Rajoy y la memoria histórica

Esta semana, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, pidió perdón a la comunidad LGTBI+ por las medidas que el gobierno de aquel país tomó contra ellos a partir de los años 50 del siglo pasado. No resarció las injusticias, no las eliminó. Pero fue un gesto simbólico. Un detalle de comprensión y sensibilidad. Hace unos meses, Trudeau también pidió perdón en nombre de Canadá por los abusos contra los pueblos indígenas, a los que se arrebató a miles de niños para llevarlos sin el consentimiento de sus padres a residencias estudiantiles donde muchos sufrieron abusos y donde se perseguía eliminar la cultura aborigen. De nuevo, un gesto, nada más. Sólo un símbolo. Una petición de perdón tras tanto dolor causado en nombre del Estado canadiense. Si vamos un paso más allá, de los gestos a los hechos, ayer conocimos en Argentina las sentencias a 48 represores de la dictadura militar de aquel país, un acto de justicia, excesivamente tardía, pero justicia y reparación a las víctimas al fin. 


Nunca es fácil para ningún país convivir con los fantasmas del pasado, plantarles cara, saber estar a la altura en la memoria histórica. Pero, lo vemos con esos gestos de Trudeau o con esos juicios en Argentina, es posible algo distinto a la indiferencia hacia quienes fueron víctimas de regímenes totalitarios o de abusos estatales en el pasado. Mientras Canadá y Argentina dan pasos para la reparación de las víctimas, en España el presidente del gobierno desprecia la memoria histórica siempre que tiene ocasión. Así nos va. Las comparaciones son siempre odiosas, en particular cuando se trata de nuestra clase política. 

Dijo ayer el presidente del gobierno que no entiende por qué la calle en la que él nació en Pontevedra, Salvador Moreno, cambió de nombre hace 15 años y pasó a llamarse calle Rosalía de Castro. No lo entiende. Significa que no entiende nada. Para empezar, no entiende, o no quiere entender, que en el momento en el que se cambió el nombre de esa calle aún no existía la ley de memoria histórica, pero ahora sí, y por tanto todo gobernante está obligado a cumplirla. Y esa ley incluye entre sus medidas no homenajear con nombres de calles a militares golpistas como Salvador Moreno, quien daba nombre a esa calle pontevedresa que tanto le disgusta al presidente del gobierno que lleve ahora el nombre una de las escritoras gallegas más reconocidas de la historia. 

Rajoy, vaya por dios, no entiende que se quite el nombre de un militar golpista a una calle. Es más, él sigue llamando a esa calle así, Salvador Moreno. Claro que sí. Al fin y al cabo, si puede seguir gobernando tan tranquilo a pesar de que su nombre aparezca en los papeles de Bárcenas con la contabilidad irregular del PP, por qué no va a poder insultar a las víctimas del franquismo, despreciar su dolor, criticar una ley en vigor y ridiculizar los muy tímidos gestos de reparación hacia quienes sufrieron una execrable dictadura. Si Rajoy no entiende que se le quite el nombre de una calle a un militar golpista no quiero ni pensar el shock que le provocará ver que hay países que no sólo cambian nombres de calle, sino que incluso juzgan a esos militares golpistas. De locos. 

Las declaraciones de ayer de Rajoy, en una conversación informal en una cumbre entre la Unión Africana y la Unión Europea (siempre dando buena imagen de España en el exterior), sirven para constatar una vez más la falta de sensibilidad del presidente del gobierno con la memoria histórica. No considera que a una víctima del franquismo le pueda ofender vivir en una calle que homenajea a un militar golpista. Tampoco cree, a juzgar por la inacción del gobierno, que pase nada porque miles de familias españolas no puedan dar sepultura a sus seres queridos, que están en fosas comunes desperdigadas por el país. Sencillamente, eso le parece reabrir heridas, en vez de lo que es, intentar cerrarlas al fin, tratar de restañarlas. Después de leer que Rajoy sigue llamando Salvador Moreno a la calle Rosalía de Castro de Pontevedra me pregunto si cuando va al Paseo de la Castellana en realidad sigue yendo al Paseo del Generalísimo. Hay semanas en las que se hace especialmente duro comparar a tus gobernantes con los de otros países. Esta es una de ellas. Qué triste. 

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