Hasta siempre, Forges

Se suele decir que España entierra muy bien, por los homenajes póstumos que suele dar a personajes célebres cuando ellos ya no pueden verlos, por esas muestras de cariño que tanto nos guardamos en vida de alguien y que, de pronto, soltamos cuando ya no está. No es el caso de Antonio Fraguas de Pablo, Forges, quien sí recibió la admiración generalizada en vida. Ayer falleció el gran dibujante, que llevaba décadas ilustrando la actualidad cada día en los periódicos, desde los años 90 en El País. Él recibió todos los premios posibles por su talento, era reconocido de forma unánime en el sector y, sobre todo, era muy leído. Sus viñetas, en ese espacio que hoy deja en blanco su periódico, eran lo más inteligente del día. 


Forges dibujaba editoriales, sus trazos eran de lo más lúcido y comprometido que se podía encontrar en la prensa. Sus editoriales gráficos daban siempre en el clavo, incluso cuando los otros editoriales se nos indigestaban, o especialmente en estos casos. Sabía decirlo todo con muy pocas palabras, con ese vocabulario propio tan personalísimo, y con trazos sencillos. Defendió una forma de estar en el mundo noble y bondadosa desde sus viñetas, que fueron una trinchera amable contra las injusticias. Hay una viñeta de Forges para cada situación, para cada noticia, para cada gran tema que nos preocupa. Por eso conviene recordar hoy, que él ya no está, que sólo mueren los olvidados, y desde luego no es el caso. 

Solemos decir que nos gusta especialmente el humor que va dirigido contra el poderoso, no el que se ríe de las minorías más vulnerables o desprotegidas. Y es exactamente aquel el humor que compartía Forges a diario en el periódico. Siempre disparaba con su pincel hacia arriba. Denunció con severidad el machismo, el racismo, la intolerancia, los excesos del sistema capitalista. Fue muy severo contra la precariedad laboral. Supo conectar como nadie con el sentir de la sociedad. Criticó el desprecio a la lectura y la cultura, el embrutecimiento continuo de la sociedad. Dio voz, a través de sus trazos astutos y comprometidos, a los que no la tienen. No hizo concesión alguna, fue libérrimo, en tiempos más y menos libres, pues él comenzó muy pronto, en épocas oscuras para la libertad de expresión (más oscuras incluso que las actuales). 

Si el humor es la más refinada muestra de inteligencia, sin duda Forges era una de las mejores mentes de este país. Los periódicos, el periodismo en general, no pasan por sus mejores momentos, hay multitud de factores externos y de errores propios que nos están haciendo mucho daño. Pero siguen quedando esos retazos de arrolladora inteligencia en las viñetas de tantos genios. Forges era uno de los mejores de ellos, así que hoy España es un poco menos libre, un poco más gris. Esa España que fue, en esencia, el gran tema de sus trabajos, porque él retrató como nadie al español medio y también la pedantería y la arrogancia de los poderosos

Destacó dos últimas cuestiones, aunque podríamos seguir todo el día glosando los méritos de Forges. Jamás adoptó esa actitud tan irritante como común de despreciar por sistema todo lo que proceda de las generaciones más jóvenes. Al contrario, mostró habitualmente a jóvenes leyendo al lado de adultos embrutecidos con el fútbol, a personas mayores protestando contra el estado permanente de queja de los jóvenes, sin caer en la cuenta de que quizá influya en ello el precario mercado laboral que se han encontrado. Y también me gustó de Forges, además de su sensibilidad con cualquier tema, de su innegable compromiso con el progreso, la actitud que adoptó con la crisis catalana, alejada de griterío y patrioterismo barato, reivindicando el cariño y el entendimiento en mitad de tantos exabruptos de unos y otros. 

Echaremos mucho de menos a Forges, aunque siempre habrá una viñeta suya en la que siga viviendo, a través de su inteligencia, en la que le seguiremos dando la razón y continuaremos sonriendo y reflexionando gracias a él. Descanse en paz, maestro. Hasta siempre. 

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