Tibieza de Trump ante el racismo

Donald Trump, que padece de incontinencia verbal y que es capaz de amenazar con bombardear dos países de distintos continentes el mismo día, no es precisamente alguien que carezca de vehemencia en sus declaraciones. Sin embargo, la reacción del presidente estadounidense más iletrado de la historia del país al ataque de grupos de extrema derecha contra manifestantes que pacíficamente les recordaban que se han confundido de siglo en Charlottesville (Virginia), ha sido muy tibia. Tanto, que la Casa Blanca ha tenido que matizar sus palabras, explicando que su condena a todas las violencias, en una fórmula que en España recordamos bien por la ambigüedad cobarde de quienes se negaron a condenar el terrorismo etarra, incluía también la de los grupos supremacistas. 


Los hechos violentos que, por cierto, extrañamente no llamamos acto terrorista, cuando tiene todos los componentes para claificarlos así, se produjeron mientras se realizaba una manifestación de grupos fascistas que propagaban su mensaje del odio y se manifestaban contra la retirada de la estatua de un líder del banco esclavista en la Guerra de Secesión estadounidense. Ante esta marcha, que recuerda a tiempos pasados, que preocupa por la ignorancia de esas mentes que hacen el saludo fascista y que propagan su racismo a voz en grito, un grupo de personas antifascistas decidió hacer una contramanifestación, para dejar claro que esos mensajes son inaceptables en una sociedad democrática. Un energúmeno de extrema derecha atropelló a estos contramanifestantes, en un acto terrorista de odio y fanatismo que recuerda, hasta en las formas, a los últimos atentados del autodenominado Estado Islámico. 

Trump no estuvo a la altura, para varias. Utilizando Twitter, condenó lo ocurrido, pero de forma poco clara, metiendo en el mismo saco a los fascistas y a quienes protestaban contra su ideología del odio, a los que habían sido atropellados y a los que les atacaron, a los que defendían la igualdad racial y a los que se declaraban superiores sólo por su color de piel. El discurso contundente contra los supremacistas que no hizo el presidente sí lo pronunció el gobernador de Virginia, quien dejó claro a los fanáticos de extrema derecha que no tienen espacio en su Estado ni en la sociedad estadounidense. Fueron unas palabras contundentes, en las que les decía abiertamente a los fascistas que se fueran de Virginia. 

"Creen que son patriotas, pero son cualquier cosa menos patriotas. Si quieren hablar de patriotas, que hablen de Thomas Jefferson y George Washington, quienes unieron nuestro país", declaró. También les dijo que "somos más fuertes que ustedes. Han hecho que nuestra comunidad se fortalezca. No van a triunfar. No hay lugar para ustedes aquí. No hay lugar para ustedes en Estados Unidos". Por último, recordó que "somos una nación de inmigrantes. A menos que seas indígena, los primeros barcos llegaron a Jamestown, Virginia, en 1607, y desde entonces muchas personas  han venido a nuestro gran país para unirnos. Nuestra diversidad, ese mosaico de inmigrantes, es lo que nos hace especiales. Y no vamos a dejar que nadie venga a destruirlo. Así que, por favor, váyanse, y nunca vuelvan. Llévense su odio y fanatismo". 

De la Casa Blanca no llegaron esas palabras, sólo un tibio mensaje de condena, no vaya a ser que esa extrema derecha que ha apoyado mayoritariamente a Trump en las elecciones se decepcione con el inquilino del despacho oval. Estados Unidos tiene un problema muy serio. Siguen existiendo grupos supremacistas, es decir, que odian a otro por su color de piel y que se consideran superiores. Hay violencia racial. Una persona negra tiene muchas menos opciones de encontrar un trabajo digno que una blanca, y muchas más de acabar en la cárcel o de sufrir un ataque violento en las calles. La histórica llegada de Barack Obama a la presidencia no consiguió acabar con el problema, es más, parece que dio alas a los fanáticos, con quienes tan comprensivo se muestra ahora Trump. Estamos en el siglo XXI y aún hoy existe el odio a otros por su color de piel. Lo menos que cabría esperar del presidente de Estados Unidos es firmeza contra los extremistas fanáticos que difunden ese odio. Pero el presidente de Estados Unidos es Donald Trump. 

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