¿Y si este 8M hace historia?

Quizá dentro de unos años recordaremos el 8 de marzo de 2018 como un día histórico. Puede que, pasado el tiempo, se señale el día de hoy como un punto de inflexión, como el principio de algo. Tal vez se diga en el futuro que este Día de la Mujer no fue un día más, porque muchas mujeres dijeron basta, pararon para denunciar el machismo y colapsaron los pueblos y las ciudades con manifestaciones masivas en las que estuvieron acompañadas, en segunda fila, por hombres aliados con su causa, ya saben, esa idea radical de tratar a las mujeres como seres humanos que es el feminismo. Es difícil saber que se está asistiendo a un acontecimiento histórico en el momento presente, porque hace falta perspectiva para juzgarlo, pero visto el nerviosismo con el que el machismo se revuelve contra la huelga feminista de hoy y contra todos los movimientos que han decidido denunciar las desigualdades que sufren las mujeres, diría que al menos sí asistimos al despertar de algo importante.



Uno siente que este 8 de marzo de 2018 es un día especial, muy emocionante. Un día en el que, para variar, los hombres deberíamos escuchar más que hablar. Por ejemplo, escuchar los motivos de nuestras amigas y de las mujeres que queremos para parar hoy o para no parar, porque no pueden o no quieren, pero de salir a la calle, de reivindicar la igualdad. Si escucháramos más, entenderíamos que muchas de nuestras amigas vuelven a su casa de noche con miedo a ser violadas. Sabríamos que muchas mujeres están hartas de que cualquier patán se considere con derecho a juzgar sobre su físico en la calle, lanzándole un piropo que nadie la ha pedido. Si escucháramos más, comprenderíamos que toda esa confusión de tantos hombres (y algunas mujeres) ante este despertar feminista revela una de las principales razones de la huelga feminista de hoy. Que tantos no comprendan las razones para hacer hoy huelga es en sí mismo una razón para hacer huelga. 

En este asunto, y en otros muchos, sinceramente, deberíamos intentar escuchar más, sí. Escuchar a esa compañera que afirma que hoy parará, sobre todo, por el futuro de su hija, porque no quiere para ella una sociedad con brecha salarial, con acoso sexual, con discriminación hacia las mujeres. O escuchar a aquella otra amiga que te cuenta que parará por todas las desigualdades que sufren las mujeres en España, sí, pero también por todas esas mujeres que no pueden manifestarse, aquí y especialmente en otros países, en los que las mujeres son ciudadanas de segunda. Porque hay países en los que para todo han de pedir permiso las mujeres o en el que la culpa de la violación (que es una culpa que recae en la mujer, claro) se elimina casándose con su agresor. 

Si escucháramos más, entenderíamos la injusticia de que una mujer tenga que demostrar siempre el doble que un hombre en el trabajo. Comprenderíamos que a un hombre no le penaliza ser padre, pero que para muchas mujeres ser madre es sinónimo de despedirse de su carrera, o de renunciar a más ascensos laborales. Si escucháramos más, también veríamos que hay mujeres machistas, o negacionistas del machismo, que son sus principales aliadas. Y si escucháramos más, entenderíamos que debemos aprender que todos somos machistas en cierto grado y aceptarlo para cambiar y educarnos en igualdad. No es sencillo, pero es necesario. Urgente. Imperioso. Todos hemos sido educados en una sociedad machista y todos debemos educarnos, eliminando tics machistas, que los tenemos todos, y aprendiendo a ver la sociedad con el prisma de la igualdad. Entonces ocurre que esos chistes rancios que hace años nos divertían nos parecen insoportables, o que nos llama la atención la escasa presencia de mujeres en premios de cine o o tradiciones que nos gustan. 

Es emocionante y necesaria esta marea feminista. Hay razones de sobra para el paro de hoy y para todas las luchas de mañana. Desde que se guardan registros de los asesinatos machistas, más de 900 mujeres han sido asesinadas en España por el mero hecho de serlo. El acoso es una realidad ante la que demasiadas veces hemos mirado hacia otro lado. Las mujeres, mayoritariamente, asumen más carga de trabajo en las tareas domésticas que los hombres. La presencia de las mujeres en los puestos directivos de las grandes empresas es muy reducida y, generalmente, los hombres que están al mando siguen nombrando a otros hombres para puestos de responsabilidad. 

Como periodista, emocionado por el movimiento de tantas compañeras en #LasPeriodistasParamos, creo que es urgente que los medios también hagamos autocrítica. Hay demasiadas pocas voces de mujeres en las tribunas de opinión, por ejemplo, dominadas por hombres heterosexuales de determinada edad. Claramente, si no se da espacio a determinadas voces, hurtamos al lector de una visión de la sociedad. Lo mismo sucede en el cine, por ejemplo. O en la literatura. No se trata, que también, de que las mujeres son la mitad de la población mundial, y por lo tanto lo razonable es que ellas firmen más películas. Es que perdemos todos si no accedemos a historias contadas con otra mirada, con otras voces. Lo que no se visibiliza, no existe. 

Si un hombre es ambicioso, se alaba como rasgo positivo para su empleo. Si lo es una mujer, se le llama mandona y se le desprecia. Si un hombre vive con libertad su sexualidad, es un machote conquistador, un Casanova. Si lo hace una mujer, es una fresca, una puta. A los niños les seguimos regalando balones de fútbol y a ellas cocinas, no vaya a ser que la realidad destruya nuestros estereotipos. Si el feminismo, que es sencillamente la defensa de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, se abre paso, el machismo se apresura para rearmarse, desprestigiando a las feministas ("feminazis"), inventando supuestas guerras se sexos, como si las mujeres no llevaran siglos siendo discriminadas por el mero hecho de serlo. 

No ser feminista no es una opción. Naturalmente, se puede discrepar sobre las vías para alcanzar esa meta. Pero lo relevante es que compartamos ese fin. Si estamos de acuerdo en el punto al que queremos llegar, una sociedad en la que una mujer no tenga menos oportunidades que un hombre, lograremos ponernos de acuerdo antes o después en cómo recorrer el camino. Más que las diferencias sobre la forma de articular esta inaplazable lucha feminista, me preocupan los negacionistas, los que quiere torpedear el camino, porque ven amenazado su status quo, porque no quieren renunciar a sus privilegios. También hay mujeres que consideran que ellas y el puesto que han alcanzado son la demostración de que el machismo no existe en absoluto, como si ellas estuvieran solas en el mundo, como si no fuera necesario tener la mínima empatía por todas las mujeres que sufren discriminación a diario. 

Hoy es un día emocionante. Mucho. Las mujeres se despiertan contra el machismo y los hombres aliados, los que creemos en la igualdad, los que consideramos que construir una sociedad más igualitaria es bueno para todos y desde luego no supone ninguna amenaza para nosotros, estamos a su lado. En segundo plano, porque el protagonismo debe ser suyo. Pero siempre a su lado. Apoyando a las mujeres que hoy hacen huelga y a las que no. A las que son de izquierdas y a las de derechas. A las que son madres y a las que no lo son. A las heterosexuales, a las bisexuales y a las lesbianas. A las jóvenes y a las mayores. A las que estudian, a las que trabajan y a las que están en paro. A las que combaten contra el machismo y a las que no lo hacen tanto. A todas. Hoy es vuestro día y estamos a vuestro lado. La cita con la historia llama a las puertas. ¿Y si este 8M hace historia? 

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