Mustang

Existen sociedades en las que la risa de una chica es indecorosa. Como lo es la falta de recato en el vestir, siempre desde el punto de vista rancio y machista de una sociedad atávica y enferma de prejuicios que constriñen a sus habitantes. Ciudades no se toleran actitudes abiertas y libres de media mitad de la población. Lugares donde un inocente juego de unas adolescentes con chicos de su edad son una deshonra familiar. Estamos en el siglo XXI pero hay países donde se conciertan matrimonios. Casas que son para las niñas fábricas de buenas esposas. Hogares que se convierten en prisiones. Ansias de libertad ahogadas. Deseos de vivir reprimidos. Existe todo esto y es bueno que haya películas que lo recuerden con la sencillez y ternura con la que lo hace Mustang, cinta francesa rodada en Turquía, opera primera de su directora Deniz Gamze Ergüven, nacionalizada francesa. 

Es una historia particularmente recomendable para aquellos que siempre se preguntan que para cuándo un día del hombre cada 8 de marzo. O para quienes afirman con aplomo que no les gusta ni el machismo ni el feminismo, situando en el mismo plano la ideología que defiende la dominación de las mujeres por parte de los hombres y el compromiso de acabar con tamaña injusticia. También  es una película maravillosa para quienes por cobardía o corrección políticos callan ante la intolerable represión a las mujeres en sociedades donde el peso de la religión (el Islam, en este caso) es insoportable. Es un elegante, tierno, duro y a la vez estimulante y vitalista canto a la libertad. Un hermoso alegato feminista, que no es nada distinto a reivindicar la igualdad real entre hombres y mujeres. 

En Mustang cinco hermanas viven, en una historia con reminiscencias a La casa de Bernarda Alba, bajo la tiranía insoportable del patriarcado, del decoro, de la tradición, del qué dirán. Como en la obra de Lorca, el fanatismo religioso, la opresión de lo que está bien visto, de lo que se supone que se espera de las mujeres, del papel gregario en la sociedad que se les reserva, choca con las ansias de libertad de las jóvenes. Cometen las protagonista de la cinta francesa la imprudencia de jugar con otros chicos en la playa y subirse a sus hombros. Nada más. Ese inocente juego lo cambia todo. Rumores sobre coqueteos indecentes, miradas y recriminaciones de los vecinos. Escándalos de quienes miran a través del velo de la moral estricta y mojigata que impone una lectura corta de la religión. Censura familia. Asfixiante opresión por parte de su abuela y de su tío. Rejas para intentar contener sus ganas de vivir, su alegría, sus risas. 

Por momentos la cinta se convierte en una fábula donde la rebelión ante las discriminaciones y el combate contra un destino que parece escrito e inamovible busca abrirse paso en en un entorno repulsivo, agobiante. Siente el espectador esa asfixia de las jóvenes. Esa batalla contra la religión, la tradición, las costumbres, la sinrazón. Esa incomprensión ante unas normas que ellas no han elegido, con las que no comulgan, que las atan de pies y manos. Se observan las renuncias. La aceptación. La pérdida de la inocencia. Lo inevitable que parece todo para unas jóvenes que, en el siglo XXI, nacen donde no tienen la igualdad de oportunidades que merecen. El rumbo marcado desde niñas. Los designios de la tradición. Los carriles de los que tanto cuesta huir. 

Conmemoramos este año el cuarto centenario de la muerte de Cervantes. En su obra cumbre, el Quijote, está todo. Y hay reflexiones para (casi) cualquier circunstancia de la vida. Una de las citas más repetidas de la monumental novela es cuando el hidalgo castellano le dice a su escudero: "la libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre". De la libertad, de la falta de ella, trata Mustang. Por eso la cita de Cervantes resume bien el sentido del filme, su mensaje último. Las hermanas protagonistas sufren las imposiciones en el vestir, en las actitudes ante los demás, en sus gustos. Absolutamente en todo. Marcó al autor del Quijote su cautiverio en Argel y exactamente eso, una prisión, sólo que con su abuela y su tío como carceleros, es la casa donde viven las cinco jóvenes de esta conmovedora película. 

Está muy extendido el recelo hacia las cintas con niños (niñas, en este caso) como protagonista. Esta película, como tantas otras anteriores, contradice tal prejuicio. La actriz más joven brilla en la encarnación de la rebeldía. Es la que nunca se rinde. La que se niega a aceptar el destino trucado que para ella, solo por ser mujer, tiene reservada la sociedad y su familia. Ella es el alma de la película, el mensaje central de la historia. Su narradora. La película también tiene espacio para algunas escenas de risas, aunque congeladas con rapidez en la cara del espectador por lo espantoso de la situación. No se ensaña en las escenas más trágicas, lo cual es un acierto, porque nada puede impactar más que el ambiente agobiante de esa casa prisión. Es una historia muy bien bien narrada. Al margen de ciertas licencias algo inverosímiles, la narración y el tono de la historia son impecables. Utiliza la voz en off, recurso que no suele aportar mucho a los filmes, pero que en esta película cobra sentido en la conmovedora última escena.

Esta cinta, premiada con el Goya a mejor película europea, galardonada también por los César franceses y nominada a mejor obra de habla no inglesa en los Oscar, ofrece un alegato por la libertad individual y una reflexión lúcida sobre la religión. Tendemos a pensar que lo peor de las lecturas fanáticas de las creencias es la intolerancia y el desprecio hacia quienes se consideran infieles. Pero también es devastador el efecto que ejerce cierta concepción extrema (y muy extendida) de la religión sobre quienes nacen atrapados en una red de conservadurismo extremo y respeto ciego a tradiciones que vulneran derechos humanos. Las víctimas de esa invasión de las creencias en todos los ámbitos de la vida son, sobre todo, aquellos (y en especial aquellas) a quienes se impone semejante orden moral como el único posible. Mustang acierta al abrir los ojos, plantear un problema muy real y hacerlo con un talento notable. Una historia especia. No es una película más. 

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