Los Goya se rinden a los pies de "Handia" y de Isabel Coixet

Handia, que se llevó diez premios, y La librería, de Isabel Coixet, que venció en las categorías de mejor película, dirección y guión adaptado, fueron los grandes ganadores de la noche de los Goya. Una gala para el olvido, francamente, pero con algunos momentos mágicos. Una noche en la que se vio la España plural, es decir, la verdadera, en la que se dice gracias, pero también eskerrik asko; buenas noches, pero también bona nit. Y, por supuesto, en la que hablan con voz propia y firme las mujeres, en la que los abanicos rojos inundaron la sala para pedir más presencia femenina en el mundo del cine. La gala careció de ritmo. Es casi imposible que una ceremonia de entrega de premios que dura más de tres horas y concluye pasada la una de la madrugada mantenga el interés del espectador, pero la gala de anoche, presentada por Ernesto Sevilla y Joaquín Reyes, resultó fallida. De eso hablamos más abajo, porque lo más importante de los Goya, siempre, siempre, siempre es el cine. 


Si para algo sirven los premios cinematográficos, esa excentricidad absurda de poner a competir películas entre ellas, es para que dar una segunda vida comercial a películas bellas que no habían contado con el favor del público. El año pasado, Tarde para la ira logró dar un último empujón en la taquilla y cubrir su presupuesto gracias a su éxito en los Goya. En 2011, muchos descubrimos la maravillosa y hasta entonces semiclandestina Pa negre gracias al reconocimiento de la Academia. Fundamentalmente, para eso están los premios. Para dar a conocer películas a más público del que las ha disfrutado. Y eso pasará, seguro, con Handia, que no he podido ver porque se me escapó de los cines, pero que seguro que ahora reestrenarán, y de la que he recibido críticas insuperables de personas de cuyo criterio me fío, casi más, mo al manos tanto como del de los académicos. 

La cinta vasca se convirtió en la tercera más galardonada de la historia de los Goya, con diez premios: mejor actor revelación (Eneko Sagardoy), mejor guión original (Aitor Arregui, Andoni de Caños, Jon Garaño y José Mari Goenaga), mejor música original (Pascal Gaigne), mejor diseño de vestuario (Saioa Lara), mejor montaje (Laurent Dufreche y Raúl López), mejor dirección de producción (Ander Sistiaga), mejor dirección de fotografía (Javier Agirre Erauso), mejor dirección artística (Mikel Serrano), mejor maquillaje y peluquería (Ainhoa Eskisabel, Olga Cruz y Gorka Aguirre) y mejores efectos especiales (Jon Serrano y David Heras)

Todo hacía indicar que sería la noche triunfal de Handia, sin discusión, cuando Isabel Coixet subió dos veces al escenario a recoger el premio de mejor guión adaptado por la fabulosa La librería, ese canto al poder transformador de la literatura, y sobre todo cuando ganó en la categoría de mejor dirección. Rara vez quien se lleva este último premio no gana también el de mejor película. Y, en efecto, su película se llevó el cabezón más valorado de la noche. Coixet, siempre natural ("pues igual me lo merezco y todo"), dedicó el premio a todas esas mujeres que van al cine y pagan su entrada, las que en tantas sesiones son mayoría absoluta en las salas, y a su madre. Recordó cómo cuando ella no colaborara en las tareas domésticas y su padre la regañaba, su madre siempre le decía "tú deja a la niña que lea, que para algo le servirá". 

Otra mujer directora que el año pasado rodó una joya, Carla Simón y su Verano 1993, también recibió un Goya, a mejor dirección novel, además de la mano de Leticia Dolera y Paula Ortiz, quienes recitaron un hermoso poema de Lorca sobre "la otra mitad del mundo", para lanzar un necesario grito feminista en pos de la igualdad. Simón dedicó el premio a sus padres biológicos y a todos los que, como ellos, fallecieron por el sida, esa enfermedad innombrable que la dejó a ella, la Frida de la película, huérfana de padres biológicos y abocada a cambiar de vida en un verano del 93 en el que cambió su vida, que con tanta belleza y delicadeza refleja la directora en esta excepcional película. 

El reconocimiento de la Academia a Verano 1993 se redondeó con el premio a dos de sus intérpretes: David Verdaguer (mejor actor de reparto) y Bruna Cusí (mejor actriz revelación). Tampoco se fue de vacío El autor, esa cinta inteligente y obsesiva de Manuel Martín Cuenca que compartió el Forqué con La librería, y en la que brillan Adelfa Calvo, mejor actriz de reparto, y Javier Gutiérrez, mejor actor protagonista, quien siempre se acuerda de las actrices y actores en paro cuando recoge un premio. 

En El autor, como siempre, Javier Gutiérrez está impecable. Lo mismo cabe decir de cada trabajo de Nathalie Poza, mejor actriz protagonista por No sé decir adiós. Ella pronunció uno de los discursos más bellos de la noche, que concluyó afirmando: "no sé si cambiaremos el mundo, pero a mí este oficio me ha salvado la vida". También tuvieron un alto nivel los discursos de los vicepresidentes de la Academia, Mariano Barroso y Nora Navas, quienes recordaron a la presidenta, Yvonne Blake, convaleciente. Barroso recordó que el idioma del cine es el encuentro, en estos tiempos de roces y enfrentamientos. También indicó que el cine sirve para voz a quienes no la tienen. Nora Navas, bravísima, recalcó que la Academia luchará por abanderar la necesaria causa por la igualdad de las mujeres, al tiempo que recordó que el cine español volvió a recaudar el año pasado más de 100 millones de euros, es decir, generó mucha más riqueza para el Estado de lo que recibe, a pesar del 21% del IVA para el cine que el gobierno mantiene sin cumplir sus promesas. 

Otra mujer protagonista de la noche fue Julita, la madre de Gustavo Salmerón y protagonista absoluta del documental Muchos hijos, un mono y un castillo, basado en su vida, que se preguntó en varias ocasiones qué hacía ella ahí, en una gala con tanto glamour y tantos artistas. Maravillosa. 

La noche más feminista de los Goya que se recuerda también reconoció un corto de animación que tiene como protagonista a Woody Allen, Woody & Woody, cuyos autores recordaron que lo único que sabemos a ciencia cierta del cineasta neoyorquino es que es un autor imprescindible de la historia del cine. No está mal que se plantee también el debate sobre la confusión entre el autor y su obra, entre los (posibles) fallos o incluso delitos de un autor y el valor de sus películas. Rodrigo Sorogoyen, hiperactivo, libérrimo, ganó el premio a mejor cortometraje de ficción por Madre, que convertirá en un largo. La chilena Una mujer fantástica, la película de animación Tadeo Jones 2 y The Square, como mejor película europea, también fueron reconocidas anoche. 

¿Y Ernesto Sevilla y Joaquín Reyes, qué? Partiendo de la base de que el trabajo de presentador de los Goya es quizá el oficio de más alto riesgo, sólo detrás del de seleccionador nacional, y teniendo claro que los Goya tienen un problema endémico de ritmo por su larguísima duración, los chanantes no estuvieron especialmente acertados. Personalmente, esperaba más de la noche. Algunos gags son rescatables, eso sí. Y hubo monólogos, situados antes de categorías poco valoradas, lo que cual es un acierto porque les daba más importancia y necesario reconocimiento, más que aceptables, como el de Paquita Salas, el personaje creado por los Javis (Ambrossi y Calvo), de quienes dijo Leiva, ganador al premio a mejor canción original por La llamada, que son unos "genios locos y libres". O la actuación de Marlango antes de dar el Goya a la mejor canción, interpretando todas las nominadas al piano. O el monólogo feminista de Pepa Charro, preguntando a los actores las típicas preguntas que sólo se hacen a ellas, como para cuándo formar una familia o de qué diseñador es su vestido. Pero cuando llegó ese monólogo, necesario, preciso, era la una menos cinco de la madrugada. 

¿Qué pasaría si un año los Goya se limitaran a un monólogo inicial y, acto seguido, se entregaran sucesivamente todos los premios, sin interrupción alguna más allá de los discursos de agradecimiento de los ganadores, que son los verdaderos protagonistas de la noche? Quizá es una propuesta demasiado radical, pero la Academia debería hacer algo en vez de resignarse a que la gala dure más de tres horas. La de anoche no fue la gala más memorable de los Goya, pero sí dejó un palmarés rico y variado y un grito necesario, en el cine y en todos los ámbitos de la vida: más mujeres. 

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