Vuelve el mejor Sabina

Creo que ya he escuchado en bucle suficientes veces el último trabajo de Joaquín Sabina para decirlo: Lo niego todo es un disco excepcional. Le ha sentado muy bien al artista unirse al escritor Benjamín Prado y a Leiva, como productor del disco. En Lo niego todo está el Sabina de siempre, pero con un aire distinto. Con letras exquisitas y un sonido muy cuidado, uno tiene la sensación de que este disco aporta nuevos temas que añadir a la lista de las grandes canciones de Sabina. Y eso, a estas alturas del partido, es algo que quizá ni él mismo esperaba. En no pocas entrevistas hemos escuchado al maestro decir que ya le gustaría a él volver a hacer discos como 19 días y 500 noches. No sé si llega a tanto, son palabras mayores, pero sin duda Lo niego todo incluye, al menos, cuatro joyas. 


Vaya por delante que no soy particularmente objetivo cuando hablo de Joaquín Sabina, quien ha puesto banda sonora a muchas vidas, el gran juglar de nuestro tiempo. Una buena amiga con la que comparto devoción por Sabina me preguntó el otro día, "¿de verdad será tan bueno el disco o es que estaremos locos?" No descarto ninguna posibilidad, pero me inclino por la primera opción. Reconozco, por ejemplo, que Vinagre y rosas (2009) fue un trabajo menor en la discografía de Sabina, quizá con la excepción de Tiramisú de limón, que el artista de Úbeda interpreta, precisamente, con Pereza, quien ahora asume un rol más relevante en Lo niego todo. Y se nota en el sonido. La voz rota de Sabina sigue, su estilo canallesco, su capacidad de jugar con palabras, de moldearlas como un artesano, pero el estilo, sin ser revolucionario ni rompedor (no se trataba de eso, tampoco), sí suena diferente, renovado. 

Hay varias joyas, sí, en este disco. Si he de elegir, me quedaría con dos: Lágrimas de mármol, excelente, y la maravillosa Por delicadeza, que Sabina interpreta a dos voces con Leiva. En la primera, el genial autor de tantos temas legendarios echa la vista atrás. Con un toque autobiográfico, como muchos temas del disco, se declara, por ejemplo, "superviviente, sí, maldita sea, nunca me cansaré de celebrarlo, antes de que destruya la marea las huellas de mis lágrimas de mármol. Si me tocó bailar con la más fea, viví para cantarlo". Reconoce que "el tren de ayer se aleja, el tiempo pasa. La vida alrededor ya no es tan mía. Desde el observatorio de mi casa la fiesta se refría" y que "con la imaginación, cuando se atreve, sigo mordiendo manzanas amargas, pero el futuro es cada vez más breve y la resaca larga". 

En Por delicadeza, Sabina ofrece, precisamente, un tema muy delicado y sutil, con la armónica de fondo y las voces del maestro y de Leiva, intercambiando golpes. "Me acusas de jugar siempre al empate. Me acusas de no presentar batalla. Me acusas de empezar cada combate tirando la toalla". Y, continúa, "porque a veces no basta un porque sí, prefiero seguir dudando entre el depende y el cuándo, entre lo duro y lo blando, ni tan puro ni tan ruin". 

Está cargado el disco de referencias autobiográficas, quizá en ningún tema más que en el single que le da nombre, Lo niego todo. "Ni ángel con alas negras, ni profeta del vicio, ni héroe en las barricadas, ni okupa ni esquirol, ni rey de los suburbios, ni flor del precipicio, ni cantante de orquesta, ni el Dylan español. Ni el abajo firmante, ni vendedor de humos, ni juglar del asfalto, ni rojo de salón. Ni escondo la pasión, ni la perfumo. Ni he quemado mis naves ni sé pedir perdón. Lo niego todo, aquellos polvos y estos locos. Lo niego todo, incluso la verdad. La leyenda del suicida y la del bala perdida, la del santo beodo. Si me cuentas mi vida, lo niego todo", canta Sabina. 

También destaca Quien más quien menos, con una letra hermosa que incluye versos como estos: "quien más quien menos se ha tomado a sí mismo como rehén y tiene una conciencia todoterreno del mal y el bien. Pero yo fui más lejos. Metí un palo en la rueda de la fortuna. Bajé al sótano en busca de un mal consejo. Usé tus puñaladas como vacuna". 

Posdata ("cuando me abandonaste, bordé un puente de plata, ni tú eras para tanto, ni tú eras para tanto, ni yo soy para ti"), Leningrado ("supe que te casaste con un juez y Leningrado es otra vez San Petersburgo") o Qué estoy haciendo aquí, con aires de reggae, son otros temas reseñables del disco. Es un disco más maduro que melancólico, un trabajo que muestra a un Sabina fiel a sí mismo, pero rejuvenecido, y con las letras afiladas de sus mejores tiempos. Es un disco enorme que tengo muchas ganas de disfrutar en directo. 

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