El patán y el dictador se divierten

En Presidente Trump. Dios perdone a América, el hilarante y tristemente realista y anticipatorio cómic de Pablo Ríos, vemos al patán bravucón, machista, bocazas e incompetente que los estadounidenses eligieron como presidente en el despacho oval. Está aburrido. No sabe qué hacer. Y en una de las viñetas piensa "podría bombardear algo". La realidad supera a la ficción. A Trump, acostumbrado a sus reality shows, le aburre la política, eso de tener que gobernar. Así que se divierte con sus juguetitos. Todo va bien mientras juega con Twitter, el problema es cuando insinúa que quiere jugar también con su armamento nuclear, que es lo que espetó el otro día, en respuesta a las bravuconadas igualmente estúpidas e ignorantes de Kim Jong-un, el dictador de Corea del Norte. Dos tipos infames, un patán y un tirano, divirtiéndose con sus provocaciones, hablando de asuntos que no alcanzan a comprender, coqueteando con un enfrentamiento militar. 


Queremos pensar que no ocurrirá nada. Entre otras cosas, porque el dictador norcoreano, ese que ha emprendido una carrera armamentística mientras mata de hambre y oprime a su pueblo, es especialista en lanzar soflamas que no se cree ni él, alardeando de poderío militar. Corea del Norte, de hecho, está en guerra, permanente. Contra el mundo, contra sus vecinos del sur, contra el sentido común, contra sus propios ciudadanos. Es el país más marciano de los que existen. Un país cerrado a cualquier influencia externa, un régimen comunista que otorga a sus líderes un trato de semidioses, hasta el punto de que todos los ciudadanos deben rendir pleitesía a cada imagen de sus amados líderes. Un Estado que engaña y manipula a su gente y que, pese a la devastadora miseria que afecta a muchos de sus ciudadanos, dedica todos sus esfuerzos a desarrollar armas nucleares y a soltar estupideces y amenazas militares a Occidente. 

Está acostumbrado Kim Jong-un a elevar la tensión, pero no pasa más allá de las palabras y de los ensayos. Ahora dice que lanzará cuatro misiles este verano, pero nadie le cree del todo. Entre otras cosas, porque la capacidad de infundir algún temor que da el hecho de tener armas nucleares se pierde cuando se utilizan, pues sirven sólo de amenaza. También queremos pensar que el machista, inepto y patán Trump tampoco irá más allá de sus amenazas verbales, muy de barra de bar, de duelo de taberna. El mundo no sabe si llorar o reír viendo semejante espectáculo: a un lado, el presidente más inculto de la historia de Estados Unidos; al otro, un dictador execrable que, si no fuera por sus constantes violaciones de los Derechos Humanos, también cuesta tomar en serio

Nadie piensa que en realidad vaya a ocurrir nada, pero precisamente porque estamos hablando de dos seres imprevisibles y estúpidos, el enfrentamiento verbal entre ambos no infunde demasiada tranquilidad. Porque parecen estar discutiendo sobre quién la tiene más grande, pero están hablando de armas nucleares, de capacidad de destrucción, de muerte y guerras. Es como el clásico enfrentamiento de madrugada entre dos borrachos, a los que el alcohol saca su peor cara (o su verdadera faz, como se prefiera), y que empiezan a discutir imbuidos de testosterona y estupidez. Sólo que son dos líderes mundiales, uno de ellos, de la primera potencia mundial. Le debe de parecer muy divertido a Trump amenazar con fuego y bombardeos. Pero esto no es un programa de televisión, es la vida real. Y él es presidente de los Estados Unidos, aunque tanto cueste asumirlo. Esperemos que el patán y el dictador encuentren otros divertimentos con los que pasar este verano. 

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