero, de hecho, rechaza esos fondos recaudados por el grupo de gays y lesbianas. Pero ellos no se rinden y llevan el dinero directamente a un pueblo de Gales. No todo el mundo termina de aceptar eso de recibir la ayuda de unos "pervertidos". Empiezan siendo las mujeres de los mineros las que más cariño dan a los homosexuales. La cinta, aunque parte de un hecho real, se convierte en ocasiones en un agradable cuento, en una fábula de unidad dejando a un lado las diferencias, de comprensión y tolerancia. Para ello incluso se hurta al espectador escenas duras de las cargas policiales o los peores momentos en los que los gays sufren por el odio y la intolerancia. Es una película con muchos logros que oscurecen sus también existentes puntos débiles. Una música maravillosa, unas interpretaciones soberbias y la potencia indudable de la historia. 

Es una cinta coral en la que casi todos los protagonistas aportan algo. Nadie sobra. Del lado del LGSM tenemos al líder activista, el que lleva adelante el proyecto y vence las resistencias de la comunidad homosexual, donde también hay personas que no ven con buenos ojos desaprovechar esfuerzos y recursos en ayudar a los mineros, más bien conservadores en su mayoría, mientras que ellos aún tienen mucho por lo que luchar en el reconocimiento de los derechos. También está el joven homosexual que no se atreve a salir del armario en su casa y para quien unirse al LGSM es una vía de escape para vivir como él realmente siente. "La vida es muy corta", le recuerda otro miembro del grupo en un momento decisivo del filme. Está el galés que huyó de esa localidad porque no tuvo la comprensión de los suyos a su forma de amar y vivir... Varios de los personajes del filme son reales y se nos cuenta en los créditos finales qué fue de ellos tras esta historia, que transcurre en un sólo año: del día del Orgullo Gay de 1984 al de 1985. 

Mientras, en el grupo de los mineros, está el líder sindical que desde el primer momento agradece de corazón a esas personas que le ofrecen su ayuda cuando más lo necesitan. "Cuando luchas contra un enemigo mucho más grande, mucho más fuerte, y descubres que tienes amigos que ni siquiera conoces, es lo mejor del mundo", dice este minero en un bar de ambiente gay para agradecer a todos los que han dado fondos en la recaudación para ayudarles en su lucha. Pero también está la madre y esposa de minero que considera que recibir la ayuda de unos "pervertidos" será un lastre para la huelga, o los jóvenes que temen que se les pueda pegar algo de esos gays. "Nunca he visto a un gay", le suelta u minero al líder del LGSM en una conversación. "Eso, que tú sepas. Yo nunca había visto a un minero, tampoco". 

Y aquí vamos al punto central de la película, a su gran acierto. Hace comedia con una historia dramática, puramente dramática: una huelga de más de un año, unas personas que se sienten odiadas e insultadas por el mero hecho de amar a alguien de su mismo sexo, el surgimiento demoledor del sida en aquellos años... Y, sin embargo, el espectador ríe, mucho y con ganas en la película. Y sale de ella con vitalidad, con optimismo, creyendo un poco más en el ser humano. Se disfruta con la inigualable fascinación que despierta la unidad de personas corrientes forzadas por avatares e injusticias de la vida a convertirse en activistas, manifestantes, héroes de una causa justa. "No hay nada peor que una causa perdida", se escucha en un momento del filme.

La película es honesta y sincera. Creo que esquiva bien los riesgos que traía aparejados consigo la idea llevar al cine esta historia real: caer en los estereotipos excesivamente marcados en la construcción de los personajes y dejarse llevar por el efectismo. Algo de ambos vicios hay en la película, sobre todo del segundo, pues hay recursos dramáticos efectistas y un poco tramposos, pero se perdonan por el tono de fondo del filme. Creo que la objetividad no existe, afortunadamente, en el cine. Desde el momento en el que se elige una historia y no otra, se está dejando un rasgo de subjetividad. Se trata en ese caso de ser honesto y no convertir la película en un panfleto. Y considero que esta película es comprometida y social, pero no es un panfleto, por mucho que a trogloditas homófobos o a personas con alergia a la lucha sindical y obrera les pueda provocar urticaria.

Pride es, en resumen, una película entretenida, tierna y muy divertida, aunque también se llora en algún momento. Se recrear una historia digna de ser recordada y unos sucesos que resultan increíbles, como el paternalismo injusto y desigual del gobierno británico que por aquel entonces establecía por ley una edad de consentimiento de relaciones sexuales de 16 años si eran relaciones heterosexuales, pero de 21 si se era gay. "La ley es sabia y te protege", le suelta la madre de un chico gay en un momento del filme. Asombra que esa ley existiera. Estamos hablando de 1984, no del siglo XIX. Pero sí. Esa ley existía. La película refleja también esa actitud pausada, pacífica, vitalista, despreocupada y absolutamente libre de los personajes homosexuales que reconocen su condición sexual públicamente y no están dispuestos a esconderse. Al contrario, se apropian de los discursos que el odio y la ignorancia dirige hacia ellos. Una actitud muy necesaria en el cine. 


La película es igualmente toda una antología de lo que debe ser un movimiento social, pues se hace un canto a la unidad y a la solidaridad, a poner en el acento en lo que une a las personas y no caer en el endémico mal de los movimientos sociales de remarcar las, generalmente, minúsculas diferencias. El mejor momento del filme, de esos que justifican una película, es cuando los mineros y los miembros del LGSM cantan espontáneamente Bread and roses (Pan y rosas), un hermoso himno de las luchas sociales basadas en un poema de James Oppenheim en el que se escucha "luchamos por el pan, pero también luchamos por las rosas". Por el alimento, pero no sólo el que da la comida, sino también el otro, el espiritual, el del alma. Bellísima canción. Imposible que no conmueva ese momento mágico. 

 La cinta, como digo, cae a veces en recursos efectivas, en alguna ocasión se adivina con facilidad lo que ocurrirá en la escena y en la parte final del filme hay un momento en el que parece que la historia se va a deshilachar, aunque un bello final salva ese pequeño bache y la reconduce. Es una película imperfecta, pero maravillosa. En la balanza gana lo bien que te hace sentir, el hermoso mensaje que lanza, lo a gusto que te encuentras durante las cerca de dos horas de metraje. Acabar una crónica como voy a hacer con esta es un topicazo de esos de los que hay que huir, pero así lo siento. Vayan a ver Pride. No se arrepentirán. 

Comentarios