"La librería" y "El autor" comparten el Forqué

No es nada habitual que dos películas empaten en unos premios cinematográficos, y menos aún que esa circunstancia se produzca en el premio gordo, el de mejor película, el que engloba el trabajo de todo el equipo del filme. Es lo que sucedió ayer en los Premios Forqué, que entregan los productores cinematográficos y que abren la temporada de galardones cinematográficos en España. El autor, esa inteligente historia sobre las fronteras entre realidad y ficción, sobre la obsesión y los límites de la creación literaria, dirigida por Manuel Martín Cuenca, y La librería, esa fábula sobre el poder transformador de los libros y las semillas que germina la pasión por la cultura, de Isabel Coixet, fueron reconocidas de forma conjunta como la mejor película del 2017. Porque hubo empate. Y porque ambas la merecen. 


Esta anécdota, la de compartir el Forqué, emparenta aún más a dos películas que se parecen tanto como se distinguen. Sin duda, empezando por lo más obvio, se parecen en que ambas son dos cintas excepcionales, por supuesto, dos de las mejores películas producidas el año pasado. Su calidad indiscutible es lo que más une. También tienen otros puntos en común: las dos están basadas en sendos libros, uno de Javier Cercas y otro de Penelope Fitzgerald. Ambos hablan, en el fondo, de literatura. En El autor vemos a un hombre obsesionado con crear una gran obra literaria, mientras que en La librería nos encontramos con una mujer que sueña con construir un templo de libros en una pequeña aldea, ante la oposición cerril de no pocos vecinos. 

Las similitudes terminan ahí. El tono de la película de Coixet es mucho más vitalista. Es casi una fábula, el cuento de una mujer que cumple su sueño y que transmite su pasión por los libros a quienes la rodean. Una cinta hermosa, delicada, un canto de amor a la literatura, que es un poco lo mismo que decir un canto de amor a la vida. El autor, más bien, está hecha para incomodar, llega lejos, lejísimos, y es mucho más inquietante y perturbadora. Su protagonista descubre que puede manipular a todo el mundo y poner la realidad al servicio de su novela, sin medir las consecuencias. Tan diferentes, tan geniales, son dos películas portentosas. 

Nathalie Poza fue reconocida como la mejor actriz por su papel en No sé decir adiós, mientras que Javier Gutiérrez fue reconocido por su colosal interpretación en El autor. Dos de los mejores intérpretes de España, impecables en cada papel que cae en sus manos. Gustavo Salmerón recogió el premio de mejor documental por Muchos hijos, un mono y un castillo, una de las sensaciones de la temporada, que tengo ganas de ver, en el que el autor lleva a la pantalla a su propia familia con hilarantes y tiernas consecuencias, al parecer. No conozco a nadie que haya visto este documental y no haya salido rendido a sus pies. Una mujer fantástica, de Sebastián Leio, fue reconocida como la mejor película latinoamericana, mientras que Lo que de verdad importa, de Paco Arango, fue premiada por transmitir valores, y Madre, de Rodrigo Sorogoyen, obtuvo el Forqué a mejor cortometraje. 

La reivindicación feminista (esa idea radical de que las mujeres tengan los mismos derechos que los hombres) que marcó la entrega de los Globos de Oro se dejó sentir también ayer en los Forqué. Al parecer, Isabel Coixet quiere promover alguna iniciativa similar a las vistas al otro lado del Atlántico, para lanzar un mensaje en pos de la igualdad. Será una nueva ocasión para que los de siempre digan que la gente del cine no debería hablar de política ni cuestiones sociales, cuando en realidad lo que querrían decir es que no deberían hablar de ello si van a defender ideas distintas a las suyas. Puede que después de clamar contra una guerra ilegal, a esta gente de la farándula se le ocurra ahora, qué desfachatez, pedir que la mitad de la población no tenga menos derechos que la otra mitad, sólo por el hecho de ser mujeres. 

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