Fe de etarras

Hace dos años, Borja Cobeaga nos regaló una noche memorable a los espectadores que acudimos al cine de verano del parque de la Bombilla, en Madrid, a disfrutar de su película Negociador. No sólo nos reímos con aquella película alocada y libérrima, una comedia sobre las negociaciones del gobierno con ETA para acabar con el terrorismo, nada menos. También gozamos del coloquio posterior al filme, en el que el director de la cinta, guionista de Vaya Semanita y de 8 apellidos vascos, entre otras, dio un recital de ingenio, sentido del humor y ligereza fascinantes. Fue una noche excepcional de la que me he acordado mucho viendo Fe de etarras, la última película de Cobeaga, estrenada estos días por Netflix, ya que aquel día el director anticipó este proyecto, del que dijo el nombre, aunque contó que su idea es que los miembros de un comando de ETA fueran nombrado presidente de una comunidad de vecinos, algo que finalmente no ocurre en el filme, donde sí hay otras escenas hilarantes. 



Si el sentido del humor es una muestra de inteligencia y si poder reírse de todo está sólo al alcance de unos pocos genios, convendremos en que Cobeaga es un director inteligente y un auténtico genio. La película funciona a la perfección. Un comando de ETA alquila un piso en Madrid. Su propósito, perpetrar un atentado que destroce la tregua del comando terrorista. Al frente del grupo, un veterano de la banda, interpretado por Javier Cámara. Y junto a él, una pareja, o algo así, formada por Gorka Otxoa y Miren Ibarguren, decididos a no mezclar lo personal con su "lucha", con escaso éxito; y un anarquista de Albacete, sí, de Albacete, loco por colaborar con ETA, al que da vida Julián López. En la distancia,el jefe etarra de la línea dura es Ramón Barea, quien fue protagonista de Negociador

Contó Cobeaga en aquella noche en el parque de la Bombilla que lo que más le atraía de las negociaciones entre el gobierno y ETA como material de película eran los tiempos muertos, lo que ocurría entre los encuentros de los enviados de la banda criminal y el ejecutivo. De hecho, contó que estuvo a punto de llamar a la película así, Los tiempos muertos, aunque optó por Negociador finalmente. De Fe de etarras cabe decir algo parecido. Básicamente, lo que vemos en pantalla es un tiempo muerto, es ese impás en el que el peculiar comando terrorista espera una llamada para actuar. Hasta entonces, tienen que actuar con normalidad en un barrio madrileño que se va inundando de banderas españolas a medida que la selección avanza en el Mundial de Sudáfrica, con la esperanza de los etarras de que no pase de cuartos. 

Hay varios momentos gloriosos en el filme, que acierta con el tono y consigue ridiculizar al terrorismo etarra, un gran síntoma, un gran avance. Parece obvio que esta película no podría haberse rodado con ETA en activo. Que podamos echar la vista atrás y hacer comedia de algo tan dramático, tan espantoso, es muy positivo. Por supuesto, habrá personas a las que esta cinta no les haga ninguna gracia, que rechazan de entrada y verla la cinta. Y es comprensible. A alguien que acaba de perder a un ser querido no le agradara una película sobre la muerte, igual que quien venga de sufrir un terremoto no querrá ver filmes de catástrofes. Pero eso, lógicamente, no significa que no se puedan hacer películas sobre la muerte o sobre catástrofes, es sólo que habrá personas, cada una con sus circunstancias, a las que esas cintas harían daño. Es comprensible, pero no puede condicionar la creatividad de nadie. En todo caso, ya digo, es positivo reírnos de aquello, de la estúpida gravedad del discurso de los etarras, de sus tácticas chapuceras, de su mejunje mental. 

No quiere destripar la cinta, así que no hablaré de esas escenas más portentosas en detalle. Una en la que los miembros del comando comienzan a hablar de bandas terroristas y hacen una especie de ránking de las mismas es hilarante, igual que otra en el que una partida de trivial termina siendo una mala idea, u una tercera en la que se establecen paralelismos entre la banda criminal y su relación con el Estado español y una relación de pareja. Diálogos geniales, desternillantes, muy libres, muy geniales. Una película excepcional. Aquella noche de hace dos años en la Bombilla, Cobeaga dejó varias perlas. Quizá la mejor fue esta: "odio la solemnidad. Siempre veo impostura en algo solemne". Y por ese camino transita Fe de etarras, riéndose de esa solemnidad de los etarras y su lucha, ridiculizando esa gravedad de sus acciones y sus palabras. 

Es una cinta altamente recomendable, en la que los actores brillan, los diálogos provocan carcajadas y la historia ofrece una mirada irónica, surrealista y genial a un episodio negro de nuestro pasado del que ya podemos reírnos, lo cual es una formidable noticia. Por cierto, Cobeaga habló esa noche de otro proyecto que le rondaba la cabeza sobre ETA, aunque dijo que este probablemente no se pondrá en marcha. En él, justo cuando los etarras van a entregar sus armas a la policía, una nave de extraterrestres llega a la tierra y los gudaris tienen que luchar junto a la policía por la independencia de la Tierra. Así de loco. Así de genial. Seguiremos cada paso de Cobeaga, porque no es sencillo encontrar tanto talento desprejuiciado como el suyo. 

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