El cruel escándalo de Ceuta

Es tan grave e inhumano el suceso en el que murieron al menos 14 personas que intentaban llegar a Ceuta y son tan serias las dudas sobre la acción de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado en ese hecho que las sucesivas mentiras del Ministerio del Interior casi son lo de menos en esta escándalo. En los últimos años hemos asistido a nauseabundos casos de corrupción, a indecentes recortes en derechos sociales, a un debilitamiento de nuestro sistema sanitario y educativo, a un desprecio ciego y torpe a la cultura, a medidas retrógradas como la reforma del aborto... Y un largo etcétera. Miren que hemos padecido medidas políticas inaceptables. Miren que las autoridades han cometido errores de bulto, han mentido y han gobernado de espaldas a la ciudadanía tantas veces y con asuntos tan serios. Pues bien, la mayor ignominia de este tiempo es para mí la actuación del gobierno ante esta tragedia en Ceuta. Porque, al igual que con el debate sobre las obscenas cuchillas en la valla de Melilla, en este caso el gobierno no sólo adopta medidas políticas con las que uno puede discrepar, es que además muestra una falta de sensibilidad social inaceptable y difícilmente digerible.

Que las fuerzas y cuerpos armados de tu país, como poco, no hayan ayudado a evitar la muerte de 14 personas (y digo como poco) es algo tan grave que es imprescindible abrir una investigación seria y profunda para, caiga quien caiga, depurar responsabilidades. Oigan, no hablamos de sus batallas partidistas de salón, de sus debates estúpidos sobre liderazgos de partidos y su mundo paralelo. Hablamos de vidas, de seres humanos. Hablamos de guardias civiles disparando bolas de goma contra personas que intentan llegar a nado a España. ¿Tiene el ministro Fernández Díaz esa imagen en la cabeza? ¿No le provoca un insoportable rechazo? ¿No le espanta esa falta de humanidad? ¿A qué punto hemos llegado que incluso se justifica sin inmutarse y con serias palabras esa actuación? ¿Dónde queda la humanidad? ¿Dónde los Derechos Humanos y el más elemental respeto a la vida? ¿Dónde esa convicción provida que en torno a otros debates exhiben pavoneándose estos dirigentes? 

Fernández Díaz, ministro del Interior, y Fernández de Mesa, director de la Guardia Civil, deberían dimitir de inmediato. Porque nos han mentido y además lo han hecho con una enorme arrogancia y una insensible falta de respeto hacia la vida de esos 14 seres humanos que murieron mientras nuestros guardias disparaban bolas de goma contra el agua y usaban material antidisturbio para que no llegaran a suelo español y así poder lavarse las manos, como hicieron cínicamente de inmediato, diciendo que todos estos inmigrantes o "sin papeles" murieron en aguar marroquíes. Literalmente, es decir que carguen ellos con los muertos. Aunque los cadáveres lleguen como brutal forma de golpearnos contra la cruel realidad, contra la falta de humanidad de nuestras autoridades y nuestros guardias, contra el cinismo y el racismo que ciertas actitudes desprenden sin el menor disimulo. 

El ministro del Interior compareció en el Congreso para explicar esta situación y, básicamente, lo que hizo fue reconocer que su subordinado Fernández de Mesa nos había mentido. Y que no va a pasar nada por ello. Sí, dispararon pelotas de goma contra seres humanos que buscaban llegar a nado a España. Sí, usaron cartuchos de fogueo para crear "una barrera disuasoria" para evitar que estas personas llegaran a nuestro país. Observen la frialdad con la que el señor ministro explica la actuación de los guardias. Observen en qué planeta vive este hombre que entiende perfectamente normal disparar pelotas de gomas contra seres humanos que están en el agua nadando intentando llegar a España y disparar fogueo para que esos inmigrantes desesperados y atenazados comprendan civilizadamente que hay una barrera artificial que les impide entrar en otro país. Como símbolo de lo inútiles y artificiales que son las fronteras, la imagen no tiene precio. Inútiles ante la desesperación de estas personas. Tampoco tiene precio como demostración de la enorme ignorancia de este hombre sobre la gravedad y las razones profundas del drama de la inmigración. Y, naturalmente, sobre su insensibilidad. Dijo que cuando los guardias entendieron que esos disparos podían poner en riesgo la vida de los subsaharianos, dejaron de disparar. Qué detalle. Murieron ahogados. 

Todo hace indicar que el gobierno también mintió sobre su vulneración de la ley al expulsar directamente de vuelta a Marruecos a personas que habían pisado suelo español. Fernández Díaz dijo que los inmigrantes no entraron en España. Algunos testimonios y vídeos dicen que miente. Como, según parece, no han hecho otra cosa que mentir las autoridades sobre este asunto desde el principio. Hay que agradecer a las ONG que han trabajado y trabajan por que se investigue este escándalo, así como a los medios comprometidos con este asunto y que no han pasado por el aro de aceptar la versión oficial sin hacer preguntas ni escuchar las denuncias de testigos, inmigrantes y miembros de ONG. 

La Justicia debe investigar este caso al detalle y se deben depurar todas las responsabilidades. No pretendo culpar de la muerte de estas personas a la Guardia Civil. A día de hoy no tengo claro lo que ocurrió. Pero, por la extrema gravedad del caso, la Justicia y las autoridades deben poner todos los medios para que se investigue hasta el final. Y si finalmente ha podido existir alguna relación causa-efecto entre la actuación de las fuerzas de seguridad y la muerte de estos seres humanos, alguien tendrá que pagar por ello. Y, desde luego, se tendrán que revisar los protocolos si a día de hoy aparece como un procedimiento normal disparar pelotas de goma disuasorias al agua mientras unas personas intentar llegar a España a nado. O si lo normal es que haya cuchillas que desgarran la piel en las vallas fronterizas. No hemos entendido nada. 

Sé que es muy complicado este problema y sé que las fronteras se deben respetar. Sé también que la Unión Europea se desentiende de este drama y deja solos a los países que, por su situación geográfica, reciben a las personas que emigran en busca de nuevas oportunidades y una vida mejor en Europa. Es un problema muy serio que debe ser abordado con seriedad y que ha de tener como prioridad ayudar a que esas personas puedan llevar una vida digna en su país, que se eliminen las mafias organizadas que trafican con seres humanos y que haya un compromiso real con el desarrollo de esos países. Y, mientras tanto, con las migraciones que se produzcan (en toda la historia de la humanidad ha habido movimientos migratorios y siempre los habrá) se debe conjugar el cumplimiento de la ley con el escrupuloso respeto a los derechos de estas personas. En caso de duda, siempre, siempre, debe primar su integridad física. Porque en último extremo, no hablamos de fronteras ni de leyes. Hablamos de seres humanos. Hablamos de vidas. De 14 vidas que se perdieron en aquel suceso sobre el que las autoridades nos han mentido y que debe ser investigado. 

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