Sexismo cotidiano

Las redes sociales han jugado un papel crucial en el necesario y esperanzador resurgimiento del feminismo, esa loca idea de tratar a las mujeres como seres humanos, de perseguir que hombres y mujeres tengan los mismos derechos y las mismas oportunidades. Prueba de ello es el proyecto Sexismo cotidiano, puesto en marcha en el Reino Unido por Laura Bates, que es el germen del libro homónimo, editado en España por Capitán Swing. Cansada de tantas muestras de machismo en el día a día, de tanto sexismo normalizado, de tantas situaciones injustas y desiguales, decidió poner en marcha una plataforma a través de Twitter en la que las mujeres de todo el mundo pudieran compartir sus experiencias. Para ejercer de altavoz de las sin voz. Para dejar de tolerar como algo normal lo que no lo es ni puede serlo en absoluto. Para ayudar a valorar el gigantesco y urgente problema que esta sociedad tiene con el sexismo. 

El resultado, demoledor, queda recogido en parte en este libro, que encantará a quien ya sea feminista, pero creo que también interesará a quien aún no sepa que lo es y, sobre todo, a quien sea machista, a quien dedica sus esfuerzos a perpetuar esta situación injusta que activistas como Laura Bates contribuyen a combatir, y para quienes la autora tiene un mensaje claro, que abandonen toda esperanza, no tengan ninguna duda de que este movimiento es imparable. Porque es justo. Porque las mujeres han alzado la voz y no la van a acallar. Y porque, en gran pare gracias a las redes sociales, han comprendido que no están solas y que todas esas situaciones de acoso o menosprecio que sufren por el mero hecho de ser mujeres no son normales ni tolerables, sólo se han normalizado y se han tolerado durante demasiado tiempo. 


El libro hace un repaso exhaustivo por distintas caras de la misma moneda, del sexismo, de la discriminación a la mujer, en ocasiones más obvia, en otros casos más sutil, que impone esta sociedad patriarcal. Hay doce apartados, todos ellos muy interesantes, que comienzan con estadísticas relativa a cada cuestión, desde la presencia de las mujeres en la política hasta el sexismo en los medios de comunicación, y con una selección de mensajes de personas que colaboraron con el proyecto. Bates se apoya en entrevistas y conversaciones con muchas mujeres para ofrecer un retrato preciso de la situación, una fotografía de donde estamos, algo imprescindible para saber hacia dónde queremos ir

El primer  y el segundo capítulo (Mujeres silenciadas: el problema invisible, y Mujeres en política) emparentan con Mujeres y poder, el libro que recopila dos conferencias de Mary Beard, en las que la historiadora reflexiona sobre cómo se ha silenciado a la mujer a lo largo de la historia y sobre el papel, aún hoy, en el año 2018, menor que se suele reservar a las mujeres en política. Beard es mencionada incluso en la obra de Bates, que pone como ejemplo de ese silenciamiento a las mujeres algunos repugnantes ataques verbales machistas sufridos por Beard, porque ya se sabe que para muchas personas aún hoy, si un hombre dice algo con lo que discrepan, sólo es alguien que piensa distinto, pero si es una mujer quien lo dice, entonces directamente es que ella no piensa, qué quieres, es una mujer, no tiene ni idea. Beard contaba en aquel libro que ella ha sufrido esta actitud incluso en debates sobre la cultura grecorromana, en la que no hay muchos expertos en el mundo que sepan más que ella. 

Lo más interesante de la tesis de Bates, lo que más hace pensar al lector, es la forma en la que explica cómo el sexismo está integrado en nuestra sociedad hasta niveles que no podemos ni imaginar. Y tiene razón. Desde el camarero que te da la cerveza que ha pedido tu amiga y le sirve a ella la Coca Cola light que has pedido tú, hombre, hasta esos pasillos de las jugueterías repletos de cocinitas para ellas y de artilugios "de cosas de hombres" para los niños, no vaya a ser que una niña pueda pensar que tiene los mismos derechos que un niño o, peor aún, que un niño decida hacer "cosas de niñas". Escribe la autora que "estamos tan inmersos en el sexismo que nos resulta imposible verlo, incluso cuando lo tenemos delante". Es como aquella frase de Einstein que pregunta qué sabe el pez del agua en la que lleva nadando toda su vida. 

Muchas personas comprometidas con el feminismo se sentirán identificados con la reflexión que hace la autora sobre la asombrosa relación que encuentran tanto machistas entre sus prejuicios y el sentido del humor. Básicamente, si no ríes sus chistes sobre mujeres tetudas, por ejemplo, no es que te repugne su sexismo, es que no tienes sentido del humor. "La correlación entre la falta de humor y la gente que trata de hablar de sexismo es muy poderosa en la conciencia colectiva", escribe. Y prosigue "esta idea de la feminista sin sentido del humor es un silenciador increíblemente potente y efectivo. Se emplea para aislar y alienar a las chicas jóvenes, para ridiculizar y menospreciar a las mujeres mayores, para forzar a las compañeras de trabajo a que 'se sumen a la broma' y, en los medios de comunicación, para castigar esta clase de queja hasta el punto de la anulación". 

Hay muchas partes de la obra que reflejan hasta qué punto el sexismo está impregnado en nuestra sociedad. Por ejemplo, aquella conferencia de Hillary Clinton, entonces secretaria de Estado de EEUU, en una universidad en Kirguistán, en la que el moderador le preguntó a la política cuáles eran sus diseñadores de ropa preferidos. "¿Preguntaría alguna vez esto a un hombre?", fue la genial respuesta de Clinton. Lamentablemente, la actualidad no para de ofrecer ejemplos de este tipo, como ese periodista que preguntó a Javier Bardem en Cannes sobre su última película, rodada junto a Penélope Cruz, qué se siente al ser el único hombre del mundo que disfruta trabajando con su mujer. "La pregunta es de un tremendo mal gusto", respondió, excelente, el actor español. 

Afortunadamente, cada vez se calla menos ante estas muestras de sexismo. La autora comparte algunas respuestas brillantes de mujeres que plantaron cara a babosos. Aquí van algunas de las mejores: "Un tío en la parada del autobús: 'tengo una habitación de sobra, puedes vivir conmigo'. 'Chaval, las mujeres no somos pokemon que andan sueltas por ahí. Tengo casa'". "Nada hay peor que el que una chica con unos melones como los tuyos lleve jersey. 'Esta conversación es candidata a ser todavía peor'". "Gracias, conductor de furgoneta, por señalar gentilmente que tengo tetas. Llevo años preocupada por estas protuberancias. ¡Gracias, amable señor".O esta otra: "iba caminando a la facultad cuando se me acercó un grupo de treinteañeros. Uno de ellos me preguntó: '¿es cierto que puedes tener un orgasmo sólo con montar en bici?' (Ni siquiera iba en bici). Contesté: 'hay más probabilidades de que tenga un orgasmo por montar en bici que contigo'. Todos sus amigos se rieron de él y yo seguí andando". 

También aportan otros capítulos, como los dedicados a la educación o a los medios de comunicación ("¡Menos mal! Un programa de humor donde sólo salen hombres. Por fin, después de toda esta espera. Era algo que la televisión realmente nos debía"). Acierta la autora en el capítulo dedicado a los hombres y el papel que pueden jugar en esta lucha social de todos. Y resume con claridad de qué estamos hablando: "no es una cuestión de hombres contra mujeres. Se trata de gente contra prejuicios". Es exactamente eso. Es una imparable revolución feminista, un cambio de mentalidad. "Si creíais que la tormenta había alcanzado su punto máximo, todavía no habéis visto nada. Esto es sólo el principio", escribe la autora en la parte final de la obra. Algo está cambiando en la sociedad, sin duda. Ojalá tenga razón. 

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