Invencible

Una pareja acomodada de clase media (Maribel Verdú y Jorge Bosch) se mudan a un pueblo a las afueras de Madrid, en parte por necesidad y en parte porque ella quiere que sus hijos crezcan al lado de "gente real". Intentan entablar amistad con el matrimonio de clase baja (o clase trabajadora o, ya a lo loco, clase obrera, término este proscrito en los últimos años), interpretado por Pilar Castro y Jorge Calvo. Pero pronto se dan cuenta de que las diferencias entre ellos son enormes. Los gustos, la forma de ver el mundo, las distintas inquietudes de las dos parejas... Todo es demasiado distinto, o tal parece. Este es el punto de partida de Invencible, la obra de teatro de Torben Betts dirigida por Daniel Veronese, que puede disfrutarse en la Sala Verde de los Teatros del Canal hasta el 20 de noviembre. Con este comienzo, la obra aparenta tener el riesgo de caer en los estereotipos y la simplificación, pero nada más lejos. Es algo mucho más complejo e inteligente de lo que pueda parecer a primera vista. 


Del mismo modo que esta función es una comedia, pero no es sólo una comedia, también aborda la lucha de clases, el contraste entre dos parejas que pertenecen a clase sociales distintas, pero va más allá de la caricatura de los cuatro personajes que, cada uno a su manera, con sus virtudes y sus miserias, terminan conmoviendo y dando lástima. En parte, la obra es una sátira social. Hay momentos extraordinariamente divertidos por ese contraste entre ambas parejas, como los debates sobre el fútbol, que le encanta a Pablo (Jorge Calvo), pero que detesta Emilia (Maribel Verdú), por idiotizar a la gente y quitarle tiempo, esfuerzo y dinero que podría dedicar a formarse. O la confusión entre estos dos mismos personajes sobre Marx, admirado por ella (el autor de El capital) y por él (los hermanos Marx). 

Pero la obra alza el vuelo y no se queda en esa ridiculización de los tics de ambas clases. La mujer que "carece del más mínimo sentido del gusto", la vecina Laura (Pilar Castro) se revela como algo más, una persona insatisfecha con su vida, preocupada por su hijo. Una persona con rostro humano. Es el gran acierto de la obra. Ninguno de los cuatro personajes son simples caricaturas ni estereotipos andantes. Todo lo contrario. Son seres humanos, con sus penas y alegrías, sus traumas pasados y sus anhelos futuros. Todos ellos con sus problemas. Todos ellos, al fin, humanos, reales. En el fondo, no tan distintos. 

Un espectador puede comenzar la obra identificándose con alguno de los cuatro personajes, pero es imposible seguir así toda la obra. De repente, esa mujer refinada, idealista y utópica a la que da vida Maribel Verdú muestra una cara mucho más vulnerable, desquiciada y, por momentos, insensible. Igual que su marido, al que da vida Jorge Bosch, quien tampoco es exactamente lo que parece al comienzo de la obra. Y los vecinos de clase baja parecen ordinarios y poco cultos, pero son seres humanos con sentimientos, con las mismas inquietudes que el resto. La obra no rehuye las diferencias entre las dos clases sociales representadas, pero muestra cómo entrar en contacto con esas personas distintas a ellas cambia la vida de los cuatro personajes. 

Ninguno de los cuatro personajes son planos. Cambian. Tienen sus defectos y virtudes. Por eso la obra cambia, con inusitada facilidad, de la risa al silencio reflexivo. Pasa de la comedia más pura, de no parar de reírse, a instantes dramáticos, por los traumas de los personajes, por sus problemas y preocupaciones. En eso, la obra es como la vida. De ahí su autenticidad. Hora y media trepidante de diálogos inteligentes, siempre con algo que contar, con más poso del aparente, con más matices y profundidad del que uno puede imaginar. 

Por supuesto, las excelentes interpretaciones de los cuatro actores son determinantes para llevar a escena este libreto lúcido, divertido y reflexivo. Brilla Marivel Verdú, que no se frecuenta tanto por las tablas, y que deslumbra en Invencible. Sencillamente perfecta dando vida a la mujer muy de izquierdas, idealista, con "complejo de clase media", según le espeta su marido en un momento de la obra. Igual que hace Pilar Castro, impecable en el papel de Laura. Esta actriz es la naturalidad personificada sea cual sea su personaje. El papel de su marido en la ficción, al que da vida Jorge Calvo, es quizá el más excesivo y el que menos matices tiene, pero también cumple con nota. Y, como siempre, apabulla la solvencia con la que Jorge Bosch se pone en la piel de su personaje, con maestría. Una obra inteligente y compleja sobre las diferencias de clase, sobre las vulnerabilidades que todos arrastramos, sobre la vida misma. 

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