Irrational man

Un buen amigo dice que cada vez tiene más claro que no valora a directores o escritores en general, sino a sus obras una por una, de forma aislada y diferenciada. De un cineasta puede haberte fascinado una película y dejarte frío otra, por la historia, el guión, los personajes, el desarrollo de la trama o cualquier otra circunstancia. El sello del director está ahí, reconocible, pero de una misma mente puede salir una obra que te marque y otra que, aún no disgustándote, tampoco te arrebate. Pensé esto el otro día tras ver, junto a este buen amigo, Irrational Man, la última película de Woody Allen. A nadie debo tantos y tan buenos ratos en una sala de cine como al octogenario cineasta neoyoquino. Y en esta película están todos los rasgos inconfundibles de su talento. Vale la pena, siempre la vale, disfrutar de la última creación de Allen, que sigue al envidiable ritmo de película por año desde 1982. Es un regalo poder descubrir cada año su última obra. Además, literalmente, porque se estrena siempre desde hace tiempo en el último fin de semana de septiembre, por lo que coincide con mi cumpleaños y es siempre un sensacional presente, igual que el Mundial de ciclismo, por cierto, que también se corre por estas fechas.

La propia sinopsis de Irrational Man no deja lugar a dudas de quién es su director. Abe Lucas (un excelso Joaquin Phoenix) es un profesor universitario de Filosofía en una depresión, que piensa que la vida no tiene sentido, de vuelta de todo, desilusionado, pesimista, melancólico, reflexionando sobre la futilidad de la existencia. Un alter ego del propio Allen, pero llevado al extremo. Todo cambia cuando se encuentra con Jill Pollard (Emma Stone, que repite con el cineasta neoyorquino tras Magia a la luz de la luna), su estudiante más brillante, quien queda prendada de su romántico y fatalista profesor. Más concretamente, todo cambia cuando Lucas encuentra un sentido a su existencia con una decisión irracional y arriesgada, que es a la que alude el título y de la que no conviene revelar más que lo necesario. 

Se diría que la película es un compendio de los últimos trabajos de Woody Allen si no fuera porque, en realidad, todas lo son. Desde los créditos de entrada hasta la música, pasando por los ambientes en los que se desarrollan las tramas (de clase alta, generalmente, personajes inteligentes, cultos) y por los asuntos tratados (el sentido de la vida, el amor, el deseo, la atracción, la culpa, los delitos, las crisis existenciales...) la cinta es puro Allen. Como la última. Como la siguiente. Decir que el director neoyorquino hace siempre la misma película es probablemente exagerado, pero lo cierto es que todos buscamos en sus filmes, y siempre lo encontramos en mayor o menor medida, su genialidad, sus inconfundibles toques, su visión pesimista de la vida, el contraste entre la realidad y las trampas que los humanos nos hacemos para encontrarle sentido a la vida (llamémoslo filosofía, religión o amor). 

Por el asunto tratado y el enfoque empleado, la cinta recuerda a la brillante Match Point o, yendo más atrás en el tiempo, a Delitos y faltas. Pero también tiene un toque de humor que la emparenta, aunque sea en algunas escenas y en la motivación  de algunos personajes ("la gente se inventa grandes  dramas para llenar sus vidas huecas") a la genial y disparatada Misterioso asesinato en Manhattan. Por el tono reflexivo, también tiene puntos en común con la deliciosa Midnight in Paris. Y, si cambiamos razón y creencias por optimismo vital o deprimente y derrotista actitud ante la vida, también hay claros parecidos entre Irrational Man y la tan ligera como inteligente Magia a la luz de la luna, donde Emma Stone da vida a un personaje con más dobleces que en esta última. 

La última cinta de Allen no está, para mí, entre las mejores de las suyas. De hecho, creo que es de las que menos me han convencido en bastantes años. No es una mala película. Sigue estando por encima de la media de lo que se ve hoy en el cine. Pero me falta algo. Decía el genial director en Conversaciones con Woody Allen, un muy recomendable libro de entrevistas de Eric Lax para los admiradores del cineasta, que nunca lee las críticas de sus películas. Y da una razón difícil de rebatir: le gustan las reacciones sencillas porque las críticas "no son más que racionalizaciones concebidas para justificar una respuesta emocional a la película". Así que, en efecto, eso que me falta en esta película, que me deja una extraña sensación de cierto vacío que hacía mucho que no sentía con un trabajo de Allen probablemente no se pueda racionalizar. 

Me gusta la película. Me encanta el tema central de la misma, pues plantea una reflexión tan políticamente incorrecta como sugerente e interesante. También el tono de la cinta, dramática pero con toques de humor negro, ese contraste entre dos personajes con actitudes tan distintas ante la vida como el profesor universitario depresivo y la estudiante que lo adora (también me gusta la locura que añade Rita Richards, una profesora que no ama a su marido y quiere que Lucas la rescate de esa convivencia y la lleva a España, un país "muy romántico", dice"). Pero no me llena. Reconozco, cómo no hacerlo, en Irrational Man los toques de ingenio, inteligencia y genialidad de Allen (hasta en su lista de la compra, si es que él la hace, que no creo, habrá talento). Pero no me convence del todo. No me cautiva como hacen casi todas sus otras cintas

Y añado algo ya muy personal, pero que me chirría en la película, que me sobra: las voces en off. En general, este recurso me gusta poco. Ya digo, es algo personal, una manía, quizá. Pero casi siempre creo que es un recurso que estorba, que resulta innecesario. No hace falta que se subraye lo que el personaje siente en cada situación. Podemos llegar a entender que alguien, por ejemplo, se está enamorando sin necesidad de que nos lo cuente explícitamente, con miradas o titubeos. De hecho, agradezco que se nos muestre y no se diga abiertamente. Con la voz en off a veces se da todo demasiado masticado al espectador, o se traza por dónde debe discurrir la historia, qué piensan los personajes, qué conclusiones debes extraer de cada situación... Me sobra un poco. Y en esta película, incluso me resulta algo incoherente al final. En todo caso, ya digo, es una manía personal como otra cualquiera. 

Como siempre en las películas de Allen, la música es deliciosa. Y lo son también las interpretaciones. El director neoyorquino, tan dado a minusvalorar su excelsa trayectoria ("detesto todas mis películas", leí en una entrevista el otro día) suele decir que su trabajo es sencillo: se trata de elegir a buenos actores y actrices y no estropear mucho su trabajo. Obviamente esto no es así. Pocas voces tan personales, inteligentes y talentosas ha dado el cine en las últimas décadas como la de Woody Allen. Así que, de eso nada. Pero sí es verdad que por la filmografía de Allen han circulado a lo largo de estos años magníficos intérpretes. En Irrational Man, Joaquin Phonenix se sale, se come la pantalla. Sólo por su excepcional interpretación de profesor deprimido, primero, y renacido después, volviendo a apreciar la vida, vale la pena ver esta película. También Emma Stone, en su segunda participación en cintas del director neoyorquino, rinde a un muy alto nivel. Es una película de Allen, con la filosofía, el deseo, la culpa... Los temas clásicos de Allen, quien sigue regalándonos historias cada año. Que siga así por mucho tiempo. 

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