Andrés Suárez enmudece el Palacio

Ocurrió un par de veces y fueron momentos mágicos, como toda la noche. Andrés Suárez, el cantautor fiel a sus orígenes, fiel a sí mismo, enmudeció un Palacio de los Deportes de Madrid repleto. En ese escenario descomunal, el artista gallego silenció a los miles de seguidores que disfrutamos y sentimos con su música, con la verdad de sus historias, con la poesía de sus letras. Callamos todos, por indicación del cantante. Y entonces, dejando atrás el micrófono, sin la banda ("el bandón"), guitarra en mano, a capela, sólo con su voz, Andrés Suárez interpretó Benijo. Como en las salas pequeñas, sólo que en el inmenso e imponente Palacio. Todos callados, admirando su arte, entregados a este cantautor que comenzó cantando en el Metro y ayer llenó de fieles el Palacio de los Deportes. 


Fue uno de los instantes inolvidables de la noche, más de dos horas de poemas con música, de sentimiento, de arte. No habló mucho Suárez, cantó más, pero sí hilvanó un discurso entre tema y tema en el que expresaba lo que significaba para él estar cantando en el Palacio. "Mami, mira cuánta gente", dijo en un momento del concierto. Dedicó el recital a "dos jóvenes que han venido en autobús desde Galicia", sus padres. Nos hizo llorar con Rosa y Manuel, la tierna canción dedicada a sus abuelos, ya fallecidos, en la que expresa con dulzura lo que provoca la más cruel de las enfermedades, la que hace olvidar lo que uno ha sido y ha vivido ("recuerda tú que puedes"). También hubo momento para la ironía, cuando dijo que iba a cantar "una canción alegre que tengo". 

El concierto fue un torbellino de emociones. Podríamos haber titulado la crónica "Andrés Suárez se consagra en el Palacio", si por consagración entendemos el éxito de llenar el Palacio, algo inusual para un cantautor. Pero eso sería entrar en la lógica de que son las cifras las que calibran la dimensión de los artistas, aceptar que se puede medir en números el éxito de un cantante y compositor. El gallego no es más artista desde ayer, por abarrotar el Palacio. Lo es, lo ha sido siempre, por lo que transmite en sus temas, por la exquisita y delicada poesía de sus letras, por el mimo a la palabra, por decirlo todo en una frase. Es un triunfo personal, sin duda, llenar el Palacio. Y es un éxito que festejamos especialmente quienes llevamos años siguiendo su carrera fulgurante. Pero celebramos igual que, más que una consagración, lo de ayer fuera una reafirmación. El cantautor de Pantín sigue siendo el mismo y quiere seguir siéndolo. "Para mí esto es como muchos Libertad 8", dijo, en alusión a la pequeña sala donde todo empezó. 

Y sigue siendo el mismo, sí. Sigue manteniendo la esencia de su música, la de las salas pequeñas, como el Círculo del Arte de Toledo (qué noche más viva, más lírica, más intensa, aquella). Por eso, un tramo del concierto estuvo él sólo, con su guitarra. La sencillez perfecta para transmitir su poesía, sus vivencias. El próximo disco del artista gallego, que llegará en seis o siete meses, dijo, será su séptimo trabajo, tras Mi pequeña historia, del que ayer puso final a una gira de 90 conciertos durante año y medio por España y América Latina. Andrés Suárez tiene mucho más futuro que pasado, y con todo los aficionados echamos incluso en falta algunas de sus canciones. Tiene muchos temas, tantos que alguno debe quedar fuera en dos horas de concierto. No hacíamos más que decir "esta es preciosa", para afirmar a la siguiente "esta es maravillosa" y, después, "uff, impresionante". 

Otro de los grandes instantes del concierto fue la interpretación de Lucía, el delicioso tema de Joan Manuel Serrat. "Quien no honra a los maestros es un cretino", dijo Suárez. Comenzó a cantar y, de repente, apareció el propio Serrat en el escenario, ante la estupefacción del Palacio, en silencio otra vez, sólo un segundo, para explotar de alegría poco después. Aún no nos hemos recuperado del shock. Como canta el gallego en uno de sus temas, uno vivió el concierto queriendo quedarse a vivir en él. Elegante, profesional, magistral, el catalán interpretó uno de sus más hermosos temas a dos voces, y después dio las gracias y se fue rápido, sin acaparar el más mínimo protagonista. Uno esperaba vivir una noche fascinante en el Palacio con el arte de Andrés Suárez y no sólo fue así, mejor incluso de que se podía siquiera imaginar, sino que además disfrutó de Serrat en directo por vez primera.  

Contó el artista gallego que, de niño, pedía a los Reyes Magos guitarras y micrófonos de juguetes. Y ahora, con 32 años, llena el Palacio de los Deportes. "Que nadie os diga que no se puede". Es la suya una historia de superación, de tenacidad, de crecimiento por la confianza en uno mismo, por creer en sus canciones, en su arte, en su pasión. Una historia demasiado hermosa para real, pero consigue Suárez, como los grandes artistas, que todo sea más real que la vida misma. Así nos sentimos ayer en el Palacio. Eso consiguió transmitir. Interpretó también un tema de su nuevo disco, Ahí va la niña, que compuso, dijo, de adolescente, "cuando me enamoraba a diario". 

Canta Suárez en uno de sus temas, Seis caricias, que ayer no interpretó, que este mundo "no está hecho para el corazón por fuera". Sus temas son todo lo contrario: piel, verdad, corazón por fuera. Por eso enmudeció el Palacio. Por eso transmite vitalidad. Por eso despierta emociones intensas. Por eso ha pasado del Metro a los grandes escenarios sin perder su verdad, fiel a sí mismo. Esperamos ya con ansia el nuevo concierto, recitando aquel verso hermoso "voy a hacer de ti sólo una canción, qué será Madrid sin nosotros dos". Madrid, 4 de noviembre de 2016. Fecha inolvidable. Noches que dan sentido a la vida.  

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