Auschwitz: No hace mucho. No muy lejos

El Holocausto, la mayor atrocidad cometida por el hombre, se perpetró con la connivencia, el silencio cómplice o el abierto apoyo de millones de personas. Gente corriente que se consideró de una raza superior y que pensó que otras personas no merecían ser tratadas como tales. Personas normales que votaron a un político fanático que llevaba años afirmando que su principal proyecto político sería la exterminación de los judíos. El horror del nazismo ocurrió ante la indiferencia, o incluso el respaldo, de millones de personas de una sociedad no tan distinta a la nuestra. Por eso el mensaje de aquella atrocidad nos impele siempre. Por eso es tan acertada, ya desde el título, la monumental exposición que acoge hasta junio la Fundación Canal, llamada Auschwitz: No hace mucho. No muy lejos. Y es exactamente así. Aquello no ocurrió hace siglos ni en tierras muy lejanas. Pasó en Europa, muy cerca y hace no tanto. Nada más entrar en la exposición leemos una frase de George Santayana que afirma que "aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo". 


Sin palabras, de Zinovvi Tolkatchev, miembro
del Ejército rojo que liberó Auschwitz. 
El mensaje de la exposición, la más estremecedora que recuerdo, la más impactante, es claro y es el único posible: aquello podría volver a ocurrir, no estamos vacunados contra el virus del odio y del fanatismo. Hablamos estos días, otra vez, incapaces de aprender de los errores del pasado, de nacionalismo, de derechos históricos, de odios al diferente, de fanatismos, de enfrentamientos, de fake news. Y es inevitable no sentir un estremecimiento al ver cómo nada de eso es nuevo y, sobre todo, a dónde condujo. A dónde llevaron, por ejemplo, las mentiras sobre los judíos, que crearon el caldo de cultivo para que la sociedad alemana, lejos de detener aquel delirio exterminador del nazismo, lo apoyara con su voto y lo jaleara. 

La exposición comienza en la liberación del campo de concentración de Auschwitz, con los mensajes de los soldados soviéticos que entraron en aquel centro del horror en Polonia, en una localidad que pasó a la historia como símbolo del espanto, de lo peor de lo que es capaz el ser humano. Impactan las obras de arte de uno de esos soldados que liberaron el campo, Zinovii Tolkatchev, que plasmó en unas hojas de oficinas del centro lo que encontró en Auschwitz. 

Papeleta electoral con el nombre de Hitler. 
También muchos supervivientes dieron testimonio de aquel horror, que no alcanzan a explicar las palabras. Hay varios pasajes de Primo Levi, quien escribió sobre su reclusión en el campo de concentración en el demoledor Si esto es un hombre. En la exposición leemos también un fragmento de la obra Gracias a los otros, de Charlotte Delbo, también superviviente de Auschwitz. Escribe Delbo: "hoy todos saben, saben ya de hace años que este puntito del mapa es Auschwitz. Eso es lo que saben y piensan que saben todo los demás". 

Estremece comprobar que el plan para exterminar a todos los judíos, y también a gitanos, personas con discapacidad y homosexuales, entre otras personas, recibió el respaldo de millones de alemanes. En la exposición hay fotografías del campo, imágenes de víctimas, objetos como zapatos o maletas de quienes llegaron al centro de exterminio sin conocer su destino. Pero pocos objetos impactan más que la papeleta electoral con el nombre de Adolf Hitler (a la derecha). Porque, en efecto, no se puede olvidar cómo empezó todo: con ciudadanos corrientes depositando su voto para apoyar a un dictador execrable decidido a aniquilar a quienes consideraba seres degenerados o de una raza inferior. 

Las leyes de Nuremberg, estableciendo los matrimonios
prohibidos con judíos. 
La exposición recorre la historia del antisemitismo, las mentiras y los prejuicios contra las personas que profesaban esta religión. Impacta observar, por ejemplo, portadas de medios abiertamente antisemitistas, con portadas de odio a los judíos. O los carteles del partido nazi, siempre señalando a los judíos como los culpables de todos los males. Leemos en la exposición una frase de Hitler que, de nuevo, remueve porque no cuesta encontrar paralelismos con el presente, en la que el dictador declara que "el arte de todos los auténticos dirigentes nacionales de todos los tiempos consiste en no dividir la atención de un pueblo y concentrarla en un solo enemigo". ¿Nos suena a algo?

Los homosexuales fueron también víctimas
del nazismo. 
También vemos vídeos de discursos de Hitler, o de los carteles que se situaron en muchos pueblos, afirmando que los judíos no son bienvenidos, o juegos de mesa que consistían en eliminar a los judíos. Avanza la exposición hacia el espanto, hacia ese campo de concentración. Vemos imágenes de héroes, como Feng Sang Ho, consul general de China en Viena que salvó la vida de miles de judíos, o el español Ángel Sanz-Briz, conocido como el ángel de Budapest, por emitir pasaportes para 200 familias judías condenadas a la muerte. 

La exposición muestra fotografías de víctimas. Impactan las historias que se han conseguido reconstruir, como la de Alexander Ammann, quien sufrió una crisis nerviosa y fue asesinado por el programa de eugenesia de los nazis, que consideraban que había que aniquilar a todas las personas con discapacidad, no antes de experimentar con ellos. Pero también conmueven las historias de personas sin nombre, de esas madres con niños que, en cuestión de horas, serían conducidos a la cámara de gas. O las caras de los internados en el campo, posando con distintos perfiles ante las cámaras de sus opresores. 

Estrella con la que se señalaba a los judíos. 
Los vídeos con testimonios de los supervivientes son especialmente estremecedores. Un hombre, por ejemplo, cuenta cómo fue separado de su mujer y su hijo pequeño, a quienes no volvió a ver. Una mujer relata que fue enviada a recopilar las ropas de quienes habían sido enviados a las cámaras de gas y encontró nada más comenzar esa penosa tarea el jersey de su hermano. También escuchamos a un prisionero que formó parte de los Sonderkommando, es decir, prisioneros que tuvieron que colaborar con los nazis en los campos para salvar su vida. Personas cuyo drama, como escribió Primo Levi, está por encima de cualquier juicio moral. Uno de ellos afirma en un vídeo que desde entonces, desde aquella experiencia inenarrable, no soporta escuchar un llanto infantil sin rememorar ese horror

Prisioneros llegando a Auschwitz
Afirman en los vídeos varios de los Sonderkommando que se consolaban pensando que serían supervivientes que podrían relatar aquel espanto, tan inconcebible, tan espantoso. Algunos se jugaron la vida para dar testimonio de él,como Alberto Errea, quien hizo fotos de los crímenes nazis, que compartió de forma clandestina con la resistencia. O Salmen Gradowski, quien dejó pruebas escondidas en el campo para que fueran halladas. "Querido buscador, hurga en todas partes, en cada palmo de tierra. En ella hay enterrados toneladas de documentos, míos y de otros, que esclarecerán cuanto aquí ha ocurrido". 

Mensaje vitalista de Charlotte Delbo,superviviente
de Auschwitz
Los pijamas de rayas que vestían los prisioneros, las cartas que algunos lanzaron por los trenes que les conducían al infierno para despedirse de los suyos o un anillo de latón que acompañó durante toda su horrible estancia en el campo de concentración a una mujer enamorada, son algunos de los objetos que se exponen en esta impactante muestra cuyo mensaje final es tomar conciencia de que aquello puede volver a ocurrir perfectamente. Por eso, como dice una de las supervivientes en los vídeos finales, hay que amar, alejarse del odio, no discriminar a nadie por su religión, orientación sexual o ideología, porque sabemos a dónde conduce el odio, aunque tantas veces actuemos como si lo desconociéramos

Uno de los mensajes finales de la exposición resume bien la lección que se puede extraer de ella, para la que conviene reservar más de tres horas. Escribió Jean Cayrol, superviviente francés de un campo de concentración, que "estamos quienes contemplamos hoy sinceramente esas ruinas como si el viejo monstruo del campo de concentración estuviera muerto y sepultado bajo ellas; quienes fingimos recobrar la esperanza frente a una imagen que se aleja, como si hubiera una cura para la peste de aquellos recientes; quienes queremos creer que todo eso ocurrió sólo una vez y en un tiempo y en un lugar concretos, y quienes nos negamos a ver alrededor y atender el llanto que perdurará hasta el final de los tiempos". 

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