Amaral conquista el Palacio


No se conoce del todo a un grupo hasta que no se ve un directo suyo. Anoche Amaral llenó el Palacio de los Deportes de Madrid. Llenó la pista y las gradas de gente entregada a su música, pero sobre todo llenó el recinto y la noche entera de su energía. Primer concierto que disfrutó de ellos. No será el último. Como en una de sus canciones antiguas más reconocidas, sentimos ayer un poco todos el universo sobre nosotros. Atronó el Palacio con los temas clásicos de Amaral, con la sonrisa y la vitalidad con las que se recuerda un amor pasado que sigue erizando la piel, y también vibró el Palacio con las nuevas canciones, mucho más maduras, con más aristas, más complejas. Encontró el grupo zaragozano el perfecto equilibrio entre esos temas de sus últimos discos y la energía de los primeros. 
El concierto sirvió de presentación de su último trabajo, Noctural. No es fácil encontrar un disco redondo, y naturalmente no habló de su forma física, pero el último trabajo de Amaral está muy cerca de serlo. Las 14 canciones reflejan lo bien que está creciendo el grupo de Eva Amaral y Juan Aguirre, con letras más mimadas, con más fondo.  A su lado, temas de siempre. Fue curioso el cambio en los acordes de Son mis amigos, quizá el gran himno, o uno de ellos, de Amaral. A ritmo pausado, lento, más desnudo. También variaron algo la letra de la canción, allí don de se habla del estado de enamoramiento de Aguirre, para recordar que han pasado ya 10 años.

Del paso del tiempo, en parte de la melancolía, que como canta Amaral en una de sus canciones, Siento que te extraño,  "es un licor muy caro, no te has dado cuenta y ya te ha emborrachado", se habló, y sobre todo se cantó anoche. Recordó la cantante del grupo al saludar al público del Palacio que en sus principios en Madrid, cuando actuaban en bares con dos personas, decía "buenas noches, Madrid", más bien con ironía. Dio las gracias repetidas veces por lo que ha cambiado el panorama de lo que se encuentra enfrente del escenario. 

Junto a los temas de su último disco, también hubo tiempo para canciones pasadas, algunas con un toque reivindicativo y social, como Revolución ("por todas las canciones que empiezan a nacer para no ser escuchadas y al fin lo van a ser, cantadas por rabia por los que siempre callaron"), que puso en pie al Palacio nada más comenzar el concierto, o con Salir corriendo, el tema dedicado a las víctimas del maltrato. También fue emotiva la interpretación de La ciudad maldita, de su último álbum, dedicada a una tía de Eva que perdió a seres queridos durante la Guerra Civil. "Y se escribió tu historia con tinta invisible sobre una página negra que nadie pudo leer. Te vi caer de bruces, para increpar al cielo, que estaba sordo y ciego, como estatua de sal".  

Desde hace unos años, Amaral se autoedita con un sello independiente, pero han huido de esa etiqueta de indie. No la han reclamado para sí, ni han entrado en disquisiciones algo simplonas que no conducen a nada. Lo que está claro es que, a estas alturas, y con su propio sello discográfico, hacen lo que les viene en gana. Y se nota. Siguiendo su trayectoria se aprecia que crecen como grupo a cada disco, fieles a sí mismos, dentro de una continua experimentación, sin dejar de probar cosas nuevas, sin dejar de jugar en los estudios de grabación y en los escenarios. Sus temas son hoy más oscuros y más complejos que los de sus comienzos. De esos primeros temas, uno sólo echa en falta Mi alma perdida, exquisita canción de amor del disco Pájaros en la cabeza. Del último, un buen amigo hubiera deseado escuchar El tiempo equivocado, quizá el tema más apegado a la actualidad, y el más gris del disco: "hemos nacido en el tiempo equivocado, somos los hijos del futuro arrebatado". 

La despedida del concierto fue con Nadie nos recordará, también de su último álbum ("desde entonces no creo en nada que no seas tú"). Antes, Eva leyó una hoja con los nombres de los miembros de todo el equipo, un reconocimiento necesario por el buen sonido, el espectacular juego de luces y el fastuoso escenario, que convirtió el Palacio en una noche estrellada, con la luna de fondo, o emitió imágenes ilustrativas en cada tema. Regaló el concierto muchos de esos momentos mágicos de dejarse llevar, esa pasión transmitida desde el escenario, esa energía irrefrenable. Eva estuvo toda la noche cogiendo y soltando la guitarra y la armónica. Sonaron mis dos temas preferidos del último disco (esto ya es muy personal, tanto como el resto de la crítica, claro). Una de ellas, Noche de cuchillos, con una letra muy potente. "Si tú quieres ser soldado, yo prefiero ser un niño. Asumir que soy tu presa y emigrar a otro planeta donde no marques mi puerta, donde no tengamos dueño, donde el alma de la gente no se apague con el tiempo. Y no exista moraleja al final de cada cuento. Y haya cosas importantes por encima del dinero. Donde yo no sea raro sólo porque soy distinto a ti". 

En fin, sin renunciar a sus temas antiguos, que es su patrimonio, y además enciende a sus seguidores como el primer día, y presentando a la vez sus nuevos trabajos, Amaral ofreció un recital de más de dos horas, que todos terminamos, como en su canción 500 vidas, mi otro tema favorito de Nocturnal, queriendo "capturar este momento y convertirlo en un segundo eterno". Y seguir siempre allí, con el universo sobre nosotros, poder trasladarnos con la mente a ese "universo paralelo, un refugio en otra dimensión", al que canta el grupo en Llévame muy lejos, ese espacio donde trasladaron anoche Eva Amaral, Juan Aguirre y su banda a las miles de personas que salimos del Palacio dispuestos a regresar con el recuerdo una y otra vez a este oasis de canciones, aventuras y retratos de vida.  

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