Sé quién eres

Telecinco emitió ayer el último capítulo de Sé quién eres, serie de intriga de Pau Freixas que ha mantenido la tensión durante sus 16 episodios. El final, del que hablamos en la parte de spoilers del artículo, ha sido tan potente e impactante como anticipaban las promociones de la serie. Pero, más que el desenlace, siempre decisivo en este tipo de historias, lo importante es el viaje que han seguido los personajes, todos acabando en un punto bien distinto del que partieron. Y eso dice mucho de la serie, que cuenta con un guión sólido y lleno de giros, como requiere el género, y con un reparto colosal, en estado de gracia. 


Todo comienza con Juan Elías (Francesc Garrido), un prestigioso abogado barcelonés, deambulando por la carretera. Acaba de sufrir un accidente y en su coche encuentran sangre de Ana Saura (Susana Abaitua), su sobrina y alumna en la Facultad de Derecho, quien ha desaparecido. Todas las miradas se centran en Elías, quien aparece como el principal sospechoso de la desaparición de la joven. Él queda amnésico tras el accidente y tendrá que recobrar la memoria para defender su inocencia o, en su defecto, para ocultar su delito. Elías sólo recuerda a Eva Durán (Aida Folch), una joven abogada con quien mantuvo una relación en el pasado. 

El personaje de Elías, poliédrico, manipulador, carismático, retorcido, tiene a su lado a Alicia Castro (Blanca Portillo), una jueza igual de poderosa que él y tan poliédrica, manipuladora, carismática y retorcidas, o incluso algo más. La investigación sobre la desaparición de Ana Saura avanza, con toda su familia pendiente de ella. Sobre todo, su padre, Ramón Saura, a quien da vida con solvencia Nancho Novo. Éste vive junto a su segunda mujer, Silvia Castro (Mar Sodupe) y el hijo de ésta, Marc Castro (Martiño Rivas). Silvia, a su vez, es la hermana frágil y dependiente de la jueza Castro. 

El extenso reparto se completa, entre otros, con los que comienzan siendo abogados de la familia de Ana Saura, la propia Eva Durán y David Vila (Carles Francino); además de los investigadores de la desaparición de la joven (Alberto Giralt, a quien da vida Pepón Nieto y, en la parte final de la serie, el inspector Barros, interpretado por Pere Arquillué); la que empieza siendo fiscal del caso, una portentosa Eva Santolaria, que da vida a Marta Hess; el socio de Juan Elías en su bufete, un no menos brillante Antonio Dechent interpretando a Ricardo Heredia; y los hijos de Elías y la jueza Castro, la pequeña Julieta (Noa Fontanals) y el adolescente Pol (Álex Monner). 

El reparto es de lo mejor de la serie. Todos aportan credibilidad y verdad a sus personajes. Pero la interpretación de Blanca Portillo es tan descomunal como acostumbra esta actriz. Sencillamente brutal. El personaje de Alicia Castro es un caramelo, pero se me ocurren pocas intérpretes que puedan darles vida de un modo tan convincente como ella (la escena en la que interroga y lleva al límite al personaje de Sergio Mur es para enmarcar). Lo mismo cabe decir de Francesc Garrido en la piel de Juan Elías, portentoso, brillante. El guión de la serie acompaña. En el capítulo 10, cuando la historia da un giro importante, parece correr el riesgo de desbarrar, de perder tensión, pero la recupera pronto, con una nueva trama, con otra investigación, otro misterio. 

Y, a partir de aquí, el spoiler, no sigas leyendo si no has visto el desenlace de la serie.  El final. Había, básicamente, dos opciones: que Juan Elías pagara por sus delitos o que se saliera con la suya, haciendo una exhibición de astucia, maldad y sangre fría. Desde el principio se ve cómo Elías es un manipulador nato. Manipula a sus alumnos. Manipula a Ana Saura, o al menos sabe sacar partido de su ambición. Engaña a todo el mundo. El componente psicológico de esta serie, ese que refleja cómo alguien retorcido es capaz de engañar a todos a su alrededor, incluso a quienes ha hecho sufrir, es muy potente. Como también lo es la evidencia de que, por lo general, en las series pueden ganar los buenos, pero eso no siempre ocurre en la vida real. Y la serie no deja de ser una demostración de cómo a veces la realidad se puede retorcer y los criminales, sobre todo si son poderosos e influyentes, se pueden ir de rositas. La ambición. El poder. La manipulación. 

También presenta una familia malvada, perversa, retorcida, capaz de todo para mantener su status, y que antepone la unidad familiar a todo, como la famiglia mafiosa. Y una reflexión final muy poderosa, "esto no va de quienes queremos ser, sino de quiénes somos". Con una escena familiar de lo más atípica y compleja, con una joven compartiendo una barbacoa con su secuestrador, una mujer al lado de su hermana a la que intentó asesinar y odios enfrentados entre todos, concluye una de las mejores series de intriga vistas en los últimos tiempos en España, un juego retorcido con un final a la altura de esta historia tan bien planteada, tan compleja, tan real. 

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