Warhol: El arte mecánico

Hace unos años (once, según me recuerda Google), La Casa Encendida organizó una gran exposición sobre Andy Warhol. Recuerdo que aquella muestra me impactó, porque fue entonces cuando empecé a entender que el arte no es rígido, que contiene muchas expresiones diferentes, que todo es posible, que hay talentos que bordean la locura. Una sensación fantástica aquella, un descubrimiento para mí, que para entonces tampoco había ido a demasiadas exposiciones. Warhol murió el año en que yo nací, su arte estaba ahí, exultante, colorido, brillante, todo creado antes de nacer, esperando para sorprender a quienes llegaran después, para comprender que el arte no tiene fronteras ni límites. Algo así como lo que sucede cuando uno lee en una novela algo que literalmente no creía posible, que no le encaja con esa idea algo rígida y convencional que se puede tener de la literatura. Cuando alguien ensancha la concepción de una novela o la del arte, ayudando a otros a ampliar también su concepto de la cultura. Ahora, que he visto alguna otra exposición más que entonces y que he conocido a otros artistas, cada vez que veo una obra de Warhol recuerdo aquella exposición lejana y lo que me impactó y fascinó. El Caixa Forum de Madrid acoge estos días la exposición Warhol: El arte mecánico, que organizó el Museo Picasso de Málaga y que pasó antes por Caixa Forum de Barcelona. Es una exposición magnífica, que me hizo recordar aquella primera y recordar algunos aspectos de la vida y la obra de Warhol que no recordaba. 


Las obras de Andy Warhol, como su figura, que fue una obra de arte en sí misma que él se empeñó en fomentar y difundir, provocan unas reacciones similares a la de Salvador Dalí. Precisamente el genio ampurdanés aparece en una de las obras de Warhol, la serie llamada Screen Test, (pruebas de cámara), en la que el artista de Pittsburgh se dedicó a grabar a personajes famosos durante varios minutos. La escena es sencillamente eso: un primer plano de estos personajes, poniendo muecas, mirando a cámara. Según se cuenta en la exposición, Dalí se marchó a mitad de la segunda prueba de cámara y nunca regresó.

En la muestra que acoge el Caixa Forum de Madrid aparecen varias de las obras más reconocidas del gran genio del arte pop, como aquellas con la cara de Marylin Monroe o su obra Tres botellas de Coca-Cola, en la que, por cierto, se explica la peculiar visión de Warhol sobre la icónica bebida. Warhol decía que la Coca-Cola era, en cierta medida, democratizadora, porque era una bebida igual para todos, para un artista de Hollywood, un miembro de la realiza y un mendigo. No hay dinero en el mundo que permita a alguien beber una Coca-Cola mejor que la de su conciudadano más humilde.

También se muestra que Warhol fue un artista disciplinar, porque entendía que debía abarcar con su talento toda clase de disciplinas, desde la publicidad hasta la moda, pasando por la música y el cine. Warhol, de hecho, anunció en 1965 que se retiraba de su carrera como artista para dedicarse al cine y la música. "La idea del pop, después de todo, era que cualquiera podía hacer cualquier cosa (...) por eso, cuando conocimos a The Velvet Underground a finales de 1965, todos estábamos deseando entrar también en el panorama musical". En la exposición también se pueden escuchar algunos de los temas de aquel grupo musical, en el que estaban Lou Ree y Sterling Morrison, entre otros. 

Warhol mostraba en sus obras a los famosos de la época. Le obsesionaba la idea de la fama. Convirtió en obras de arte imágenes del dictador chino Mao Zedong, porque le divertía la idea de convertir en un producto de consumo al mayor propagador del comunismo. Warhol incluyó en algunas de sus obras la hoz y el martillo, el símbolo del comunismo. En varios ocasiones preguntaron al artista estadounidense qué significaba la inclusión de ese símbolo en sus obras. Él daba distintas respuestas, a cada cual más extravagante, todas ellas alejadas del menor compromiso político. A veces contaba que había comprado la hoz y el martillo para cortar el césped de Bob Colacello o que, "por razones de equilibrio político", esas obras eran en realidad símbolos del fascismo. 

Como muchos otros artistas, en lo que la genialidad bordea con la locura, Warhol debió de ser una persona de trato difícil, obsesionado consigo mismo, con su figura, convencido de su absoluto talento, volcado en su arte, algo que anteponía a todo lo demás. Algunas de las ideas de sus obras fueron extraordinariamente polémicas, como una serie, la de Los hombres más buscados, que surgió tras su idea de producir una tanda de obras llamada Los trece chicos más guapos, que se inspiró en un tríptico de la Policía de Nueva York con fotos de los trece delincuentes más buscados de Estados Unidos. Finalmente, el artista decidió cubrir su mural con una capa de cal, debido a la polémica que esta peculiar idea había despertado. 

También se muestran en la exposición una serie de pinturas titulada Oxidación o también Pinturas con pis. Esta última es más descriptiva del modo de crear estas obras. Era exactamente eso, unos lienzos a los que se añadía pintura al bronce y después se les aplicaba orina. Al parecer, cuando Warhol comenzó su serie empleaba su propia orina, pero "no tardó en recurrir a asistentes". Cierra la exposición otra excentricidad del genio del arte pop, la Exploding Plastic Inevitable, una performance con música y luces de discoteca, que tuvo su origen en una cena de gala celebrada ante 350 profesionales de la Sociedad de Psiquiatría Clínica de Nueva York. El comienzo anuncio que creó Warhol para promocionar este espectáculo sirve también para presentar esta exposición: "ven y alucinarás". 

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