Para qué sirve Twitter

Esta semana he recordado de golpe para qué sirve Twitter. Y creo que no he sido el único. Se habla a menudo de los trols, del odio que inunda a raudales esta red social, de cómo simplifica con frecuencia debates complejos, de los bots que manipulan la opinión pública. Y todo eso existe, sin duda y, a ratos, se hace insoportable. Pero Twitter, a veces, también sirve para algo, nos aporta de verdad. Esta semana, dos campañas necesarias lo han recordado: #Cuéntalo, etiqueta con la que miles de mujeres han compartido situaciones de acoso y sexismo sufridas por ellas para denunciar lo arraigado que sigue el machismo en la sociedad, y #AsíSeManipula, bajo el que muchos trabajadores de RTVE han explicado ejemplos concretos de manipulación de la televisión pública. Esta última campaña, por cierto, la han comenzado las Mujeres de RTVE, que vestirán de negro en sus apariciones en los informativos de los viernes, para denunciar la lamentable utilización gubernamental de la televisión de todos. 


Twitter tiene muchos defectos, no tanto la red social en sí, que no es más una herramienta de comunicación, sino quienes las usan. Lo que nos desagrada de la red social es lo que no nos gusta de la sociedad. La mejor definición que se hizo de Twitter, aunque sea simple y manida, es que es igual que una barra de bar. Y, en efecto, en un bar se escucha un poco de poco. Bravuconadas, claro. Y palabras malsonantes. E intervenciones sin el menor sentido. Pero también, por qué no, un poco más allá se está manteniendo una interesante conversación, de la que se puede aprender. Twitter siempre fue un espacio libérrimo, lo cual ya de por sí es algo positivo, donde la libertad empieza por elegir a quién se quiere seguir, qué clase de tono se desea adoptar en esta red social, en qué charcos quiere cada cual meterse. Y Twitter ayuda mucho a dar visibilidad a luchas necesarias, como la feminista. Nadie puede cuestionar el poder transformador de esta herramienta, la importancia de combatir el discurso machista dominante a golpe de tuits. 

Tras la sentencia a La Manada, el grupo de cinco salvajes que violaron a una joven en Pamplona pero que no fueron condenados por violación sino por abuso sexual, por falta de "violencia o intimidación", según los jueces, la sociedad se ha indignado. Y como parte de esa indignación, empezó a circular por Twitter el hastag #Cuéntalo, en el que se pedía a las mujeres compartir situaciones de acoso que hayan sufrido o sufran. Las historias que se cuentan ahí son estremecedoras. Por ejemplo, la de un grupo de amigas que fueron perseguidas por un hombre de noche y que corrieron en busca de protección a la comisaría más cercana, donde el policía, cuando se le expuso el caso, les dio por toda respuesta que "es que vais muy guapas". O el estremecedor relato de otra mujer que cuenta que siente pavor cuando se cae al suelo el edredón de su cama, porque la persona que más tendría que cuidarla y protegerla abusó de ella en la cama, y todo empezaba cuando el edredón se caía al suelo. 

Los hombres debemos escuchar para entender y para reflexionar sobre el machismo que sigue imperando en la sociedad, y que daña a las mujeres, privilegiando a los hombres. Toca escuchar, escuchar mucho. No intentar justificarnos, o decir que no todos somos iguales, ni mucho menos, claro, intentar cuestionar la veracidad de las denuncias o decir que, en fin, no es para tanto. Escuchar, sencillamente. Escuchar a las mujeres. Escuchar este proceso histórico, que sólo puede estar protagonizado por ellas. Escucharlas y, siempre en un segundo plano, compartir esta corriente feminista, esta esperanza igualitaria, al fin. Iniciativas como este #Cuéntalo son muy bienvenidas, precisamente porque nos permite escuchar, virtualmente, miles de historias de machismo, la mejor forma de comprender la gravedad del problema. 

Es precisamente el colectivo de mujeres de RTVE el que ha dado un paso al frente para denunciar la manipulación del gobierno de la cadena pública. La última del PP, ese mismo partido que critica la manipulación en TV3, por cierto, ha sido bloquear un acuerdo entre PSOE, Podemos y Ciudadanos para regenerar RTVE y volver a un sistema de elección de su consejo y su presidente que se desligue de las mayorías parlamentarias de turno, para evitar que el canal público, la tele de todos, esté al servicio del gobierno, como sucede hoy. Valientes profesionales de RTVE han compartido con el hastag #AsíSeManipula algunos ejemplos de la burda manipulación, como no dar una información hasta que no haya reacción del partido del gobierno, arrinconar manifestaciones en los telediarios o no incluir los audios de Jorge Fernández Díaz, esos en los que montaba una persecución policial a sus rivales políticos, en una pieza, ojo, sobre los audios de Jorge Fernández Díaz. 

La degradación hasta límites vomitivos de RTVE no significa que no sea necesaria una televisión pública. Significa que quienes la están gestionando ahora, quienes la están destrozando, están actuando de forma irresponsable y partidista. Por supuesto que es necesaria una televisión pública de calidad, que no esté al servicio del gobierno de turno. Y eso existe. Se pone siempre el ejemplo de la BBC, que quizá sea aspirar a mucho. Pero bastaría con volver a algo parecido a lo que existió en los tiempos de Zapatero en TVE o, incluso, con fijarse en la nueva Telemadrid, sin duda, una buena acción de Cristina Cifuentes, antes de dimitir como presidenta de la Comunidad. Es posible, naturalmente que sí. Y es necesario. Por eso es de agradecer que trabajadores de RTVE que se la juegan y se arriesgan a ser represaliados defiendan una televisión pública de calidad que no manipule. 

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