"Toc, toc", en Buenos Aires

Las obras de teatro cruzan el Atlántico con facilidad. La cartelera de Buenos Aires, extensísima, cuenta con varias obras procedentes de Europa. Por ejemplo, Toc, Toc, El nombre o El otro lado de la cama, que se han podido ver en España. También se representa en la ciudad bonaerense La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca. Y merece una mención aparte esta obra, puesto que fue estrenada en el año 1945, nueve años después del asesinato del poeta y dramaturgo español. La capital argentina acogió el estreno mundial de esta obra que retrata la España gris de los años 60, donde la mujer tiene reservado un papel secundario. La obra se estrenó en Buenos Aires y sólo cinco años después, el Teatro La Catátula de Madrid la llevó a las tablas por vez primera en el país natal de su autor. También se representa estos días en Buenos Aires la obra Deseo, de Miguel del Arco, probablemente el autor teatral español más reconocido en la actualidad. El viaje también se hace en el sentido contrario, de Argentina a España. Por ejemplo, una de las obras más impactantes del último año en Madrid fue Tierra del fuego, del autor argentino Mario Diament


El buen teatro emociona, conmueve, hace reflexionar o provoca la risa igual en Madrid que en Buenos Aires. Esto último, despertar risas, hace casi a cada instante Toc, toc, del francés Laurent Fabbie, que en su versión bonaerense dirige Lía Jelín y que cuenta en su reparto con Mauricio Dayub, Gimena Riestra, Daniel Casablanca, Laura Azcurra, Natacha Córdoba y Diego Gentile. A Gentile lo conocemos por su papel de novio en la última historia de la bestial Relatos Salvajes, de Damián Szifrón. 

Llevaba tiempo con ganas de ir a ver esta función, que se sigue representando en Madrid, donde lleva ya ocho temporadas. Es de esas obras a las que el boca a oído les hace la mejor promoción posible, porque los espectadores salen de la sala con una sonrisa en la boca y no les cuesta nada recomendarla a amigos y familiares. Tenía pendiente verla y, por supuesto, quería ir una noche al teatro en la Avenida Corrientes de Buenos Aires, así que al verla en cartel en Multiteatro, una de tantas salas en la capital argentina, la decisión estaba tomada: vería la versión argentina. No sé cómo es la española ni si hay grandes diferencias, imagino que no. Pero sí puedo decir que no me decepcionó en absoluto. Es de esas funciones hilarantes, que provocan la risa desde el minuto uno hasta el final, con un desenlace en el que se comprueba que no todo es cómo parece. Ofrece exactamente lo que se espera de ella: muchas risas. 

Son seis personajes los que se encuentran en el escenario. Los seis acuden a una cita con un reconocido psiquiatra capaz, dicen, de curar cualquier trastorno obsesivo compulsivo (toc) en una sola sesión. Pero el doctor no aparece. Se ha retrasado un vuelo, primero; después hay un gran atasco... Así que los seis empiezan a interactuar entre ellos, lo que genera toda clase de situaciones cómicas. Cada uno tiene su trastorno. Uno no puede evitar insultar y hacer comentarios obscenos a cada rato. Otro está obsesionado con contarlo todo, las rayas de un jersey, los pasos que da alguien a su lado... Hay otro personaje que, precisamente, no puede pisar rayas, es incapaz, no puede con ello. También acude a la consulta del afamado psiquiatra una chica que lo repite todo dos veces. Sí. Lo repite todo dos veces, lo cual resulta desesperante a veces pero sobre todo cómico. Completan el grupo una mujer que ve bacterias y virus en todo lo que toca, por lo que se está lavando las manos cada minuto, y otra que cree que ha perdido las llaves y ha causado desgracias en su casa, a la vez que se santigua constantemente. 

La función aborda un problema real, hay muchas personas con algún tipo de trastorno obsesivo compulsivo (de hecho, toc quizá no, pero nadie está libre de ciertos tics o manías). Lo hace con respeto, con buen rollo. Se trata de pasar un buen rato, pero sin ridiculizar los problemas de nadie. La relación entre los personajes, la forma en la que se van abriendo para contar a esos perfectos desconocidos qué les ocurre y cómo les condiciona la vida y un final inesperado y con cierto mensaje esperanzador, hacen de Toc, toc una obra divertidísima. Para pasar el rato, no más, como dicen por allá. Pero es algo que también se busca en el teatro. Y con esta función se consigue con creces. El teatro, en Buenos Aires y en Madrid, se sigue llenando cada noche para asistir a esta peculiar terapia. 

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