"In a Hearthbate", la vida en cuatro minutos

El corto In a Hearthbate (en un latido), de Esteban Bravo y Beth David, suma cerca de 15 millones de visualizaciones en Youtube en apenas cuatro días. Y no extraña, porque esta pequeña joya demuestra que no hacen falta más de cuatro minutos, ni siquiera palabras, para plasmar con sensibilidad un trocito de vida. Los medios se han hecho eco del fenómeno, poco frecuente y muy ilusionante. Se suelen convertir en virales videoclips de canciones de moda, "zascas" de programas televisivos o hasta vídeos de gatitos, pero pocas veces historias de ficción de la belleza y la calidad de esta.

Un chico ve pasar por delante a otro chico, camino de su colegio. De pronto, se siente raro. Sudores fríos, palpitaciones, nerviosismo. Se siente enamorado. Tanto, que se le sale el corazón del pecho. Pero no en sentido figurado, sino literalmente. Los protagonistas del corto son Sherwin, el joven enamorado; Jonathan, centro de su fascinación, y, sobre todo, el corazón de aquel, que sale desbocado en búsqueda de su compañero de clase. El corto, ya digo, dura cuatro minutos, así que tampoco conviene adelantar demasiado de la historia, que es tan sencilla como cautivadora, tan simple como reconocible, tan modesta como especial. 

El proyecto, que se financió a través de un proceso de crowdfunding, es pionero porque habla de un tema universal, el primer amor, mil veces visto en la pantalla, pero desde la visión de un chico que se enamora de otro. Y, aunque parezca mentira, aún resulta poco frecuente ver historias así, sobre todo protagonizada por dos chavales, y más aún en el mundo de la animación, donde se dan pasos muy lentamente en pos de la visibilidad de sensibilidades y amores distintos, pero donde tanto queda por avanzar. El corto, por supuesto, sería exactamente igual de bello (visualmente es impecable) y de tierno (hablamos de ese enamoramiento primero, en el que todo es incertidumbre, todo dudas, todo nervios y emoción) si los protagonistas fueran un chico y una chica, (y, obviamente, si fueran dos chicas). Pero si ha conectado especialmente con tanta gente es, creo, porque algo tan evidente, tan irrebatible, tan de sentido común, no lo es tanto para muchas personas. Resulta que sí sigue siendo necesario recordar que el amor no entiende de apellidos, que funciona mejor si no le ponemos etiquetas, que es idéntico sea cual sea el sexo de quienes lo sienten. Además, en el corto también se recuerda la presión de las miradas ajenas, de quien censura lo que desconoce, de quien odia al diferente, de quien juzga al de al lado si no ama como él cree que debe hacerlo. Tan real como la propia vida. 

Hace falta recordar que el amor es sólo amor, sí, especialmente este verano, que el grupo fanático Hazte Oír ha cambiado su autobús del odio por una avioneta para alertar a los padres de que, ojo, ellos (esos entes malvados que identifican con todo aquel que no "piense" como ellos) "van a por tus hijos". Es decir, que la sociedad avanza (atención, noticia, estamos en el siglo XXI) y educa en igualdad, o se intenta hacerlo, pero hay un grupo de radicales peleados con el paso del tiempo que consideran que la igualdad de derechos es una imposición y que la educación en el respeto al diferente es un adoctrinamiento intolerable. Es esperanzador que, mientras las campañas del odio de estos tipos sólo convencen a cuatro homófobos resentidos, cortos como In a Hearthbate cuativen a millones de personas.

Es un pequeño milagro que se hable tanto de esta adorable historia, que nació como el proyecto final de un par de estudiantes que demuestran aquí, además de una sensibilidad exquisita, un talento indudable para captar un pedazo de vida en cuatro minutos. Un corto que cuenta mucho en poco tiempo. Una historia a todo color no apta para cenizos grises. Una pequeña gran historia de amor que apela a los más pequeños, esos que nacen libres de los prejuicios que tantas veces les inoculamos irresponsablemente los mayores. Una delicia.

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