Julieta

"Tu ausencia llena mi existencia, y me destruye". Esta frase pronunciada en un momento del filme resume el tono y la hondura de Julieta, la vigésima película de Pedro Almodóvar. Ausencia y culpa. Dos sombras que nublan a la protagonista del filme, que crean un ambiente irrespirable, doloroso, devastador. Es difícil escribir de un trabajo del genial cineasta sin hablar de él, sin que su figura lo invada todo. Y es un problema. Se sea admirador de su cine, donde me incluyo para evitar equívocos en adelante, o enemigo íntimo, el desdén de Boyero y compañía, limita el ejercicio de la crítica. Ocurre con las grandes figuras del séptimo arte y, claro, sucede con Almodóvar. Toda crítica a una cinta suya parece convertirse en una toma de partido sobre él en conjunto. Se interpreta en función de su filmografía anterior, buscando puntos en común o rupturas. Y eso es inevitable, pero sin duda es también un error. Aunque estemos incurriendo en él. 

Si presenciamos Julieta comparándola con sus obras anteriores, esta parece una de sus cintas más maduras. Y la mejor desde la exquisita Volver. Tras regresar a la comedia con la fallida Los amantes pasajeros, sólo válida como un vodevil menor, impropio del talento del manchego, Almodóvar vuelve al drama. Afronta el drama  de un modo más depurado y seco que nunca antes. Sin la escapatoria del humor, del surrealismo. Es una película sobria, impactante, inteligente, sutil, muy impactante. Más intelectual que sus frescas y espontáneas cintas de sus comienzos, pero con una intelectualidad y una profundidad nada impostada. Es una cinta impecable, repleta de referencias culturales y artísticas. En el arte, los movimientos suelen surgir como negación de los anteriores. Ruptura. Constante transformación. En parte, sólo en parte, Almodóvar se niega a sí mismo en esta película. Si su anterior cinta era almodovariana sin medida, hasta el extremo, esta no tiene la menor concesión a los excesos, de ninguna clase. 

Julieta, la protagonista que da nombre al filme que inicialmente se iba a llamar Silencio, como uno de los tres relatos de Alice Munro en los que se basa la historia, está interpretada por Adriana Ugarte en su juventud y por Emma Suárez (descomunal) en su madurez. Arrastra Julieta un fantasma del pasado. Una herida sin cicatrizar. De esa clase de dolores que siempre están ahí, aunque uno se engañe a sí mismo e invente vías de escape. Herida que puede reabrirse en cualquier momento. En este caso, con un encuentro casual con Bea, la mejor amiga de su hija Antía. Julieta es experta en literatura clásica. Da clases sobre la tragedia griega, que sirve como metáfora de su propia existencia. En un momento explica la Julieta risueña de joven que, según las leyendas clásicas, los dioses concedieron distintas virtudes a los seres de la tierra (volar, cazar, etc) hasta que llegaron al ser humano y ya no quedaban virtudes. De ahí la fragilidad de las personas. Su vulnerabilidad, como un aviso de la Julieta joven a ella misma unos años después. 

Uno de los pasajes más potentes de la historia es un viaje en tren de la protagonista, el que cambia su vida, el que lo transforma todo, que es más que un trayecto físico. Julieta se asemeja en parte a Todo sobre mi madre, por la historia de fondo. La pérdida. La ausencia. La relación maternofilial. Las vidas quebradas, rotas, buscando salida. Tiene un estilo similar a Los abrazos rotos. Y un ejercicio de estilo parecido, en el sentido de buscar la contención, al de La piel que habito, aunque en esa cinta, digamos, la cabra tira al monte. La última película de Almodóvar deja poso. Es un drama sin lágrimas que refleja lo que que viene después del llanto desconsolado. Cuando ya no quedan más lágrimas y sigue el dolor seco. Fría, le afeará alguien. Contenida, habla más por lo que calla o sugiere que por lo que grita, pienso yo. 

Es Almodóvar, por supuesto (la música de Alberto Iglesias, la gama de colores cálidos, los ochenta como época dorada donde todo era posible, mujeres rotas como protagonistas, el desgarro, la pasión como motor de la vida, relaciones entre madres e hijos, fantasmas del pasado, confesiones, el cameo de su hermano Agustín...) , pero a la vez no lo es. O al menos es distinto. En una reciente entrevista, antes de que las anulara para no responder por su presencia en los papeles de Panamá, el cineasta manchego decía que será él quien tenga que definir lo que es almodovariano. Mas acto seguido reconocía que sus seguidores son más almodovarianos que él. Y que ese sello es ya patrimonio universal del cine. Escapa incluso de la voluntad de su creador. Es una cinta, al mismo tiempo, distinta a todo lo visto anteriormente en la filmografía de Almodóvar y puramente almodovariana, aunque sea de un modo diferente. Y si Julieta sugiere un nuevo Almodóvar, o una versión más madura del director, poco que objetar tiene quien esto firma. Que siga por aquí. 

De Julieta atrapa el guión, la dureza de la historia, y las tramas de fondo susurradas. Dos factores decisivos en la historia que no se nombran, no se verbalizan en ningún momento, pero explican el drama de Julieta. La reflexión sobre la culpa, que se percibe y se contagia como un virus. La delicadeza con la que se aborda la condición humana. Con tacto, sin ensañarse.  Como ha dicho el director en tantas entrevistas previas, sin lágrimas, pues se esforzó en que fuera una cinta devastadora, pero sin llanto. Si algo concederemos a los críticos de Almódovar, que los tiene a legión, como admiradores, es que siempre es mejor dejar que la película se defienda por sí sola. Y es verdad que a cada estreno de Almodóvar, como el referente que es, le antecede una inmensa campaña, en la que se suele contar más de lo debido sobre el filme. Pero es difícil evitar que cada nuevo trabajo del genio manchego sea un acontecimiento. Con Julieta regresa una versión diferente del genio manchego, pero con su sello bien presente. 

Almodóvar homenajea en un par de ocasiones a Chavela Vargas. Se escucha en la cinta a la dama del poncho rojo interpretando, como sólo ella podía, Si no te vas. Y, por supuesto, merecen mención especial las intérpretes de la cinta. Cumple con nota Adriana Ugarte dando vida a Julieta de joven. Y directamente se sale de la pantalla, arrebata, cautiva, emociona, fascina Emma Suárez, como la Julieta rota, décadas más tarde. Daniel Grao, Inma Cuesta, Michelle Jenner, Pilar Castro, Darío Grandinetti y una más contenida que nunca Rossy de Palma, entre otros, completan el elenco de la vigésima película de Almódovar. Sin duda, una de sus mejores obras de siempre. Uno sale del cine feliz por el rumbo que toma la filmografía del cineasta español y con ganas de leer a Alice Munro. 

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