Almodóvar

Ayer compartí con un grupo de amigos la noticia de la próxima película de Pedro Almodóvar, que el director manchego empezará a rodar en julio. Lo que era un simple mensaje de WhatsApp acabó convirtiéndose en un apasionado debate sobre la figura del director de Mujeres al borde de un ataque de nervios. Por resumir el debate de forma breve, yo sostenía que Almodóvar es, indiscutiblemente, una figura crucial de la historia reciente del cine en España. “El más grande director español vivo”, afirmé incluso, ya viniéndome arriba. Una buena amiga discrepaba y consideraba que el director está sobrevalorado.



En algo estaremos todos de acuerdo: la figura de Almodóvar es controvertida. Siempre lo fue. Por vocación, en sus comienzos, con su cine fresco, renovador, rupturista, pasional. No podía ser de otra forma. Y por otras cuestiones más relacionadas con su ideología que con su cine, de forma totalmente indeseada por él, aunque tampoco creo que le haya quitado nunca el sueño. En España tenemos una relación extraña con las gentes del cine, a las que buena parte de la población pretende negar el derecho a expresar sus ideas políticas, salvo que coincidan, claro, con las suyas. No tengo la menor duda de que el juicio de la figura de Almodóvar está intoxicado, de origen, por temas que nada tienen que ver con el cine. Esas críticas nada aportan en el debate que mantuve con mi amiga.

Tampoco tiene la menor relación con las creaciones del director de Julieta, esa excepcional obra de madurez, su implicación en el escándalo de los papeles de Panamá. Porque un artista, en cuanto artista, responde por sus obras. Y, naturalmente, como ciudadano responde exactamente igual que el resto ante posibles irregularidades, pero sin que eso tenga nada que ver con sus películas. La chispa de su primer cine y la hondura de otras, como Volver, no se resienten por posibles faltas o delitos fiscales. Sencillamente porque nada tienen que ver. Si alguien es o o ha sido un defraudador fiscal será un mal ciudadano, sin más. Nada dice eso de su cine, en este caso, que se mantiene muy por encima de cualquier otro asunto, o al menos en otro plano. 

Hechas estas dos salvedades, ¿cuál es el papel de Almodóvar en la historia reciente del cine de España? ¿Es su figura tan indiscutible como yo creo y defendí en esa charla con mi amiga? Partimos de la base de que las opiniones son libres, pero, como leí una vez no recuerdo a quién, Mozart no es discutible. No comparo a Almodóvar con Mozart, dios me libre. Pero, salvando las inmensas distancias, sí creo que hay artistas cuya trascendencia son incuestionables, hasta el punto de que casi es lo de menos la opinión personal que cada cual tenga sobre ellos. No me gusta el fútbol, le decía a esta buena amiga ayer, pero eso no me hace menospreciar su papel protagonista en esta sociedad. No he visto Star Wars, pero sería absurdo cuestionar su trascendencia. Almodóvar puede convencer más o menos, sólo faltaría, pero resulta difícilmente rebatible su trascendencia. Ésta se podría medir en premios o reconocimientos internacionales, desde los Oscar hasta la retrospectiva que hace un par de años le dedicó el Moma de Nueva York. Pero va más allá de ello. Podríamos hacer la prueba de preguntar fuera de España por referencias del cine de nuestro país. ¿Alguien duda que Almodóvar sería el primer nombre que mencionaría inmensa la mayoría?

El director manchego revolucionó el cine español en los 80, le insufló aire fresco, llevó sus benditas locuras a la pantalla. Rodó de una forma libérrima todo lo que pasaba por su cabeza. Hay mucho sexo en sus cintas, sí, lo cual no es un demérito, porque muchas de sus películas hablan del poder del deseo (no por casualidad se llama así su productora). Mostró en pantalla a personajes invisibles hasta entonces en el cine. Hizo reír como pocos. Construyó en sus cintas primeras un alocado costumbrismo que hoy sirve para echar la vista atrás y rememorar un tiempo de absoluta e irrenunciable ansia de libertad. Fue un retratista excepcional de las pasiones humanas. Almodóvar ha desarrollado un estilo propio, una voz tan inconfundible que casi sobra el mensaje “un film de Almodóvar” en sus créditos. 

Proyección internacional incuestionable y un estilo propio muy marcado, pues. A esto sumamos su talento para crear personajes femeninos fuertes. El universo almodovariano es, sobre todo, un universo femenino, con mujeres llevando el peso de las tramas, aunque en su próxima película al parecer el protagonismo será masculino. Pocos directores han sabido retratar tan bien alas mujeres. Y añadimos más a esta lista de méritos de Almodóvar, el prometedor rumbo que parece tomar el director tras su último filme, que nos hace desear con más ganas ver sus próximos trabajos y que le permite superar un cierto bache creativo. 

Mientras en España la cinta pasaba sin pena ni gloria por taquilla, por la información sobre su cuenta pretérita en Panamá, Julieta se convertía en la película española más vista en el extranjero en 2016. Este filme, que sin duda es puramente almodovariana (pocos directores, por cierto, tienen su adjetivo, gracias a un sello tan marcado), lo es de un modo diferente a todos sus trabajos anteriores. Es su filme más maduro, un drama durísimo y sobrio basado en varios relatos de Alice Munro. Una versión distinta de Almodóvar, que según el director muestra la línea por la que quiere dirigir su carrera, que con su próxima película superará la veintena de filmes. La historia de una pérdida que llena la existencia de la protagonista y la destruye, con interesantes reflexiones de más y más calado a medida que avanza la trama sobre, por ejemplo, el poder destructivo del fanatismo. 

En Dolor y gloria, que Almodóvar rodará desde julio con Penélope Cruz, Antonio Banderas, Asier Exteandía y Julieta Serrano, el autor de tantas cintas inolvidables contará la historia de un director de cine en su ocaso, y hablará “de la creación, tanto cinematográfica como teatral, y de la dificultad de separar la creación de la propia vida”. Tiene su punto de ironía que un director ruede un filme sobre un cineasta en crisis. Vista Julieta, sin duda, no parece en absoluto el caso de Almodóvar. Si algo dejó claro esa desgarradora cinta es que el alocado genio de antaño tiene mucho cine por compartir. Cine con sello almodovariano. Cine trascendente. Cine importante. Por supuesto que en su filmografía también hay patinazos, quizá ninguno tan sonoro como Los amantes pasajeros, pero el balance es abrumadoramente positivo. 

De la frescura rupturista de Pepi, Luci Bom y otras chicas del montón a la madurez de Volver y Julieta, la archipremiada y reconocida trayectoria de Almodóvar se defiende, en realidad, por sí sola. Muchos esperamos con ansia su próximo trabajo, tanto los que queremos encontrar allí otra vez la mejor versión del cineasta manchego como los que desean hallar la peor para criticarlo sin piedad. Al fin y al cabo, sólo un genio puede despertar reacciones tan enfrentadas. ¿O no?

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