Con rabia

En condiciones normales, la adolescencia es una época vital de contradicciones y descubrimientos, de confusiones y emociones intensas. La adolescencia de Lorenza Mazzetti se desarrolló en condiciones del todo anormales, ya que quedó huérfana y sufrió el asesinato político de su familia adoptiva, como represalia por el exilio de Albert Einstein, primo del tío que acogió a Mazzetti y a su hermana. Con los mimbres autobiográficos de esta dolorosa vida, la autora adopta en Con rabia la voz de Penny, una adolescente que mira el mundo que la rodea, el del periodo posterior a la II Guerra Mundial en Italia, con desprecio y rebeldía, confusa entre el recuerdo de su familia, cruelmente asesinada, y sus ansias de vivir, de romper con las ataduras que las convenciones sociales, el conservadurismo de su cuidadora y la religión imponen. 

Penny vive con su hermana gemela Baby, con quien la une un vínculo especial. Su adolescencia atraviesa por las etapas clásicas de todas las adolescencias (el descubrimiento del sexo, el proceso de construcción de la personalidad, las dudas y sentimientos enfrentados que resultan indescifrables...), pero a eso le suma las peculiaridades de su vida nada convencional. Vive en una casa en la que todo le recuerda la violencia y la guerra, en la que todo son recuerdos de muertos. Ella se debate entre el homenaje a esos seres queridos asesinados, la irreal venganza que imagina contra los responsables de sus muertes y el afán desmedido y ansioso por vivir, descubrir y experimentar. 


Con un estilo ágil y contundente, de frases cortas y verdades profundas, de tono tan claro como poderoso, Penny narra en primera persona su desprecio por la hipocresía de la sociedad en la que vive. Lo detesta casi todo. Desde luego, el machismo imperante, lo que le hace en ocasiones desear ser un hombre, porque sólo en ellos ve la libertad que persigue. Todo ello, llena de contradicciones y dudas. "¿Cómo conciliar el deseo que tengo de matarlos a todos, uno tras otro, empezando por mi tutor, con ese otro deseo que siento de que me abrace todo el mundo?". Penny descubre pronto que "lo que se dice libertad, en esta ciudad, sólo la tienen los hombres". Ella quiere ser libre, tomar sus propias decisiones, no ser tratada como ciudadana de segunda. Y quiere lo mismo para su hermana, a quien quiere proteger y por quien quiere sentirse protegida. 

El machismo asfixia a Penny, como lo hace también  la religión, con la que rompe, para disgusto y escándalo de las personas que la rodean. Ella no cree en un dios todopoderoso que no hizo nada ante el asesinato de sus padres. Tampoco piensa que las acciones de las personas estén gobernadas por la providencia. "A veces sueño que el tío está vivo y que Marie está viva. Sin embargo, todos están muertos. Todos muertos. Y ni siquiera sé dónde están sus almas porque ya no creo en Dios". Nada de lo que ve a su alrededor le gusta, mientras que se siente atada al pasado, a unas personas muertas. "Las personas extraordinarias ya no existen, en lugar de Giulano de Médici está Luca o Roberto, en lugar de Savonarola está el párroco". 

Penny se rodea de adultos que son rebeldes, en los que aprecia esa misma insatisfacción con la sociedad. Por ejemplo, Fabrizio, de quien está enamorada, o por quien se siente atraída al menos. "Fabrizio dice que el comandante no es el único culpable, sino también todos los demás, todos los alemanes y los italianos y el mundo entero, y que presenciar un crimen de ese calibre sin gritar y sin indignarse es, en sí, una culpa, y que todo el mundo es culpable, culpable por complicidad", leemos en un pasaje de la obra, lo que le lleva a concluir que "la indiferencia es uno de los grandes crímenes que existen en la Tierra". Son palabras que describen la época en la que está ambientada la novela, sí, pero también la actual. Indiferencia ante el drama de los refugiados, por ejemplo. O ante tantas y tantas desigualdades. 

Hay otro personaje que conoce Penny en un momento del filme, un escritor algo trasnochado y borrachuzo, que piensa igual que Fabrizio, sólo que de forma aún más radical. A él se deben las partes más punzantes de la novela, como cuando afirma que "todos los americanos valoran al hombre en dólares, y ninguno pesa los dólares que tiene, el hombre nunca pesa lo suficiente, el vecino de al lado siempre pesa más", o cuando espeta: "Luego hacemos los juicios de Nuremberg, juzgamos a los otros, los condenamos como asesinos mientras nos creemos santos, nosotros, que dejamos el suelo raso en Hiroshima, que dejamos el suelo raso en Dresde para que no cayese en manos de los rusos, nosotros, que planeamos junto a los ingleses la destrucción implacable de las ciudades más bellas de Europa". Una novela, en fin, impactante, en la que la voz de la narradora, trasunto de la escritora, logran transmitir esa rabia a la que alude el título, hasta el punto de que lleva al lector a compartir idénticas emociones. 

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