Españoles sin libros

Después del estrepitoso fracaso de todos las sondeos antes de las elecciones, incluido el del CIS, da cierto apuro volver a hablar de encuestas. Precisamente, lo único mínimamente alentador de la última encuesta del CIS, que no va de política sino de cultura, puede ser ese margen de error. Ojalá así sea. Porque los datos son inquietantes. La encuesta habla de medio país sin libros, sin películas, sin museos. Borges, siempre Borges, dejó dicho que "la lectura debe ser una de las formas de la felicidad y no se puede obligar a nadie a ser feliz". El placer no se impone. Por definición. Así que no se trata tanto de forzar a nadie a visitar una biblioteca. Pero sí es triste ver que vivimos en un país que lee más bien poco. 


Cada dato es más deprimente que el anterior. El 39,4% de los españoles no ha leído ni un solo libro en el último año. Un 7,1% ha leído uno. Es mucho más bajo el porcentaje de quienes han leído entre 9 y 12, apenas el 5,5%. El 276,9% ha disfrutado de entre dos y cuatro obras. Lo cierto es que en el Metro, entre Candy Crash y Whatsapp bullendo, se siguen viendo muchos libros. Hay un momento mágico, una conexión curiosa e instantánea con quien lleva en sus manos una obra que uno ha leído antes. Entran ganas de comentar con ese extraño la trama. Saber qué piensa. Qué le sugirió esa o aquella historia. Si él o ella también habría tomado la misma decisión que el protagonista. Rememorar lo vivido con esa obra en las manos. Lo que transmitió. 

Se lee poco en España. Y es triste. Un pueblo que lee poco será siempre un pueblo más dócil, menos autocrítico, más pobre. Algo que puede servir según a qué intereses, pero contra lo que conviene rebelarse. Y detrás de todos los datos inquietantes del último barómetro el CIS se esconde en parte, seguro, una cuestión económica. No es barato comprar libros. Ni lo es ir al cine o a un concierto. Pero hay bibliotecas públicas. Nadie que quiera leer no puede hacerlo. No hay arma más poderosa que la lectura, la cultura, la educación. 

No es mucho más halagüeño el panorama en otros campos culturales. Para quienes el cine es casi (o sin casi) una necesidad vital, algo que requerimos como el agua o el aire, nos resulta asombroso que el 49,7% de los españoles declare al CIS que no ha ido al cine ni una sola vez en el último año. Y sí, lo sé. Las entradas del cine son caras. Menos que las bebidas en los locales nocturnos o que otros caprichos. Cada cual se gasta su dinero donde quiere. Es verdad que el cine debería ser más accesible. Como el resto de la cultura. No lo es menos que en una película trabaja mucha gente y que la cultura se debe pagar, porque lo contrario sería no reconocer valor a las creaciones artísticas. 

Para completar el cuadro gris, decadente, alarmante, el 68,9% de los encuestados no ha visitado ningún museo en el último año

Esto, en lo que respecta a quienes se acercan muy ocasionalmente a la cultura, es decir, a quienes viven condenados a conformarse con la realidad, con lo cotidiano. Pero tampoco es demasiado alentador que sólo el 35% de quienes han visitado un museo haya desconectado de sus rutinas. Es decir el 65% restante ha seguido pensando en reuniones, dilemas, problemas domésticos o laborales delante de las Meninas. Ese porcentaje de quienes han desconectado, de quienes se han descolgado de su día a día para vivir otras vidas, se eleva al 47,1%. A todas luces, insuficiente. Este CIS dibuja media España sin libros ni películas. Un país sin treguas a la rutina, sin invitaciones a la reflexión, sin sueños, sin aventuras fabuladas, sin ilusiones, sin reflexiones lúcidas, sin demasiada esperanza. 

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