Sing Street

En una de las escenas más bellas de Begin Again, la anterior película de John Carney, dos protagonistas se sientan en la calle en Nueva York, a ver la vida pasar. "Todo mejora con música", dice él. Empiezan a escuchar una canción y, en efecto, lo cotidiano, el trasiego de la gente, un patinador, el barrendero que recoge las basuras, parecen seguir una coreografía perfectamente orquestada, caótica, pero armoniosa, realmente hermosa. John Carney sigue pensando que todo es mejor con música, que la vida diaria adquiere un sentido distinto, y los espectadores lo agradecemos. Dos años después de aquella pequeña joya el director vuelve a regalarnos otro ejemplo de hasta qué punto puede ser bien avenido el matrimonio entre el cine y la música con Sing Street

La película apela a los sentimientos, emociona, hace reír y llorar. Transmite, al fin, un espíritu vitalista y rebelde, el de la adolescencia y los años 80, época en la que está ambientada. Es una cinta irresistible, encantadora. Lo que en inglés se conoce como feel good movie. Y no hay nada que objetar. Que no falten jamás películas como esta. Sabemos que es un artefacto construido para despertar unas determinadas emociones. Lo sabemos y no nos importa en absoluto. Nos conquista. Nos entregamos al espectáculo de la música, a la poética mirada a la vida, incluso a su lado más duro y deprimente. Y, por supuesto, salimos del cine convencidos de que las canciones de la película merodearán por nuestra cabeza durante mucho tiempo. 


El protagonista del filme es Connor, un adolescente de 15 años que vive en un barrio deprimido de Dublín en los años 80, cercado por el paro, el alcoholismo, la violencia y la falta de expectativas. Sus padres viven en una pelea constante y Connor (a quien interpreta con solvencia el jovencísimo cantante y actor irlandés Ferdia Walsh-Peelo) tiene sólo dos apoyos: el amor que siente por una misteriosa joven que ve a diario frente a su nuevo colegio y la música. Junto a su hermano mayor imagina otra vida, más luminosa, más bella, gracias a los videoclips de grandes artistas de la década de los 80. Sueñan, se elevan con la música. Y, además, crear un grupo es la forma más directa que se le ocurre de acercarse a la chica de la que está perdidamente enamorado. 

Asistimos entonces a la adorable formación del grupo Sing Street. Vemos cómo la música les da otra vida a los componentes de la banda, refuerza su personalidad, les permite soñar con un futuro distinto, alejarse de la realidad gris en la que viven, o al menos, ser felices en ella. La cinta tiene la energía arrolladora de la adolescencia, cuando todo parece posible. En una de las canciones del filme, Up, quizá la más poética, se habla del amor que siente Connor. "Fuera en la calle hay un lunes gris, veo a la chica con la mirada indescriptible y de repente es un domingo perfecto, y todo es más real que la vida". Esta última frase, todo es más real que la vida, describe con belleza y exquisita precisión lo que se se siente al estar enamorado y también resume bien la película, pues embellece lo real, permite a los protagonistas, y con ellos a los espectadores, convivir con las desigualdades, el desempleo, la falta de oportunidades y la violencia que les rodea. Todo puede ser mejor con música, con ilusiones y anhelos, con imaginación. Y nada aporta tantas ilusiones como la energía de la adolescencia, su autoestima a prueba de bombas ("tú estás anclando en el pasado y yo escribo el futuro", canta Connor en una de sus letras). 

Tan cierto es que todo es más real que la vida en esta cinta que uno ni siquiera se para a preguntarse cómo es posible que Connor, cuya familia le cambia de colegio porque no tiene dinero para pagar su educación, puede cambiar a cada rato de vestuario, para asemejarse al grupo de moda que ve en la televisión junto a su hermano mayor en el último videoclip. Qué más da. Nada importa. Para entonces la cinta ya nos tiene totalmente rendidos, con la música, con la emoción de esos jóvenes que construyen otra personalidad, la suya auténtica, gracias a la música, que deciden conducir su vida como si fuera robada, como se escucha en una de las canciones del filme

La música es aquí un acompañante perfecto, un protagonista más de la cinta. Nunca estorba, siempre aporta. Es el hilo conductor del filme, la tabla de salvación del protagonista y lo que perdurará en la memoria de los espectadores. Transcurre, además, en los 80, quizá la mejor década, la más loca, la más variada y rica, la más osada, en lo que tiene que ver con la música, lo cual aumenta el encanto de esta película adorable. 

El drama y la comedia se turnan en el filme, pero siempre con un fondo vitalista, el único posible cuando conduce la historia la esperanza juvenil de sus protagonistas, sus ansias por mejorar su vida y teñir de color su gris existencia. Es una película sobre la adolescencia, sobre la amistad, sobre el amor, sobre la música, sobre la necesidad de desarrollar tu propia personalidad sin que te importe el qué dirán, sobre construir algo en lugar de destruir y criticarlo todo... Pero también sobre los hermanos. La cinta está dedicada, de hecho, a "todos los hermanos del mundo". El personaje del hermano de Connor, su mentor musical, quien le anima en todas las locuras que pasan por su cabeza, quien le impulsa a dar el paso al que él no se atrevió, es uno de los grandes pilares de la cinta y juega un papel relevante hasta el final. Como se escucha en otra de las canciones (Go Now, que interpreta Adam Levine, quien actuó en Begin Again, la anterior cinta del director), anima a Connor siempre a vivir, a equivocarse. Un poco de eso va esta cinta. Un poco de esto va la vida. 

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