Los hombres me explican cosas

La situación que da título al último libro de ensayos de Rebecca Solnit, Los hombres me explican cosas, es muy ilustrativo de la presencia del machismo en la sociedad. La autora explica que en una cena un señor empezó a hablarle de un libro muy interesante que había leído, después de que ella le dijera que era escritora. El señor empezó a explicarle, en tono didáctico, la obra. De poco sirvió que una amiga de la autora le dijera desde el principio de la conversación que ese libro del que hablaba lo había escrito la propia Solnit. Al tipo le dio igual. Siguió con su lección magistral, aunque estuviera hablando con su autora y él, finalmente, sólo hubiera leído una reseña de la obra. Un ejemplo perfecto de lo que se conoce como mansplaining (fruto de mezclar hombre en inglés y explicar), un fenómeno más frecuente de lo que pensamos, que se produce cuando un hombre que tiene poca idea de lo que habla necesita explicarle algo a una mujer que sabe mucho más que él sobre ese asunto. 

Esta situación real dio pie a la autora a escribir uno de los nueve ensayos que recoge el libro, editado en España por Capitán Swing. Una obra necesaria sobre el feminismo, sobre la lucha por la igualdad real, que es de toda la sociedad, no sólo de las mujeres. Lo mejor que se puede decir de este libro es que te transforma. Obliga a examinarse al lector. Cuestionarse sobre esos tics machistas que todos llevamos dentro. Reflexionar sobre qué podemos hacer cada uno individualmente para mejorar la sociedad y combatir contra las discriminaciones que sufre a diario la mitad de la población mundial, por el mero hecho de ser mujeres. La autora reconoce que se han dado pasos adelante en esta lucha de todos por la igualdad, pero también sabe que queda camino por recorrer. "Encontrar las maneras de apreciar los avances logrado sin caer en la autocomplacencia es una tarea delicada", escribe. 



La autora reflexiona sobre situaciones de desigualdad que, todavía hoy, son muy habituales en la sociedad. Y deja claro lo erróneo que resulta presentar los casos más extremos de machismo (acoso, violación, asesinato) como hechos aislados, obras de seres desequilibrados. Sencillamente porque no es así. El machismo es una cadena y esos actos violentos son sólo un eslabón más, el último, de esa enfermedad tan extendida que es el patriarcado, no son hechos aislados. Sus  ensayos sobre el acoso, por ejemplo, en medio de los escándalos constantes en Hollywood de personas (siempre hombres) que llevan años abusando de su posición de autoridad para acosar a otras personas (casi siempre mujeres), se antojan muy necesarios. Cuenta la autora cómo en algunas universidades con casos de violación se recomienda a las mujeres cómo actuar para evitar ser atacadas (vestir de un modo y no de otro, no ir solas a determinadas horas por ciertos sitios) en vez de ordenar a los hombres violadores que dejen de violar a las mujeres. 

El ensayo Elogio de la amenaza, sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo, es uno de los más brillantes del libro. Cuenta la autora que el matrimonio igualitario asusta a los más conservadores de la sociedad no tanto porque se casen entre sí dos hombres o dos mujeres, que también, sino porque el propio concepto de matrimonio igualitario es revolucionario, porque presupone la unión de dos personas iguales, algo muy distinto al concepto tradicional de matrimonio de esas personas retrógradas que reservan a la mujer un rol secundario. 

También es muy interesante el ensayo El síndrome de Casandra, en alusión a la hermana de Helena de Troya cuya profecía nadie creyó, para hablar de cómo tantas veces se pone en cuestión la palabra de las mujeres, como por ejemplo, las que denuncian situaciones de acoso. Cuenta la autora, por ejemplo, que "histeria es una palabra cuya raíz viene de la palabra griega para definir el útero, y en su momento se pensaba que sus efectos se debían al deambular del útero por el cuerpo". Como explica Solnit en varios pasajes del libro, el lenguaje nunca es inocente, siempre esconde algo. Y muchas veces lo que es esconde es el machismo tan imperante aún en la sociedad. 

Quizá el ensayo más redondo del libro sea #YesAllWomen (#SíTodasLasMujeres), cuyo comienzo es espectacular: "Era un partido decisivo en el Mundial de las Ideas. Los equipos competían furiosamente por la pelota. El equipo de la selección feminista intentó repetidas veces colocarla entre los palos de los Problemas Sociales Generalizados, mientras que el equipo contrario, formado por los medios de comunicación de masas y los tíos convencionales, intentaba colocarla en la red habitual del Incidente Aislado. Para mantener la pelota fuera de su red, el portero de los convencionales gritaba 'enfermedad mental' una y otra vez. La 'pelota', por supuesto, era el significado de la masacre de estudiantes perpetrada por unos pares en Isla Vista, California". 

Reflexiona la autora sobre la oleada de indignación que despertó aquel crimen en las redes sociales, con la etiqueta que da título al ensayo, y la respuesta que tuvo de algunos hombres, diciendo "no todos los hombres", para dejar claro que no todos son violentos con las mujeres, ni las violan ni las asesinan. Lo cual es obvio y nadie discute. Lo que sí cuestiona la autora es que de verdad sea necesario poner el acento en eso, en vez de empujar todos a una en la dirección de la igualdad real. La autora, brillante, escribe: "Como me dijo una mujer bastante harta de la situación: '¿Qué quieren?, ¿una galleta por no golpear, violar o amenazar a las mujeres?' Las mujeres tienen miedo todo el rato de ser violadas y asesinadas, y puede que sea más importante hablar de esto que proteger las zonas de confort de los hombres". 

También escribe la autora sobre cómo tantas veces ese discurso de la defensa de lo políticamente incorrecto y la libertad de expresión esconde la voluntad de muchos de poder seguir haciendo tranquilamente sus chistes machistas. Esos adalides de la libertad de expresión que se preocupan más por preservar su humor rancio que se ría de minorías que por combatir las desigualdades que afectan a esas minorías o por intentar autoexaminarse para mejorar y contribuir a construir una sociedad mejor. Y escribe también sobre el desprestigio interesado que algunos sectores quieren sembrar sobre el feminismo (eso de las "feminazis" que leemos con frecuencia aquí en España, que tanto hace por preservar el patriarcado). 

El libro incluye también un homenaje a Virginia Woolf, que recoge algunas de las reflexiones de la autora. Por ejemplo, ese pasaje en el que relata que "cuando salimos de casa una deliciosa tarde entre las cuatro y las seis, nos liberamos del yo que conocen nuestros amigos y pasamos a formar parte de ese inmenso ejército republicano de vagabundos anónimos, cuya compañía resulta de lo más agradable después de la soledad de la propia habitación". Maravilloso eso de "inmenso ejército republicano de vagabundos anónimos". Ojalá todos, hombres y mujeres, mayores y más jóvenes, nos concienciáramos de la lucha imperiosa que debemos librar por la igualdad real. Obras como ésta de Rebecca Solnit contribuyen mucho a ello. 

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