París no se acaba nunca

Hace unos meses, en un puesto de libros antiguos en Barcelona, uno de esos lugares donde es obligado detenerse (el puesto y Barcelona), me intrigó el título de un libro. A veces los libros llegan así, porque su título te dice algo, te sorprende, te parece genial, te atrapa. Era, además, una obra de Enrique Vila-Matas, uno de esos autores a los que aún no me había acercado, de quien todavía no había leído ningún libro. La obra se llamaba París no se acaba nunca, y desconocía entonces que ese es también el título de un capítulo de la obra París era una fiesta, memoria de Ernest Hemingway, publicadas tras su muerte, en las que el novelista estadounidense rememora su tiempo en la capital francesa, donde fue "muy pobre y muy feliz". 

De entrada, el libro de Vila-Matas, publicado en 2003, parece un canto de amor a París, quizá la ciudad del mundo con más cantos de amor. Lo es, pero sólo en parte. En realidad, el autor presenta la obra, que entremezcla memorias, biografía, hechos reales y ficción, como una revisión irónica de sus tiempos de juventud en París, cuando, a diferencia de Hemingway, no fue del todo feliz, pero al igual que él fue pobre. Se marchó a París, siguiendo los pasos del novelista estadounidense, para echar a rodar su carrera como novelista. Allí, en una buhardilla que le alquiló Marguerite Duras, y de la que no pagaba nunca el alquiler, escribió su primera novela, La asesina ilustrada. Y, en efecto, con ironía, ese signo de inteligencia, rememora Vila-Matas esa época en los 70 en la que vivió en París y en la que aprendió, al menos, a escribir a máquina. Con esa ironía con la que uno se mira a sí mismo hace años, con la que recuerda, despojado de gravedad, sus peripecias pasadas. 


El resultado es una obra realmente divertida. Vila-Matas comienza remarcando su pasión por Ernest Hemingway. Aunque sabe que hay autores mejores que él, le admira. Sigue sus pasos en París. Visita cafeterías y rincones donde él estuvo. Se ve a sí mismo en escenas similares a las narradas por Hemingway en París era una fiesta. El novelista cuenta su llegada a la ciudad francesa, donde subsistía por el dinero que le enviaba periódicamente su padre. Habla del ambiente bohemio en el que se desenvuelve. Y su inseguridad, sus dudas. Quiere ser novelista, pero le asaltan muchas incógnitas. Pide consejo a todo el mundo con el que se encuentra, como la propia Duras. Comparte Vila-Matas sus lecturas, sus películas, sus paseos parisinos, sus avances, sus amistades, sus amoríos, sus excesos. 

La obra avanza con la prosa ágil del novelista, que toma como materia para su novela, su propia vida, su pasado. Y lo hace también con reflexiones inteligentes, con citas de otros autores. Por ejemplo, del propio Hemingway, que afirmó que "cuando la primavera llega a París, incluso si es una falsa primavera, la única cuestión está en encontrar el lugar donde uno pueda ser más feliz". O aquella frase de John Ashbery sobre la capital francesa: "después de vivir en París, uno queda incapacitado para vivir en cualquier sitio, incluido París". Reconoce Vila-Matas que, con el paso del tiempo, descubrió novelistas más brillantes que Hemingway y ciudades más impresionantes que París (como Nueva York, escribe). Pero regresa, con ironía y sin ápice de nostalgia, o sólo la necesaria, a aquel tiempo en los 70 en el que llevaba una vida parisina bohemia. 

De la memoria y del tiempo trata esta obra. A pesar de que, como leemos en otro de los pasajes de la novela, la experiencia está algo sobrevalorada. El libro está escrito con un estilo inteligente, irónico, divertido, fascinante. Es de esas obras en las que, se abra por la página que se abra, el lector encontrara frases cortas explosivas, salpimentadas con reflexiones. Como esta, sobre la experiencia, sencillamente genial: "La palabra experiencia suena siempre horrible, pero en la época en la que uno es joven todavía suena peor. Una vez le había oído decir a alguien: 'La experiencia es como un peine para un calvo'. Yo no podía estar más de acuerdo con esto. Estaba seguro de que la experiencia no servía para nada. Lo que aún no sabía era que era necesario tener experiencia para saber por qué no servía para nada". 

Compartimos con Vila-Matas su descubrimiento deslumbrado de Borges, que es es de los que cambian la vida. De Borges, por ejemplo, incluye algunos de sus brillantes hallazgos, como aquel según el cual cuando pensamos que recordamos, en realidad, estamos rememorando un recuerdo, no lo vivido realmente, de tal forma que sería imposible recordar exactamente algo, tal y como ocurrió, sino sólo el último recuerdo que tenemos de ello. Comparte también su preocupación por el estilo y el tono de su primera obra. El disgusto al descubrir que comparte enfoque con una novela de Agatha Crhristie, cuando pensaba que su planteamiento era totalmente original. Relata, en fin, sus vivencias por París. Se ríe un poco de sí mismo cuando se creía "el rey del bambo". Recuerda cómo celebró dos veces la muerte de Franco (una falsa alarma y otra real). Y también plasma en el libro uno de los consejos que recibió en París de parte de Duras, o más bien, de parte de Raymond Queneu, por boca de Duras: "usted escriba, no haga otra cosa en la vida". Y piensa, en fin, que "a París fui sólo para aprender a escribir a máquina  y recibir el criminal consejo de Queneu". 

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