Toledo

Este fin de semana visité Toledo, fundamentalmente, para disfrutar del concierto de Andrés Suárez, pero aproveché para recorrer la ciudad imperial, conocida también como la ciudad de las tres culturas, por la convivencia que durante siglos mantuvieron allí cristianos, musulmanes y judíos. Un ejemplo de tolerancia, tal vez algo mitificado con el paso de la historia, que es inspirador para el momento actual, en el que los fanatismos religiosos y las divisiones identitarias tanto dolor siguen causando. Pensaba en esa historia, la convivencia pacífica de tres religiones, cuando visitaba la Sinagoga de Santa María la Blanca. Chirría, claro, que reciba ese nombre, no digamos ya la Mezquita del Cristo de la Luz. Prueba de que esa convivencia se quebró y los cristianos se adueñaron de los centros de culto de los musulmanes, expulsados de la península tras siete siglos de guerra por la llamada Reconquista después de su invasión, y de los judíos, expulsados de España durante el reinado de los Reyes Católicos. 

Pensaba en esa convivencia, en la importancia de las religiones a lo largo de la historia, en el legado cultural que ha dejado en Toledo esa variedad de culturas, cuando tuve la suerte de vivir un momento especial. Fue de pura casualidad y no se crean que voy a contar nada del otro mundo, pero me resultó muy interesante. En la citada Sinagoga de Santa María la Blanca había una exposición de cuadros y de fragmentos de poemas dedicados a dios de la Fraternidad María Estrella de la Mañana. Los versos eran hermosos. Dedicados a dios, pero bien pueden interpretarse como los de un enamorado. Lirismo arrebatador en esa entrega que recogen los poemas. Y hermosos cuadros que captan "la mística en el arte contemporáneo". Desde mi ateísmo, me llamó la atención. Entré a ver la exposición. Y entonces, justo cuando yo charlaba con la monja, ocurrió. Entró un grupo de israelíes. Y comenzaron a preguntar sobre el templo, la antigua sinagoga. Sobre esta fraternidad, que busca la unión entre cristianos y judíos. Sobre la disputa entre ambas religiones, pese a proceder las dos de la misma fuente. Sobre la expulsión de los judíos de España. Sobre el Holocausto. Sobre un documento que al parecer firmaron hace meses unos rabinos en los que, por primera vez, reconocían que la religión católica no es un error y que se puede llegar a dios también a través de ella. 

El guía traducía las preguntas de los visitantes al español. Fue un debate respetuoso, pero apasionado. No tengo claro que tradujera tal cual se expusieron las preguntas. Pero había voluntad de entendimiento. De diálogo interreligioso. De respeto mutuo. E, insisto, desde la postura de quien no cree en la existencia de dios, desde la distancia con la que observé aquella charla y observo cualquier otro debate religioso, fue un momento precioso. Enriquecedor. Porque las religiones siguen definiendo la identidad de muchas personas. Porque algo que podría servir de unión, al fin y al cabo, como dijo la monja, Jesús era judío, se ha usado para distanciar y enfrentar a personas creyentes del mismo dios Fui testigo mudo de un debate que me resultó de enorme interés. Y, ya digo, sin compartir con ellos sus creencias, me gustó esa actitud dialogante, serena, sosegada y abierta de la mujer que custodiaba la exposición y de los visitantes. Fue bonito. Como lo fue sentir la paz que transmiten por igual los patios árabes, los jardines alrededor de la sinagoga judía y los claustros de los templos católicos. 

Son muchos los monumentos de la capital castellanomanchega, que por cierto, este 2016 es capital española de la gastronomía. dignos de ser visitados. Por ocho euros se puede comprar una pulsera turística que da acceso a la citada Sinagoga y también al Monasterio de San Juan de los Reyes, que ordenaron construir Isabel de Castilla y Fernando de Aragón (en su claustro se puede leer "tanto monta, monta tanto); la Iglesia de Santo Tomé (donde se puede observar el imponente El entierro del conde de Orgaz, donde El Greco recrea las exequias de quien fue benefactor de aquel templo); la Iglesia del Salvador, lugar donde se bautizó a la, después poco religiosa, al parecer, Juana la Loca y donde también se ha excavado el patio trasero, descubriendo cómo era ese edificio hace siglos; la Iglesia de los Jesuitas, que esta orden religiosa terminó de construir sólo dos años antes de ser expulsados de España por Carlos III y desde cuyas torres se disfruta de una de mejores vistas de Toledo y la Mezquita del Cristo de la Luz, llamada así porque según la leyenda el caballo del Cid descubrió una figura de un Cristo tras un tabique que habría estado allí durante la dominación musulmana. 

Por supuesto, la visita a la Catedral es ineludible. Su retablo dorado fascina, igual que el coro y el museo del templo, donde hay cuadros de grandes artistas, entre ellos El Greco, cuyas huellas están repartidas por toda la ciudad. Obra cumbre del estilo gótico en España, entre sus atractivos artísticos y esculturales están también el sepulcro del cardenal Mendoza, la capilla mozárabe, el claustro o la Capilla de los Reyes Nuevos, así como la custodia. 

Doménikos TheotokópoulosEl Greco, está asociado a Toledo, porque allí pasó buena parte de su vida y creó sus mejores obras. EL Museo del Greco, muy didáctico, conserva varias de esas obras, como la monumental vista de la ciudad, con un mapa detallado (arriba) o El apostolado, un conjunto de 13 obras en las que el autor representa a los apóstoles con sus objetos representativos. Allí llama la atención el minucioso detalle en su trazo en algunos aspectos (canas en una barba, por ejemplo) y el deliberado descuido en otras (manos que son sólo un trazo grueso). Las figuras alargadas y el color como factor decisivo de su arte. En un vídeo que se puede ver al comienzo de la visita al museo, que es una reconstrucción de la casa del autor en Toledo, se explica cómo El Greco perdió pronto el favor de la Iglesia y de la monarquía porque no seguía las directrices de sus patronos ni tampoco seguía al pie de la letras los evangelios en sus obras. Fue muy polémica, por ejemplo, una obra en la que la virgen amamanta al niño Jesús. Pero pronto El Greco se dedicó a trabajar para grandes señores de la época. Malentendida y menospreciada su obra durante muchos años, siglos incluso, fueron los románticos los que sacaron del olvido sus creaciones. 

También es curioso comprobar cómo El Greco tomaba como modelos para sus obras a pobres y a enfermos mentales ingresados en el manicomio de la ciudad. Murió sin haber alcanzado la gloria en vida que, siglos después, lograría. En el museo también se recoge la influencia de las obras del griego en el arte posterior. Se conservan obras de su hijo, que continuó los encargos del taller de su padre, aunque era arquitecto, y de otros aventajadas discípulos del genio, como Luis Tristán, que recoge esas figuras apenas esbozadas, alargadas y como en movimiento, transmitiendo vida y perturbación. Un estilo muy imitado e inconfundible. 

Inevitablemente, voy a dejar sin mencionar muchos encantos de Toledo. El principal quizá, pese al frío, sea pasear por sus calles, laberínticas, estrechas, adoquinadas, en cuesta. Y muchos otros. Lo mejor es dejarse sorprender, perderse (lo cual en estas calles es fácil, puedo dar fe de ello) y encontrar iglesias, monumentos o rincones armónicos en el recorrido por la ciudad. Sus calles son historia Y, hablando de historia, no puedo dejar de mencionar el Museo del Ejército, que acoge el Alcázar. No pude dedicarle todo el tiempo que requiere este monumental esfuerzo por recoger toda la historia de España desde los Reyes Católicos. Es un museo con gran rigor histórico, muy cuidado. Una joya. Un lugar imprescindible para recorrer la historia de España, al margen de que a muchos nos den alergia las armas, el ardor guerrero y los ejércitos. Es un museo extraordinario. Y, entre todo lo que me llamó la atención, me quedo con el panel explicativo del reinado de Amadeo I de Saboya, un fragmento de su renuncia al trono en 1873, que desembocó después en la I República. 

Esas frases de la renuncia de Amadeo I, que tuvo como recibimiento en España el asesinato de su gran valedor, el general Prim, siguen describiendo bien, demasiado bien, lo que era y es este país. "Dos años hace que ciño la Corona de España. Y España vive en constante lucha. Si fuesen extranjeros los enemigos de su dicha; sería el primero en combatirlos, pero todos los que con la espada, la pluma, la palabra agravan y perpetúan los males de la nación son españoles".

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