Se llama machismo

Moderna de pueblo (Facebook)
Algo va mal en una sociedad, y por supuesto en su sistema judicial, cuando se admite como prueba en un juicio por una presunta violación en grupo a una mujer el seguimiento que, por encargo de los acusados, hizo un detective a la propia víctima, para demostrar que hacía vida normal después de la violación, como si la única reacción admisible fuera encerrarse en casa, como si las mujeres violadas estuvieran obligadas a una segunda agresión, porque si no todo el mundo sospechará de ellas. Es inadmisible siquiera que se plantee algo así, que alguien pensara que era buena idea seguir a la víctima para constatar que los energúmenos que la violaron no lograron además hundirla del todo y quitarle las ganas de vivir. Sin embargo, no se admitieron como pruebas los repugnantes y machistas mensajes del grupo de WhatsApp de los presuntos agresores de la joven en Pamplona, que además grabaron en vídeo la agresión sexual. La reacción de las redes sociales ha sido de indignación absoluta, porque se vuelve a poner el foco en la víctima en vez de en los agresores, porque no es justo que una chica que ha sido agredida tenga que pasar por el calvario de regresar a la ciudad donde todo ocurrió, por ejemplo, y que no pueda declarar por videoconferencia, como sí pueden hacer los corruptos encarcelados. Ni es justo que se admita como prueba un seguimiento de su vida tras la agresión. Con qué derecho. Con qué razonamientos impresentables. 


Podríamos pensar que es un caso aislado. Que es un tema de cinco chavales odiosos, un abogado sin escrúpulos y un juez poco sensible. Pero no habríamos entendido nada. Se llama machismo. Lo decimos poco. Hablamos de casos aislados, de salvajes, de enfermos, de violentos. Pero no es así. No lo es en absoluto. Es decir, por supuesto, sí son salvajes quienes abusan de una mujer porque creen que es un trozo de carne con la que satisfacer sus deseos sexuales. Pero eso, de nuevo, se llama machismo. Las palabras importan y hay que ponerle nombre a las cosas. Esto es machismo, es una demostración de que vivimos en una sociedad patriarcal. Y contra el machismo sencillamente o se es parte de la solución o se es parte del problema. Y quienes buscan mil nombres rebuscados para llamar a lo juzgado en este caso y en tantos otros en lugar de reconocer que es un acto execrable de machismo, forman parte del problema. Igual que quienes pretenden entender al agresor y cuestionar a la víctima. 

Si no viviéramos en una sociedad machista, un grupo de jóvenes no compartiría en sus mensajes de WhatsApp supuestas bromas sobre cómo anular la voluntad de una mujer para abusar de ella, sin que ninguno de ellos rompa con ese tono machista y troglodita. Si no viviéramos en una sociedad machista, ese mismo grupo de jóvenes no se autodenominaría "La manda". Si no viviéramos en una sociedad machista, resultaría inconcebible que se presente como prueba en un juicio por violación un seguimiento a la víctima que, en vez de llorar por los rincones, intentó retomar su vida. Si no viviéramos en una sociedad machista, no nos enredaríamos en discusiones bizantinas sobre las violaciones, porque es bien sencillo: no es no. Y, la ausencia de consentimiento, también es no. Las relaciones sexuales son una cuestión de libertad. Siempre. No se trata de que nadie sirva a nadie. No va de que alguien imponga sus deseos a otra persona. No va de pensar que, aunque la mirada diga no, el machote de turno sabe que en el fondo quiere decir sí. 

Si no viviéramos en una sociedad machista, un periodista no abriría una encuesta en Twitter para que sus seguidores opinen su lo que ocurrió en el sucoso juzgado fue una agresión o una relación consentida, como si tuviéramos el menor derecho a decidir lo que pasó, como si se pudiera abordar algo tan grave con tanta frivolidad. Si no viviéramos en una sociedad machista, no seguiríamos escuchando eso de que las mujeres van vestidas de una forma que provocan y, claro, los hombres no son de piedra. Si no viviéramos en una sociedad machista, todos entenderíamos que no se trata de dar consejos a las mujeres para no ser violadas, sino de llamar a los hombres a dejar de violar. Si no viviéramos en una sociedad machista, a los hombres nos preocuparía más esta lacra que remarcar en cada conservación que no va con nosotros, que nosotros no somos así, que no es justo que se generalice con los hombres.

Si no viviéramos en una sociedad machista, no se cuestionaría a las mujeres que tardan tiempo en denunciar situaciones de abuso. Si no viviéramos en una sociedad machista, no serían permanentes los tics de discriminación hacia las mujeres, en cada pequeño detalle cotidiano. Si no viviéramos en una sociedad machista, en la publicidad para concienciar sobre el consumo de alcohol en los jóvenes, no pondríamos avisos distintos cuando la protagonista es una chica (hablando de violaciones) que cuando es un chico (problemas en la familia). Si no viviéramos en una sociedad machista, no restaríamos importancia a comentarios discriminatorios contra las mujeres. Si no viviéramos en una sociedad machista, no toleraríamos comentarios denigrantes sobre las mujeres en entornos de hombres, en esos de a ver quién la suelta más gorda. Si no viviéramos en una sociedad machista, dedicaríamos más esfuerzos a defender la igualdad que a defender nuestro supuesto derecho a hacer bromas machistas, en pos de lo políticamente incorrecto. 

Si no viviéramos en una sociedad machista, no habría una brecha salarial tan enorme entre hombres y mujeres. Si no viviéramos en una sociedad machista, los catálogos de juguetes para estas Navidades no incluirían sólo a niños jugando con camiones y cosas de "hombres", mientras que las niñas juegan con las muñecas y las cocinas. Si no viviéramos en una sociedad machista, entenderíamos que una violación o un crimen machista son sólo el último eslabón de un cadena y, por tanto, que para combatirlos no podemos afrontarlos como actos aislados, sino como una demostración del machismo y el patriarcado contra el que hay que combatir. Si no viviéramos en una sociedad machista, en fin, no sentiríamos vergüenza de la discriminación diaria a la que se exponen nuestras madres, primas o amigas. Si no viviéramos en una sociedad machista, podríamos presumir del logro de haber exterminado esta lacra que afecta a la mitad de la población mundial. Basta ya. No valen medias tintas. O se es parte del problema o se es parte de la solución. Y no podemos permitirnos ser parte del problema. Se llama machismo. 

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