"El ciudadano ilustre" triunfa en los Platino


La cultura es el mejor medio de para cruzar un océano. Nada une más a los ciudadanos de ambas orillas del charco que una lengua compartida, con distintos acentos. Los fotogramas valen más que cualquier tratado, las historias comunes superan a toda cumbre política. La cultura achica las distancias y difumina las fronteras. El cine lleva mucho tiempo siendo ejemplo de colaboración en Iberoamérica, con coproducciones entre países de acá y de allá que muestran nuestra mejor cara, que nos hacen reír y reflexionar, ser críticos y vitalistas, comprometidos y pasionales, con miradas diferentes. Desde hace cuatro años se entregan los Premios Platino, que reconocen las mejores películas realizas a ambos lados del Atlántico, pero que sobre todo sirven de acto de reafirmación de la colaboración creativa entre los distintos países de Iberoamérica. Madrid acogió ayer la ceremonia de entrega de estos galardones, una gala amena en la que sonó el español más rico y plural que nunca gracias a los distintos acentos con los que nos comunicamos los hispanohablantes. 

La noche tuvo dos grandes triunfadoras: Un monstruo viene a verme, de Juan Antonio Bayona, y El ciudadano ilustre, de Gastón Duprat y Mariano Cohn. La primera conquistó cuatro premios técnicos (dirección de arte, dirección de sonido, dirección de montaje y dirección de fotografía), mientras que la película argentina se llevó tres de los premios principales: mejor película, mejor guión y mejor interpretación masculina. La cinta, protagonizada por Óscar Martínez, es la película más brillante e inteligente del año pasado, iberoamericana o no. Construye un personaje apasionante, un escritor argentino ganador de un Nobel que vuelve a su pueblo natal para comprobar qué cierto es aquello de que nadie es profeta en su tierra. Contaron ayer los directores que no esperaban tanto éxito del filme, al ser una historia tan marcadamente argentina, tan aparentemente local. Pero aborda temas universales, como el atavismo de determinados núcleos rurales, la trascendencia de la cultura como motor de transformación social, las miserias y vilezas humanas, la envidia, el proceso creativo... Es una película excepcional que con justicia resultó ayer como la gran triunfadora de la noche de los Platino.

Otro filme extraordinario, la brasileña Aquarius (traducida a España como Doña Clara) también estuvo presente en la ceremonia de ayer, gracias al premio a mejor actriz que conquistó Sonia Braga. Es una cinta vitalista, pasional, inspiradora, enérgica, delicada, fabulosa. La veterana intérprete es el alma de una historia chiquita en apariencia, la resistencia de una mujer mayor que se niega a abandonar su casa de siempre ante el acoso de un inmobilaria que plantea una construcción nueva en ese terreno, que crece y crece como sólo hace el gran cine. Una de esas películas que perduran mucho tiempo en el recuerdo de los espectadores del filme. 

El Platino a la mejor dirección lo consiguió Pedro Almodóvar por Julieta. Es su cinta más madura y contenida, almodovariana a un modo diferente. Basado en varios relatos de Alice Munro, el director manchego construye un drama desolador en el que una ausencia llena y destruye por completo la existencia de una madre dolida. Precisa en el dolor, en el amor maternofilial, en las emociones humanas más poderosas. Almodóvar dedicó el premio a las familias que aún buscan los cuerpos de sus seres queridos asesinados en la Guerra Civil español. "No es reabrir heridas, es cerrarlas. Es cerrarlas y acabar de una vez con nuestra maldita guerra", dijo el director. No le faltarán críticas de determinados sectores que confunden la calidad artística de una película con la posición política del creador. Son quienes dicen que no les gusta que los artistas hablen de política, pero en realidad quieren decir que no les gusta que compartan ideas políticas diferentes a las suyas. Ayer también se escucharon en la ceremonia de los Platino críticas a la deriva autoritaria del gobierno de Venezuela. Seguro que esas opiniones políticas no incomodan tanto a los críticos de Almodóvar. 

El estreno de Julieta en España coincidió con la noticia de una irregularidad fiscal de hace años del director, lo que dañó su rendimiento en los cines. No está de más recordar que el talento de una película no depende de la situación fiscal de su director. Una gran cinta lo seguirá siendo al margen de lo que haga o deje de hacer más allá de sus trabajos su creador, que naturalmente tiene las mismas obligaciones que el resto de ciudadanos. Una obviedad, pero parece que hay quien consigue emocionarse o no con una obra artística en función de a quién vote o cómo se comparte el artista. De locos. Por cierto, hablando de cine otra vez, Julieta se llevó otros dos Platinos: mejor cartel promocional y mejor música (otro galardón más para el multipremiado Alberto Iglesias)

Otra película galardonada ayer fue la venezolana Desde allá, una historia formidable que habla de dos personajes necesitados de cariño, que se salvan y se condenan, de la autoaceptación, del amor, de la asfixiante homofobia y la presión social. La cinta, dirigida por Lorenzo Vigas, plantea una historia conmovedora con las calles de Caracas como telón de fondo que ganó el León de Oro en el Festival de Venecia. 

Por primera vez, los Platino reconocieron también a la televisión, con el premio a Cuatro estaciones en La Habana como mejor serie, una categoría en la que estaba nominada la española El ministerio del tiempo, una de las mejores series producidas aquí en los últimos años. 

La 1 de TVE emitió la gala de unos galardones que se asientan tras sólo cuatro años de existencia, y que el año que viene se entregarán en México. No pude ver toda la ceremonia (las cenas de verano en terrazas no se perdonan), pero lo que vi me gustó. Mucho ritmo, un Carlos Latre divertido postulándose para presentar algún año los Goya, actuaciones musicales (impagable el momento en el que Arcano improvisó versos con palabras que le decía gente del público, especialmente cuando dijo que deseaba llevarse a Miguel Ángel Silvestre a casa como trofeo), una duración razonable (acabó a eso de las doce y cuarto) y presencia de intérpretes de ambas orillas del Atlántico para celebrar la gran fiesta del cine iberoamericano. El cine, la cultura en general, no entiende de nacionalidades. Hay buenas y malas películas, nada más. Repasando las películas premiadas y nominadas anoche, la cosecha de cine iberoamericano del año pasado fue especialmente esplendorosa. Ojalá siga esta buena racha creativa y los Platino sigan celebrando la diversidad del cine de acá y de allá. ¡Larga vida a los Platino!

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