Gracias por hacer historia


8 de marzo de 2018. Todos recordaremos este día histórico. Desde ayer, creo un poco más en la humanidad. Todos sabemos dónde estábamos y qué hacíamos en las contadas fechas históricas que hemos podido vivir. Así que, cuando me pregunten por este 8 de marzo de 2018 dentro de unos años, diré que fue un día emocionante, en el que una oleada feminista recorrió las calles de ciudades y pueblos de España y de todo el mundo. Sin duda, recordaremos este día en el que pararon millones de mujeres, hartas de la desigualdad. Diré que fue un día en el que nadie pudo dejar de oír, por taponados de machismo que tenga sus oídos, el clamor por la igualdad. Comenzó el día con un tren más lleno de lo habitual. Porque cuando ellas paran, para el mundo. Porque en el transporte público también se notó su ausencia, para lanzar un necesario mensaje, al fin, urgente, inaplazable.



Con más color morado que de costumbre y algunos lazos en las camisas y los jerséis a la altura del corazón, en ese tren desbordados había hombres y mujeres. Dos de ellas hablaban de su situación laboral. “Hoy tendríais que hacer huelga todas con dos ovarios, ya está bien”, le decía una mujer a otra, que probablemente era una de tantas cargadas de razones para parar pero que ayer no pudo hacerlo. Al bajar en Atocha, para hacer el transbordo de cada día, dos hombres hablan de sus hijas y se escucha una frase fugaz “esto no lo quiero para ella”, que lo dice todo. Fue un día histórico el de ayer, sí, en el que hablé con amigas y compañeras, escuchando sus razones para parar o sus sentimientos feministas pese a no haberlo hecho por mil circunstancias. 

También diré que fue un día mágico en el que compartí en persona, por teléfono y por las redes sociales las emociones de la jornada, porque no es frecuente asistir a un día en el que se hace historia. “Paro por todas esas mujeres que no pueden hacerlo”, me dijo una buena amiga. Incluso por las que no quieren, añadiría, porque todas (y todos) somos víctimas del machismo rancio y opresor, incluso quienes lo niegan, o casi especialmente ellos. 

Recordaré que fue un día dedicado a trabajar, claro, pero también a leer artículos fabulosos sin firma porque están escritos por compañeras que pararon, como la excepcional Carta a las chicas que (aún) no son feministas, en El Confidencial, y el muy interesante Emprender por obligación, la alternativa de las mujeres que quieren conciliar, en Retina

Y también diré dentro de unos años, cuando me pregunten por ese 8 de marzo, que fue un día, por supuesto, para escucharlas sobre todo a ellas. Por ejemplo, a las compañeras que leyeron un manifiesto en las puertas de la redacción, para leer un manifiesto ampliamente apoyado por todos, en el que se pedía trabajar por la conciliación, acabar con la brecha salarial y fomentar la presencia de más mujeres en las tribunas de opinión de nuestros medios, no sólo porque sea justo, sino porque los lectores merecen acceder a esas otras voces. 

Recordaré igualmente que el papel de los medios de comunicación en esta movilización feminista tan ilusionante fue trascendental ayer. Los medios apoyaron mucho esta huelga, con ausencias de grandes firmas del periodismo, como Pepa Bueno, Julia Otero o Ana Rosa Quintana, entre otras muchas profesionales.  Los medios contribuyeron mucho, al fin, a situar la necesaria lucha contra el machismo en el debate público. Fue hermoso, por ejemplo, un anuncio de la Cadena Ser en El País, en el que quitó las "a" al mensaje, para dejar claro lo que perdemos cuando ellas paran. Fue un día histórico en el que constatamos que, a veces, los medios de comunicación siguen siendo útiles. 

Cuando me pregunten dentro de unos años sobre este 8 de marzo de 2018, diré que fue un día en el que escuché a amigas de otras empresas y sectores que pararon y a otras que no lo hicieron, en parte, porque sus jefes (jefas, para más inri) les exigieron comunicar previamente si iban a hacer huelga a Recursos Humanos, algo ilegal. Diré, emocionado como quien recuerda una jornada memorable, que fue un día histórico en el que intenté terminar lo antes posible para salir corriendo hacia la manifestación convocada en Madrid. 

Y cuando llegue a ese punto, contaré que recorrí a contracorriente la manifestación, desde su final, en la Plaza de España, hasta más allá de su comienzo, en Atocha. Todas las calles desbordadas de mujeres gritando por la igualdad y de hombres apoyándolas. Fue uno de esos pocos días en los que Madrid, que siempre luce hermosa, añade a su belleza el brillo de la Historia pasando por sus calles Cibeles, teñida de morado, asistía a esa marea feminista, a esa oleada por la libertad, imparable, poderosa, excepcional. 

Contaré dentro de unos años que ese 8 de marzo de 2018 viví la movilización feminista con mucha alegría y que fue cuando llegué a la manifestación cuando sentí en toda su plenitud la explosión de las emociones de este día histórico e inolvidable. Llegué a la manifestación con el encargo de gritar por unos cuantos amigos y otras tantas amigas que no han podido acudir. Y lo hice. Grité y me emocioné. Una amiga, que ya se recoge, me cuenta que ella iba en la manifestación al lado de una mujer mayor que le contaba que cuando ella estudiaba en la universidad asistió a manifestaciones del día 8 de marzo con apenas 100 personas. Ayer sumamos muchos ceros a esa cifra. 

Diré que aquel día histórico vi a grupos de jóvenes gritando por la libertad, lo que me hizo confiar un poco más en la humanidad y en el progreso de la sociedad. También contaré que vi grupos de mujeres mayores, emocionadas, ilusionadas al verse rodeadas, al fin, de una masa de seres humanos pidiendo algo tan básico como que las mujeres y los hombres tengan los mismos derechos. Asistí a un abrazo de dos desconocidas, espontáneo, emocionadas ambas por el mensaje que una de ellas portaba en una pancarta. Me emocionaron las miradas de apoyo y complicidad entre las asistentes a la manifestación. Esa cara de felicidad de quienes alzaban la vista para calibrar la extraordinaria dimensión de la movilización. 

Y contaré también dentro de unos años que aquel 8 de marzo de 2018 escuché cánticos y leí mensajes potentes en pos de la igualdad: "Vivas nos queremos", "De camino a casa quiero ser libre, no valiente", "Queremos tu sueldo, no tus piropos", "Lo siento por la molestia, estamos intentando cambiar el mundo", "nos quitaron tanto que acabaron quitándonos el miedo", "el machismo también lo sufrís vosotros", "el reparto de tareas que se enseñe en las escuelas" o "Feminismo es tener opción", entre otros muchos. Fue un día histórico. Gracias a todas las mujeres que ayer hicisteis historia, a las que os acompañamos tantos hombres concienciados con la lucha por la igualdad. Ojalá dentro de unos años, cuando recordemos este 8 de marzo de 2018, podamos decir que fue el principio de un cambio necesario, el principio del fin del machismo. Sin duda, es un día que no olvidaremos. 

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