COP23: ¿Qué esperar de la cumbre del clima?

Esta semana se ha cumplido un año de la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses. En lo que lleva de mandato, el patán bocazas ha empeorado la vida de miles de personas con sus políticas en materia de inmigración o de derechos civiles, ha deteriorado la imagen de Estados Unidos en el mundo, ha gobernado a golpe de tuit banalizando la política hasta extremos preocupantes, ha coqueteado con un conflicto armado con Corea del Norte como si de un juego se tratara y, en fin, nos recuerda cada día con su presencia en la Casa Blanca que un tipo impresentable, racista, machista, homófobo, ignorante y engreído puede llegar a ser presidente de Estados Unidos. Pero probablemente lo peor de este año de Trump, lo más dañino e irreparable, es su política medioambiental (o la ausencia de ella). El presidente estadounidense (un año después, aún cuesta escribirlo) es de esos que consideran que el cambio climático, básicamente, no existe. O que, de existir, nada tiene que ver con la acción del hombre, así que podemos seguir contaminando cuanto queramos. Que un ignorante con una cuenta de Twitter y millones de dólares en el banco opine esto es grave. Que lo haga ese mismo ignorante, pero desde la Casa Blanca, es dramático. 


Aunque con escasísima presencia en los medios, esta semana ha comenzado también la cumbre del clima en Bonn, denominada COP 23. La ciudad alemana acoge esta reunión, pero su país organizador es Fiji, de ahí que esta cumbre se considere la COP del Pacífico. La presidencia de Fiji no es casual. Ruerca algo importante: muchas islas del Pacífico podrían, literalmente, desaparecer, ser inundadas por el cambio climático. Hay dos opciones: que asumamos con pasmosa indiferencia que hay países y paraísos naturales que desaparecerán por culpa de nuestro insostenible modo de vida, lo cual es grave, o que ignoremos estos efectos devastadores del cambio climático y nuestro impacto directo sobre él, lo cual es también muy grave, porque nunca antes ha habido tanta información sobre esta amenaza global. 

El aumento del nivel del mar, por efecto directo del cambio climático (es decir, de nuestra acción sobre la Tierra) ha provocado ya que algunas de las islas que forman Fiji tengan que ser desalojadas. Hay glaciares en retroceso, en constante deshielo, por causa de un calentamiento global que no logramos detener. Hay daños reales, tangibles, que ya sufrimos. No es un acto de fe. No se trata de creer o no en la existencia del cambio climático. Ya no estamos en esa fase, por la que nunca debimos pasar. Pero, si antes era tarde, ahora lo es mucho más. Nadie puede negar con el mínimo rigor que las acciones de nuestro modo de vida no tengan un impacto claro sobre el planeta. Estamos agravando una amenaza real, entre el escepticismo de algunos ignorantes, como el inquilino de la Casa Blanca, y la indiferencia de una gran mayoría. 

Así que, sí, estos días podemos seguir hablando sólo de Cataluña o, mejor aún, del diseño de la camiseta de la selección española para el Mundial de Rusia. Pero, mientras, en Bonn, se celebra una cumbre del clima que aborda el gran problema de nuestros tiempos. Es una reunión más técnica que otras anteriores, de la que no se esperan grandes acuerdos. Pero es clave, entre otras razones, porque es la primera que se celebra desde que Trump decidió sacar a Estados Unidos del Acuerdo de París que, con todas sus deficiencias, es el que más lejos llegó con el compromiso de la comunidad internacional por frenar el calentamiento global. En Bonn se buscará una guía clara para alcanzar los ambiciosos objetivos del pacto alcanzado en la capital francesa. Es pronto para saber qué saldrá de esta cumbre. De momento, varios alcaldes de ciudades estadounidenses han dejado claro que el portazo de Trump al Acuerdo de París no les representa, que ellos sí seguirán tomando medidas contra el cambio climático, lo cual es alentador. 

Conviene escuchar, no sólo una vez al año, cuando se celebran estas cumbres, a las asociaciones comprometidas con la defensa del planeta y con esta lucha que debe ser de todos. Su posición ante la COP23, como siempre, y como debe ser, es crítica, de vigilancia, de desconfianza,. Juegan el papel que deben, de reclamar siempre pasos hacia adelante y, sobre todo, que se concreten los acuerdos ya alcanzados en cumbres anteriores. Hace un par de semanas, Amigos de la Tierra, Ecologistas en Acción, Fundación Renovables, Greenpeace, IIDMA, SEO/BirdLife, y WWF crearon la plataforma Europa: un futuro sin carbón, que canaliza parte de sus reclamaciones ante esta cumbre del clima. 

Estas asociaciones aportaron estadísticas para defender su postura sobre el carbón. Por ejemplo, en 2015, las emisiones procedentes de la quema de carbón fueron responsables de más de 19.500 muertes prematuras y 10.000 casos de bronquitis aguda en adultos, sólo en Europa. En España el número de muertes ascendería a unas 700, según otros estudios. De nuevo, no se trata de creer (como ese señor que preguntaba dónde estaba la contaminación, dónde, que él no la veía), ya hay daños claros, con caras, con nombres y apellidos. El propósito de estas asociaciones es que Europa esté libre de carbón en 2030, un objetivo ambicioso. 

Otra de las peticiones de algunas asociaciones dedicadas a la defensa del medio ambiente es incluir la ganadería en la agenda de la lucha contra el cambio climático. ¿La ganadería por qué? Según datos de Proveg Internacional, el sector de la ganadería "es responsable de más emisiones de gases de efecto invernadero (14,5%) que todo el sector de transportes a nivel mundial, es decir, que todos los coches, aviones, trenes y barcos juntos". Su posición pasa por reducir el número de animales criados para consumo humano. 

Y hay un punto más en el debate, más allá de las cumbres anuales y los compromisos de los países: la concienciación de cada uno de nosotros. Tomarnos el mínimo esfuerzo de reciclar, no maldecir por tener que usar el transporte público cuando hay niveles alarmantes de contaminación en nuestra ciudad, no malgastar más papel del necesario, eliminar el plástico de nuestra vida cotidiana, pensar un poco en el impacto sobre el medio ambiente de nuestras acciones, incorporar estas cuestiones a los temas centrales que tenemos en cuenta a la hora de votar a un partido u otro, penalizar a las empresas que no tienen la menor política de respeto al medio ambiente, tener en cuenta la lucha contra el cambio climático en pequeñas acciones del día a día, no malgastar el agua... Son pequeños detalles, pero si todos contribuyéramos, serían millones de pequeños detalles. El momento es ahora. No hay tiempo que perder porque, como diría Machado, "hoy es siempre todavía, toda la vida es ahora, porque ayer no lo hicimos, porque mañana es tarde". 

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