Hijos de los 80. La Generación Burbuja

Artículos de escritores cascarrabias que cuestionan los valores de los millennials desde su atalaya de sabios observadores de la realidad, soberbia y desprecio a raudales hacia todo lo que proceda de los jóvenes, prejuicios similares a los que ya existían en la época de la Grecia clásica, una gigantesca brecha generacional, pruebas diarias de la tendencia a despreciar aquello que se desconoce, una crisis que ha dado al traste con las esperanzas de millones de jóvenes... En este contexto son muy de agradecer, por refrescantes, irónicas y precisas, obras como Hijos de los 80. La Generación Burbuja, el cómic de Aleix Saló, cómic publicado originariamente en catalán en 2009 y editado más tarde en español. 

En el prólogo de la obra, el autor, que después creó Españistán o Simiocracia, entre otros trabajos, explica  el punto de partida de este divertido cómic, que es la enésima demostración de que el sentido del humor es la más refinada muestra de inteligencia. "Es cierto que la adolescencia y juventud de nuestros padres tampoco fue fácil; ellos sufrieron dentro de casa la estricta y austera disciplina de nuestros abuelos, a la vieja usanza. Pero ahí fuera les esperaba un mundo que presentaba multitud de oportunidades y que premiaba a aquellos que trabajaran duro. Nuestro caso fue exactamente al revés: fuimos la generación más consentida y mimada dentro de casa, pero al otro lado de la puerta el mundo era hostil, poco prometedor y notablemente desinteresado en conocer aquello que los jóvenes podíamos aportar". Pocos ensayos describirán en menos palabras con mayor precisión la situación de esos hijos de los 80. 


El autor habla de la Generación Burbuja por dos razones: por esa burbuja de protección paterna (somos la generación a la que nunca le faltó de nada, la que vivió una juventud infinitamente mejor que la de nuestros padres) y también por la burbuja inmobiliaria (esa en cuyo gigantismo no tuvimos nada que ver nosotros, y sí esa otra generación que tanto tiende a juzgarnos), cuyo pinchazo causó una crisis sin precedentes en muchas décadas que ha marcado nuestro paso a la madurez y nuestra incorporación (o no) al mercado laboral. 

El cómic está estructurado en varias partes, en las que habla de educación, cultura de masas, drogas, sexo, vivienda, mundo laboral y revolución, más una conclusión en la que se reformula aquel proverbio de la caña de pescar. Es un cómic divertidísimo, que despierta tanto carcajadas como asentimientos de cabeza, porque acierta a dar en el clavo de muchas situaciones. Por ejemplo, cuando refleja cómo nuestros padres nos decían: "¡te quedarás ciego de tanto ver la tele! Yo, a tu edad, leía tebeos"; nuestros abuelos le decían a nuestros padres: "¡Te quedarás ciego de tanto leer tebeos! Yo, a tu edad, jugaba a tirar piedras"; y, lo que es peor, los hijos de los 80 diremos a nuestros hijos: "¡Te quedarás ciego de tanto navegar por Internet! Yo, a tu edad, veía la tele". Y esto, amigos, es la vida y el paso del tiempo, cada generación cayendo irremediablemente en los mismos errores que la anterior. 

Quizá la mejor parte de la obra es la última, titulada la revolución. Es donde más ácido y crítico e muestra el autor con la precariedad laboral. Por ejemplo, explica cómo David el gnomo, esa serie que seguíamos en la infancia, bien mirada, es "Una alegoría sobre tu futuro laboral. ¡399 años y aún trabajando y sin jubilación!". No falta la autocrítica en el libro, lo cual se agradece. Hay críticas al lamentable estado del mundo que hemos heredado de las generaciones anteriores, sí, pero también tirones de orejas a nuestra generación por la impostura, por ejemplo, de proclamarse antisistema, pero comprar pósters del Che Guevara en El Corte Inglés. Es, en fin, un libro muy entretenido, que le encantaría a todos esos articulistas enfadados con el mundo que le niegan el pan y la sal a los jóvenes, porque la juventud sólo tuvo un sentido en la historia de la humanidad cuando eran ellos los que tenían toda la vida por delante y ya se sabe que ni antes ni después aportó nunca nada ningún joven. 

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