Leyenda del César Visionario

Se acaban de cumplir diez años de la muerte de Francisco Umbral, que es un momento tan adecuado como otro cualquiera para recordar lo viva que está su literatura, es decir, lo vivo que sigue Umbral. El mejor modo de recordar al orfebre de las letras, al gran articulista del siglo XX, al novelista que cultivó un estilo único e inimitable (aunque tan malimitiado), es seguir leyendo sus obras. Así que, en esas seguimos. Hacía tiempo que un buen amigo que comparte conmigo el aprecio por Umbral y sus libros me recomendó Leyenda del César Visionario, pero lo había ido postergando sin ninguna razón concreta. Se cruzaron otras lecturas, nada más. La novela, ambientada en la Guerra Civil española, es puro Umbral. Con un personaje, Francesillo, con tintes autobiográficos del autor, y con reflexiones sobre la historia de España, esa que es la más triste de todas, porque siempre termina mal (Gil de Biedma). 

La historia transcurre "en un Burgos salmantino de tedio y plateresco, en una Salamanca burgalesa de plata fría". En la novela de cuenta la historia de Francesillo, personaje de ficción, hijo de rojos atrapado en tierra nacional, obligado a censurar libros, a acudir a su antigua casa familiar ahora expropiada por el Estado franquista y a acudir a fusilamientos de españoles que piensan diferente a sus jefes, es decir, igual que él. Pero también pasan por las páginas del libro Francisco Franco (el irónico César Visionario del título) y "los laínes", los intelectuales de Falange, esos que el propio dictador detestaba, quienes querían otorgarle una base intelectual al ilegítimo alzamiento nacional del que carecía. Esos autores que "ganaron la guerra, pero perdieron la Historia de la literatura", en palabras de Andrés Trapiello. Dionisio Ridruejo, Laín Entralgo, Antonio Tovar, Serrano Súñer. Giménez Cabellero, Torrente Ballester... Intentan mediar ante Franco para que no asesine al anarquista Dalmau. 


Mientras avanza la guerra y Franco construye su Estado, en el que no cabe media España, estos intelectuales falangistas debaten sobre los excesos del tirano y Francesillo, mientras asiste con pavor a la sinrazón de la guerra, al enfrentamiento fratricida que desangra España. "Hay presos en las plazas de toros de Madrid, de Guadalajara, de Burgos, de Salamanca. En ambas zonas, en ambas Españas, la plaza de toros acoge esta otra fiesta nacional, también sangrienta y antigua, que es el guerracivilismo". 

La obra es muy interesante, como siempre con los libros de Umbral, más por cómo está contada que por lo que cuenta en sí. Si el lector es de los que subraya frases que le chocan, dejará el libro plagado de anotaciones. Por ejemplo, cuando habla de Madrid, poniéndose en la piel de Franco, y cuenta que el dictador "recorre con los prismáticos el caserío apaisado y manchego de este poblachón enorme, imperial y misterioso que se viene resistiendo a todo y a todos durante siglos, como se le ha resistido a él (aunque no tanto como dice la radio roja). Napoleón, los carlistas, todos los pronunciamientos, asonadas y cuartelazos del XIX, y ahí sigue Madrid, ocioso y terne, jarrapellejos del invasor siempre que hace falta, y tomando café en sus mil cafés entre invasión e invasión". O cuando explica que, en medio de la guerra, Francesillo encuentra espacio para la ternura y el amor, pues camina "siempre de la mano de Camila, que es como llevar un lirio cortado en el camino". 

Leí la obra en mitad de este ruido atronador del proyecto independentista catalán, de tanto griterío de sectarios de aquí y de allá que acallan las voces de los moderados, de los que reclaman entendimiento, diálogo y respeto a la pluralidad. Por eso, me conmovió especialmente este párrafo: "Pi i Margall (en esa i latina, en lugar de la griega/castellana, descubrió Francesillo, casi de niño, que en España había otras Españas, que el mundo es vario y bello, que dentro de la península hay otras escrituras, o sea otros hombres, otras culturas, otros colores y sabores que él ignora)". Vario y bello. Otras Españas. Otras culturas. Qué necesario este tipo de mensajes, qué ausentes del debate público viciado y excesivo. Siempre Umbral. Siempre. 

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