El PSOE se rompe

En noviembre de 2010, el Pasok ganó las elecciones en Grecia. Gobernó el país heleno durante la mayor parte de la década de los 80 y los 90 y desde entonces se alternó en el poder con Nueva Democracia, formación de derechas. Durante la crisis, no supo o no pudo defender un modelo alternativo al aplicado en toda Europa, una receta económica en absoluto socialdemócrata y muy de pensamiento único, presentado como la solución a todos los males, la única posible. En las últimas elecciones, el Pasok obtuvo el 6,3% de los votos y se ha convertido en una fuerza residual, castigada por su gestión de la devastadora crisis económica y arrinconado por Syriza, coalición de fuerzas de izquierda que hoy gobierna en el país. 

En marzo de 2008, el PSOE ganó las elecciones en España con un 44% de los votos. Es la formación que más tiempo ha gobernado el país, alternándose con el PP, de derechas. En las últimas elecciones, los socialistas obtuvieron el 22,6%, el peor resultado de su historia. Entre medias, en 2011, surgió un movimiento social de descontento y hartazgo, con el PSOE aplicando recortes en el poder y asumiendo por completo la receta neoliberal que han aplicado estos años todos los gobiernos europeos, mostrando su incapacidad, que es la de todos los partidos socialdemócratas europeos, para poner en marcha una política económica alternativa. En este tiempo ha nacido también un partido de izquierdas, Podemos, que en varias regiones ha superado ya al PSOE, y donde se han cobijado votantes de izquierdas que llevan tiempo sin sentirse representados por la formación centenaria. 


Los socialistas españoles se miran en el espejo de sus homólogos griegos. La sede de Ferraz parecía ayer territorio bélico, con los periodistas apostados a las puertas de la sede del PSOE y los miembros del comité federal socialista dentro, discutiendo sobre todo. Ni siquiera se pusieron de acuerdo en que no estaban de acuerdo durante horas, emulando esas asambleas universitarias interminables que no llegan a conclusiones claras. Entre gritos, insultos, improperios, discusiones, urnas escondidas, gritos de pucherazo, filtraciones interesadas, muchos recesos, firmas para pedir una moción de censura y demás batallas, el centenario partido se suicidó en directo. Al final, votaron sobre la propuesta de Sánchez de celebrar un congreso extraordinario. Como el secretario general perdió la votación, dimitió, tal y como anunció el viernes, y ahora manda en el PSOE una gestora controlada por Susana Díaz y presidida por su íntimo Javier Fernández, presidente de Asturias. 

Dicen que el PSOE es el partido que más se parece a España y, después de todo, puede que tengan razón. Está totalmente dividido en dos. Nada hay más español. El bochornoso espectáculo vivido ayer, una simple lucha de poder, de reyertas callejeras, desacredita al PSOE por mucho tiempo y allana el terreno a un gobierno de Rajoy.  Por supuesto, en la fractura del PSOE tienen mucho que ver los pésimos resultados del partido, los odios viscerales internos y los desprecios entre distintas facciones. Pero en el fondo subyace el debate sobre qué hacer en el Congreso. La gobernabilidad. Sánchez y los suyos sostenían la propuesta de un prácticamente utópico gobierno alternativo, con Podemos y Ciudadanos. Los contrarios a Sánchez eran (y siguen siendo, aunque les cueste tanto expresarlo abiertamente) partidarios de abstenerse para dejar gobernar a Rajoy. Y eso es lo que, salvo sorpresa mayúscula, sucederá. 

La razón última de esta operación con un cierto tufo felipista de baja estofa es conseguir que el PSOE se abstenga para dejar gobernar al PP. Pero se ha hecho todo mal. Aceptando que tenga buenas intenciones, se han medido sus consecuencias entre fatal y espantosamente. Los errores están en los dos bandos. Primero, sin duda, Sánchez debería haber dimitido por cosechar, dos veces seguidas, los peores resultados de su historia. Pero sus críticos no han actuado mucho mejor, con dimisiones orquestadas, navajas volando por Ferraz y medias verdades en sus declaraciones. Dejar gobernar al PP poniendo condiciones para rearmarse en la oposición. Esa es la postura defendida por muchos socialistas. Y suena muy sensato. Pero ya es tarde para ello. Lo que va a ocurrir, o tal parece, es exactamente lo contrario. Será el PP quien ponga condiciones al moribundo PSOE, el que le amenace con terceras elecciones si no colabora lo suficiente en la gobernabilidad. Y a ver quién es el guapo que se arriesga a ir a unas elecciones tras el culebrón de ayer.  

De la incompetencia y la cerrazón de Sánchez poco se puede añadir al despliegue de la inmensa mayoría de los medios, que han presentado al líder socialista como el culpable de todos los males de su partido, como si el 15-M o Podemos hubieran surgido con él al frente del PSOE. Ahora toca hablar de los críticos, alentados por Felipe Gónzalez, la vieja guardia socialista y el PSOE de Andalucía, el que está manchado por el escándalo los ERE. Y si la vacuidad sanchista aterraba, esta corriente que ahora controla la gestora de los socialistas no lo hace menos. Es legítimo que se quiera permitir gobernar al PP y es incluso saludable que el PSOE asuma que, con 85 diputados, necesita ir a la oposición. Pero en este punto, ¿de verdad alguien piensa que los socialistas están en condiciones de poner la más mínima condición al PP? Como es obvio, si el partido de Rajoy ve escasa disposición de los socialistas a dar carta blanca a su ejecutivo y a sus principales medidas, no moverá un dedo para evitar unas terceras elecciones donde el PSOE se desangraría aún más. Y es esa amenaza velada, esa obviedad, la que presiona a la gestora. Con la que, de hecho, contaban quienes han promovido esta operación de derribo, aunque tal vez no de forma tan flagrante. "Es que tal y como estamos, ¿cómo no vamos a dejar gobernar al PP?". Es eso exactamente lo que se buscaba con este golpe interno. 

Desligar la investidura de Rajoy de lo ocurrido en el PSOE estos últimos días es muy cándido. E, insisto, no es que no resulte sensato y comprensible que los socialistas decidan rearmarse en la oposición. Es sólo que llegan tarde y que, ahora que los felipistas/susanistas controlan de nuevo Ferraz, se han encontrado con un partido derruido y extremadamente débil. Es una victoria pírrica, como aquella que logró Pirro, rey de Epiro, contra los romanos, a costa de perder a miles de hombres. Ya mandan en la nada. La federación socialista andaluza, que fue la que propulsó a Sánchez al frente de la secretaría general, es ahora la que le quita de la silla. Pero si ya entonces la situación del PSOE, en una crisis de identidad que parece seguir sin afrontar, era delicada, ahora es catatónica. 

Sánchez ha cometido infinitos errores en este tiempo y, sobre todo, ha obtenido unos resultados lamentables que deberían haberle llevado a dimitir mucho antes, el 20 de diciembre por la noche, para ser exactos. No es la solución para el PSOE. ¿Lo es una corriente apoyada por la vieja guardia? Es bastante dudoso. No está nada claro que en el PSOE hayan entendido del todo lo que ha pasado en España en los últimos años. A veces hablan de Podemos como una fuerza diabólica caída del cielo, pero rara vez se preguntan por qué surgió y por qué ellos han perdido más de cinco millones de votos, los mismos que ha ganado la formación morada. Siguen pendientes en el PSOE decidir qué quieren ser de mayores. O mejor, si quieren llegar a ser mayores, si de verdad pueden seguir siendo un partido útil. Porque es muy triste que un partido tan importante en la historia de España se encuentre en este estado, pero si la sociedad no lo considera útil, se deshará como un azucarillo, como el Pasok en Grecia. Y quizá cegados por sus rencillas y sus odios internos unos y otros, sanchistas y felipistas/susanistas, olvidan que su partido lleva un lustro desangrándose por algo más que los errores de Sánchez, y que su show de ayer no ayudará a ganarse a la sociedad. 

El hecho de que sean, sobre todo, políticos y tertulianos más bien de derechas quienes apoyen la corriente crítica que ha derrocado a Sánchez tal vez, sólo tal vez, es otra señal de alarma para los nuevos/viejos poderes del partido. El PSOE no ha sabido reaccionar al surgimiento de Podemos. Pero es aún peor que no supiera preverlo, es decir, que su alejamiento de posiciones de izquierdas provocara ese vacío que promovió el nacimiento de una formación en su espacio electoral. Llegó la crisis y devastó al PSOE, igual que al resto de partidos socialdemócratas europeos. Ahí está Hollande aprobando una reforma laboral no muy de izquierdas. Ese es el gran drama para los socialistas, salvo que a alguno, como Felipe González, por ejemplo, no le parezca tan dramático que el PP y el PSOE se distingan lo justo, pero no mucho más. Uno diría que el PSOE ha perdido, sobre todo, votantes de izquierdas. Y diría también que un partido debe tener sus ideas propias, sus propias recetas. Y eso le ha faltado al PSOE, igual que al resto de partidos de izquierdas en Europa, ante la crisis económica. Por eso están como están. Y por eso cortar la cabeza a Sánchez no arreglará demasiado. 

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