Sentirse español


Si Fernando Trueba no intuía el revuelo que iban a levantar sus palabras al recoger el premio nacional de cinematografía es que conoce poco a España. Ya saben. El director de cine dijo, delante del ministro de Educación y Cultura, Íñigo Fernández de Vigo, que no se sentía español, que no se había sentido español ni cinco minutos. Declaraciones que lo tenían todo ser la polémica que exprimir hasta el límite de las siguentes 24-48 horas. Para empezar, se daña al patrioterismo sensible y muy susceptible de algunos, algo que siempre duele. Más aún si quien lo hace es un director de cine, ya saben, componente de ese grupo de radicales izquierdistas sin remedio del "no a la guerra" y "de la ceja", pecado imperdonable para una parte de la sociedad española. Si a esto le añadimos el hecho de que estamos en plena campaña electoral en Cataluña ante unos comicios que Junts Pel Sí da un corte plebiscitario sobre la independencia, para qué queremos más. 

Y, sin embargo, uno asiste atónito al proceso de feroces críticas contra Trueba. Para empezar, uno esperaría de quien se opone al nacionalismo catalán que empleara el mismo empeño en atacar todo tipo de nacionalismos. Pero no. En este país seguimos teniendo una relación extraña con la libertad de expresión, nos encanta solo cuando se aplica para defender lo mismo que nosotros pensamos. Tenemos la piel muy fina y tampoco convivimos bien con el sentido del humor. Tenemos el justo y siempre ycuando vaya en la dirección adecuada, o sea, ironizando sobre algo que no nos importe, con lo que no nos sintamos identificados, pero jamás con aquello que consideramos importante, no digamos ya identitario. 

Pareciera como si no sentirse de un país no fuera una opción tan respetable como otra cualquiera. Da la impresión de que pensar que las fronteras son algo feo y a erradicar, barreras artificiales que desagradan, es ser un extraterrestre. Parece que el discurso de Trueba va más en la dirección de criticar y ridiculizar la actitud cerrada de cualquier nacionalismo, incluido el catalán, que de provocar a los españoles. Nada especialmente provocador encuentro en este discurso, aunque ya saben, lo ideal para que la libertad de expresión siga en forma, para que se ejerza el derecho, es provocar a aquello que es sagrado para alguien. 

Me resulta difícilmente rebatible el discurso de Trueba, bastante ingenioso, por cierto. No sé cuantos de quienes se han echado a la yugular del director de cine han escuchado su discurso entero, lo cual es bastante poco alentador. En este mundo de 140 caracteres, nos contentamos con leer los titulares sin entrar en el texto de la noticia. Y sí, Trueba dijo que no se había sentido español ni cinco minutos. Y no, no parece el momento ni el lugar más adecuado para afirmar tal cosa. Pero estas palabras estaban dentro de un discurso más amplio y bastante inteligente, sarcástico y divertido. De los premios, en palabras de Azcona, dijo que deberían ser "anónimos y con dotación económica", porque los galardones "hacen a la gente más débil, más tonta y más vieja". 

Siguió Trueba analizando las tres palabras del reconocimiento que recibía por su carrera profesional, creo, no por sus ideas políticas o sus sentimientos identitarios, salvo que hayan cambiado las razones por las que se premia a un director de cine. Y ahí es donde llegó la polémica al hablar del término nacional, que es una palabra que no le gusta. Pecado mortal. Contó que le habría gustado que Francia ganara la guerra de la independencia. qué siempre va con los que pierden y que en los Mundiales siempre anima a otros equipos. En ese caso bien podría ir con España porque, como acertó a definir con precisión Gil de Biedma,  "de todas las historias de la Historia, la más triste es la de España porque siempre acaba mal". En cuanto a la Guerra de la Independencia, francamente yo no preferiría que hubieran ganado los franceses, aunque los galos deberían hacerse esforzado mucho para tener un reinado más miserable y autoritario que el de Fernando VII, que pasó a la historia como el rey felón y traicionó a quienes habían aprobado en Cádiz en su nombre la primera constitución liberal de este país

A Fernando Trueba se le han echado encima recordándole las muchas subvenciones públicas recibidas por sus películas. Vista esta actitud, da la impresión de que para recibir las subvenciones del ministerio de cultura no hace falta sólo cumplir con sus requisitos sino que además el director debe sentirse español. De ahí a pedir el carné de partido hay pocos pasos. A Trueba se le otorga el premio que recogió la semana pasada en el festival de cine de San Sebastián por su trabajo y este no depende de su sentimiento nacional. Deberíamos caer en la cuenta de que mantenemos un debate escurridizo, gaseoso. Hablamos de sentimientos, nada menos. No creo que se pueda obligar a nadie a sentir nada y, sobre todo, me espanta que haya tanta gente que crea que para recibir subvenciones para una creación cinematográfica se deben tener determinados posicionamientos políticos. 

Con este discurso de Trueba muchos han querido resucitar el fantasma del no a la guerra y de la ceja.  Ya saben, esa idea según la cual todos los de la farándula son de izquierdas y tienen discursos antipatrióticos y contrarios al PP y demás. No sé si Trueba quiso provocador, actitud por lo demás muy recomendable en un creador como él, pero pienso que nada hay de extraño en sus palabras. Y, aunque alguien pueda desmayarse al percatarse de esto, son más las personas que, en efecto, no se sienten ni españoles, ni catalanes ni madrileños ni murcianos. Hay más seres diabólicos que no creen (que no creemos) en las fronteras y a quienes las banderas, los himnos y las patrias no les dicen nada. El lugar no era tal vez el mas adecuado, peor no estaría nada mal que aprendiéramos a respetar a quien piensa diferente a nosotros. De verdad, no con la boca pequeña. 

Dicho esto, me parece más coherente la actitud de aquellos creadores que no aceptan premios concedido por gobiernos como Javier Marías. Artistas, por cierto, que también son severamente criticamos a cuando anuncian su decisión. No sé si Trueba se sentirá cómodo recibiendo este premio. Ojo, no digo que no se lo merezca ni que no se le deba entregar porque no se venga arriba cuando vea ondear una bandera ni se le ponga la piel de gallina cuando escuche el himno nacional, sino que tal vez él debería ser algo mas coherente. Pero de eso, de la contradicción que le genera el término nacional y la cuestión del sentimiento nacional, también habló el cineasta en el discurso, así que parece consciente de ello.

Por cierto, el ministro de Cultura tenía previsto un discurso en el que elogiaba la carrera profesional de Fernando Trueba, pero su filmografía debió de parecerle menos brillante en cuanto escuchó al director afirmar que no se sentía español. De pronto, las películas de Trueba eran mediocres. Es comprensible el enfado del ministro, pero en esa improvisación y en ese cambio de discurso se halla la esencia de lo artificial de esta polémica: a Trueba se le premió por su carrera profesional, no por sus sentimientos nacionales. Y al margen de estos, sus películas seguirán siendo igual de buenas o malas. Si al ministro le gusta el cine de Trueba, ¿le va a dejar de gustar porque no se sienta español? Si su filmografía es digna de ser premiada, ¿deja de serlo por sus ideas políticas? 

Ayer el director quiso zanjar la polémica diciendo que precisamente no quería hacer un discurso reivindicativo ni grave sino mas cómico y con retranca. Sin duda, la polémica por sus palabras se ha exacerbado por el momento en que llegan, en plena campaña catalana, donde echo de menos mensajes de afecto hacia los catalanes. No tanto decir que queremos a todos los catalanes (al igual que ocurre con los españoles, no los conocemos a todos, incluso conocemos a alguno que no nos gusta, catalanes y españoles), pero sí expresar sencillamente que nos daría pena que Cataluña se fuera, que queremos seguir juntos, que nos gusta Cataluña y nos disgustaría la secesión. Un discurso sentimental, si quieren. Y en esa labor ayuda más el discurso universal de Trueba que la indignación de quien se ve afrentado porque un compatriota diga no sentirse español. Intentó Trueba zanjar la polémica, como digo, explicando que nada más lejos de su intención despertar polémica. "Pasa con las películas, que uno quiere hacer un drama y le sale una comedia. O quieres hacer una comedia y le sale un drama". Pues eso. En este país, ya se sabe, somos muy amantes de melodrama y de la tragicomedia. 

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