Torra y los españoles

Lo peor de las opiniones de Quim Torra sobre los españoles es sencillamente que tenga opiniones sobre los españoles, así, en su conjunto, como si todos fueran iguales sólo por su país de origen. Igual que el machista tiene opiniones sobre las mujeres, sobre todas las mujeres, o el homófobo tiene opiniones sobre los homosexuales. Quien piensa que alguien es de determinada manera (peor que la suya, claro) sólo por haber nacido en un terruño en vez de en otro o por el idioma que habla es sencillamente un racista. No hay otra forma de catalogar el pensamiento del nuevo president de la Generalitat. Xenofobia, supremacismo y etnicismo. No son cuatro tuits en caliente, no, son multitud de artículos vomitivos en los que Torra habla con desprecio de los españoles, insisto, de todos en general sólo por ser españoles. No hay dudas sobre lo que piensa Torra de los españoles y de los catalanes que hablan español. Y es repugnante e inaceptable. Son ideas que le inhabilitan como presidente hasta de una comunidad de vecinos, en la que seguro que habrá castellanoparlantes y personas que se sientan españolas. 


El independentismo es una ideología legítima y respetable, no hay que dejar de recordarlo. Cualquier persona en Cataluña es libre de defender una organización territorial diferente, de sostener que una Cataluña independiente es el mejor proyecto común para su tierra. Nada de reprochable hay en ello. Pero se debe respetar la ley. Y, sobre todo, no se debe cimentar ninguna trayectoria política en el odio a otras personas. No tengo la menor duda de que Torra no representa a los dos millones de catalanes independentistas, o que han apoyado con su voto a partidos independentistas. Estoy absolutamente convencido de que es así, aunque a los no independentistas les resulta más cómodo pensar que todos los partidarios de la independencia son unos malvados supremacistas. Pero, obviamente, no es así. No puede serlo. 

El problema es que, sin representar Torra y su racismo a los dos millones de catalanes que han votado a opciones independentistas, los partidos de esa mitad de Cataluña se han echado sin la menor actitud crítica en los brazos de este señor. Y eso es muy preocupante. Para empezar, es un gigantesco error político para el independentismo. Nadie podrá comprender que partidos que se dicen de izquierdas, como ERC o la CUP, apoyen a un tipo racista como Torra. Y no habrá manera de explicar que su proyecto es una opción legítima y aceptable cuando quien la comanda es un señor que llama "bestias con forma humana" a los catalanes que hablan español. Sencillamente es imposible. 

La elección de Torra es un desastre. Es una mala noticia para los catalanes independentistas y lo es para todos los demás catalanes, para la otra mitad de Cataluña, y también para toda España. No faltan entre los nacionalistas españoles, cada vez más presentes, quienes celebran que Torra haya sido elegido president. Primero, porque están en la teoría de que cuanto peor, mejor. Y segundo, porque les encanta ver cómo hay personas que han pedido (y siguen pidiendo, claro) diálogo y una solución política a un problema político critican ahora a Torra, naturalmente. Porque, encerrados en su visión sectaria y limitada de la realidad, todo lo que fuera el "a por ellos" y la banderita en los balcones era ser equidistante, o poco menos que independentista. Así que ahora les encanta ver cómo quienes han pedido trabajar la convivencia se caen del guindo, como dicen los nacionalistas españoles. Porque ellos creen de verdad que Torra representa a la totalidad del independentismo, y no sólo a una parte reducida de él, por lo que creen que quien no ha compartido nunca su fanatismo de este lado, ahora de pronto se ha dado cuenta de lo que es y siempre ha sido el independentismo. 

Torra fue preguntado ayer por sus artículos racistas y por su discurso de odio hacia los españoles. Afirmó que él ha viajado a Madrid, ojo ahí, y que además tiene amigos españoles, que es esa excusa clásica de los homófobos que afirman tener amigos homosexuales, todo tolerancia y comprensión, ellos, soportando a esos depravados cerca. Los dos antecesores de Torra en la presidencia de la Generalitat cometieron el mismo error: gobernar sólo para los suyos. No hay demasiados motivos para pensar que Torra, que además ha aceptado el rol de títere de Puigdemont, actuará de otra forma. Y es una pena, porque lo que necesita Cataluña es dejar de alimentar la diferencia y empezar a trabajar por reconstruir la convivencia. Rajoy se ha mostrado dispuesto a hablar con Torra. Ojalá se explore esa vía, a pesar de las presiones de los más radicales de allí y de aquí, con Albert Rivera subido definitivamente al oportunismo y la búsqueda de los votos de las banderas en los balcones. Cuesta ser optimista en este contexto y elegir a un tipo que odia a los españoles, así en general, no parece la mejor forma de contribuir a buscar una solución.  

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