Museo Picasso de Málaga

"Hay que despertar a la gente. Sacudir su manera de identificar las cosas. Habría que crear imágenes inaceptables. Que la gente eche espumarajos de rabia. Hay que obligarlos a comprender que viven en un mundo muy raro. Un mundo que no es nada tranquilizador. Un mundo que no es como ellos creen...". Esta es una de las reflexiones de Pablo Picasso que ilustran cada una de las salas del museo dedicado a este genio en su ciudad natal. El Museo Picasso de Málaga fue inaugurado hace apenas doce años gracias a la cesión de Christine y Bernard Ruiz-Picasso, nuera y nieto del autor del Guernica, y a la voluntad de la Junta de Andalucía por reunir parte de la obra del artista malagueño más universal de todos los tiempos. 

El visitante entra en una pinacoteca coqueta pero llena de tesoros reunidos en distintas salas en función de temáticas relevantes en la magna obra de Picasso, que estuvo 80 años creando, de ahí en parte su extraordinaria variedad y su innovación permanente, su ruptura con las formas convencionales, su legado de vanguardia. El museo, situado en el bello Palacio de Buenavista, reúne 233 obras del genial artista. En cada sala una frase de Picasso resumen su forma de entender el arte. En ellas muestra su discrepancia con la idea de los cánones de belleza, "que queremos aplicar hasta al amor", dice. Rompe con esos esquemas rígidos. En otra frase censura que siempre se representen igual ciertas cosas, como los ojos. Él rompe, adopta nuevas formas, abre caminos hasta entonces inexplorados y logra transmitir emociones con esos trazos novedosos, con esas caras tan expresivas con una explosión de color y formas abstractas. 

Todo en Picasso es rompedor, distinto, nada convencional. La primera de las salas del museo está dedicado a la maternidad, donde sobresale el cuadro Madre y niño, de 1921. La fecha en la que se pintó cada lienzo da una idea de la fructífera longevidad creadora del artista malagueño. Ocho décadas de creación. En otra de esas reflexiones de Picasso que el visitante lee en el sobrio fondo blanco de cada sala donde se reúne su obra aparece la idea de que lo que de verdad le entusiasmaba al genio malagueño era crear mucho y rápido. No veía nunca terminada una obra y cuando lo hacía, perdía el encanto, como las huellas a la orilla del mar que terminan desvaneciéndose. Picasso contempla muchas obras en un cuadro, todas las fases por las que pasa hasta que la da por terminada. Y vuelta a empezar. Vuelta a crear, a soñar, a figurar, a destrozar cánones y normas preestablecidas. 

Hasta los temas más clásicos como el retrato o los bodegones adoptan formas novedosas. No porque el autor quiera implantar nuevos estilos, lo deja clara en otras de esas afirmaciones que tan bien acompañan la visita del museo, sino sencillamente porque él plasma en el lienzo lo que le inspira aquello que quiere retratar. Fascina particularmente el modo en el que el autor capta el movimiento en Acróbata, creación de 1930, y también el original retrato de la fotógrafa Dora Maar, que fue la musa de Picasso en los años 30, en el bello y perturbador Mujer con los brazos levantados. Al autor malagueño le interesa crear y para ello se sirve de otras artes más allá de la pintura. En la pinacoteca se incluyen también esculturas. Hasta se atreve con la cerámica. También se siente atraído por símbolos de la tradición cultural española como los toros, a los que su padre era un gran aficionado. 

Precisamente en Málaga también se puede visitar, en la Plaza de la Merced, la casa natal del artista, donde se recrea cómo era la vida de Picasso en sus primeros años. En realidad, el artista vivió muy pocos años en Málaga pero, como se explica en este cuidado museo, siempre estuvo marcado por las tradiciones españolas y el recuerdo de su ciudad natal. Allí se explica la importancia del padre de Picasso, pintor menor y maestro de futuros artista, en la carrera posterior de su hijo. El artista nació en una familia acomodada donde se le infundió la admiración por las representaciones artísticas. En su casa natal se pueden ver fotografías antiguas, las notas de Picasso en la escuela o el censo de su familia. 

Asombra al recorrer el Museo Picasso de Málaga, volvemos a las creaciones del genial artista reunidas en su ciudad, comprobar que estuvo ocho décadas entregado al arte, a la provocación, a la innovación con creaciones rompedoras con toda clase de estilos. Nada se le resistía y nada desdeñaba. Con todo quiso probar. Con los pintores vanguardistas como Picasso, genio del cubismo, nunca está de más recordar que no pintaban de ese modo abstracto  porque no supieran hacerlo de otra forma (aquello tan típico de "esto lo pinto yo" o, peor, "esto parece obra de un niño de tres años"). Muy al contrario, estos artistas son autores que dominan a la perfección el arte clásico, convencional, académico (varias muestras de eso hay también en el Museo Picasso de Málaga como el retrato de Olga Khokholova con mantilla) y sólo desde esa maestría se dedican a romper con todo, a cambiar las normas, a sorprender y experimentar. 

Visité el Museo Picasso de Málaga y su casa natal hace un par de semanas, cuando estaba de vacaciones en Torremolinos. Málaga demuestra, especialmente en los últimos años, cómo es necesario apostar por nuevos alicientes más allá del sol,  la playa y la exquisita gastronomía (si van a la ciudad, visiten El Pimpi) para atraer al turismo. Estos son muy importantes, sin duda, pero es muy inteligente esforzarse también por ampliar la gama de actividades que se puede ofrecer a los visitantes. Y el arte es sin duda una oferta excepcional. Este año, Málaga ha inaugurado el Museo Ruso y una delegación del Pompidou en una apuesta por la cultura que a buen seguro reforzará aún más la sólida cifra de turistas que visitan la formidable ciudad andaluza

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